Ernest bajó a Isabel de su auto, cargándola entre sus brazos, subió a su departamento, y a como pudo entró, sabía que ella vivía sola, la llevó a la habitación, encendió la luz, la miró bien, sí, Isabel era una mujer linda, sexy, pero era su asistente y nada más, Isabel comenzó a recuperar el sentido, se enderezó, y miró a Ernest frente a ella
—Hola —dijo con voz gangosa, él le sonrió con dulzura
—Vamos, duerme, mañana tendrás una terrible jaqueca.
Ella alzó la mano, como si lo invitara a acercarse
—Ven, Ernest, ven conmigo, te necesito —su voz era tan suave que él sintió que su cuerpo respondía, observó cómo se irguió temblorosa, y comenzaba a sacarse el vestido, pronto quedó ante él en ropa interior, Isabel era voluptuosa, sus senos grandes eran una tentación, y Ernest se perdió en s
