Tania observaba a Lilah con dolor, ella estaba parada, observando el río Hudson, mientras Lilah estaba sentada con una mirada triste, de pronto las lágrimas cayeron por el rostro de Tania quien la abrazó con fuerza, Lilah correspondió a su abrazo —Lilah, yo, lo siento… —Vamos a casa, ahora ya tienes un lugar al que perteneces. Tania no estuvo segura de sus palabras, sin embargo, fueron a casa, no fue difícil convencer a su madre Andrea de que Tania era la amiga de una compañera de trabajo que necesitaba un gran favor, Andrea siempre fue una mujer generosa y amable, le arregló una habitación muy cerca de Lilah y Tania se sorprendió de la hospitalidad, creyó que por primera vez se sentía como en casa. —Escúchame, Tania, debes permanecer en casa, nadie debe reconocerte, al menos por ahora
Download by scanning the QR code to get countless free stories and daily updated books