- Ya habían pasado seis meses de aquel trágico accidente que daño a la familia Fontana, pero desafortunadamente las cosas seguian sin pintar bien. Piero había conseguido un pulmón para su hijo pero los médicos se negaron a realizar aquella operación por los riesgos que implicaba, entre su desesperación por seguir manteniendo a su hijo vivo, decidió sobornar a médicos invirtiendo grandes sumas de dinero pero a él no le importaba, solo quería que su hijo despertara.
Durante esos seis meses Piero se dedicó por completo a su hijo y esposa, pero en el proceso descuido la Naviera y todos sus negocios, él creía que su contador de confianza nunca lo defraudaría pero tristemente se equivocó.
_ Cómo que estamos al punto de la quiebra Esteban?. - Piero pregunta desesperado.
_ Señor Fontana yo trate de comunicarme cientos de veces con usted; no tenía pruebas de lo que hacía el señor Lázaro pero sospechaba de ciertas cosas.
_ Y porqué no investigaste más a fondo?.
_ Señor no se moleste conmigo, yo no tengo autoridad para revisar los estados de cuenta, transacciones y ese tipo de cosas. Para investigar necesitaba de su autorización y usted nunca contesto.
_ Lo lamento muchacho, se que no es tu culpa pero esto llega en el peor momento.
_ Señor aún podemos salvar parte de las acciones!.
_ Para eso necesitaría buscar un nuevo socio, uno que esté dispuesto a invertir muchos millones en una empresa que se está al punto de la quiebra.
_ Señor la Naviera tiene mucho prestigio y a los mejores clientes del sector, cualquiera sabría que invertir incluso en esta situación es beneficioso.
_ Bien Esteban, comunícate con Fabrizio Sanna y hazle ver la situación, asegúrate que nadie más se entere de esto, al menos en lo que encontramos una solución. - En estos momentos Piero solo podía confiar en aquel muchacho que había descubierto el enorme fraude que había provocado Lázaro, y por supuesto en Fabrizio, el mejor amigo de su hijo que en todo este tiempo no los había dejado solos.
Fabrizio Sanna era el mejor abogado del país y poseía al buffet más implacable en el área legal.
_ No se preocupe señor, no diré una palabra. Me retiro.
- Mientras tanto en la casa de los D' Marco.
- Lía se encontraba en la cocina preparando uno de los postres favoritos para su madre y la amiga de esta. Ella se preparaba para ser una increíble chef y se la pasaba la mayoría del tiempo reinventando platillos, lo demás de su día lo ocupaba para trabajar en una pequeña cafetería que ella misma había montado con sus propios medios; a pesar de pertenecer a una de las familias más pudientes y de buena posición, ella no contaba con el apoyo de su cruel padre, esto se debía a su padecimiento que avergonzaba a su padre y claro, el evidente rencor que su padre guardaba hacia su madre.
Santiago D' Marco era un hombre frío y cruel que se casó con Lorenza por un acuerdo entre sus familias, él no trataba a su esposa con afecto y cuando creía que su vida no podía ir peor, su hija mayor había enfermado y quedado muda con tan solo ocho años de edad. Tenía dos hijas, Lía era la mayor y Marcela la menor, ambas se amaban de manera incondicional y a pesar de que su padre siempre mostraba preferencia por Marcela, está ayudaba a su hermana mayor pues la amaba con todo su corazón.
El desprecio de su padre era claro y tenía una supuesta razón, Lía sufrió de pequeña una terrible infección a causa de un extraño parásito se alojó en su garganta provocando un daño irreparable en sus cuerdas vocales, ella no tenía mutismo en su totalidad pero su voz era casi imperceptible, era un sutil susurro que solo se podía escuchar al acercar mucho el oído. Aunque su mutismo no era total, su padre le prohibió comunicarse de la única manera que en ese entonces podía, decía que era vergonzoso que ella tuviera que hablar de aquella manera así que la trato como si fuese muda en su totalidad. Esto llevo a Lía a aprender lenguaje de señas y así poder comunicarse sin que aquel hombre que decía ser su padre, se sintiera más avergonzado de ella.
Lía también tenía un sorprendente parecido físico con su madre, ambas poseían una hermosa cabellera pelirroja y ojos color miel a diferencia de su hermana menor, que poseía el parecido físico de su padre quien también era un hombre bastante atractivo. A pesar de todo, madre he hijas se amaban de una manera única.
_ Lía, ya es hora de irme. - Lorenza entro a la cocina y se acercó a su hija besando su frente.
_ Lo sé ya está todo listo, espero la señora Stella lo disfrute. - Lía respondió con lenguaje de señas a su madre.
_ Gracias mi niña, no tardó y por favor deja de discutir con tu padre. - Lorenza nunca había tenido un matrimonio por amor pero durante los últimos diez años había mantenido un acuerdo con su esposo, ella lo llegó a amar mucho pero su amor nunca fue correspondido. Ahora solo le preocupaban sus hijas, en especial Lía quien tampoco tenía el aprecio de su propio padre y en la última semana se la habían pasado discutiendo.
_ No creo que eso sea posible, no voy a permitir que mi padre me busque un esposo. - La semana había sido terrible, él padre de Lía le comunico que le estaba buscando esposo, quería que se comprometiera para callar a la sociedad de una hija que avergonzaba.
_ Hija encontraremos una manera de que eso no pase.
_ Esta bien. Abraza a tu amiga por mí.
_ Así lo haré. - Lorenza salía de casa cuando se encontró a su esposo en la entrada, ellos solo tenían un trato cordial pero nada afectuoso.
_ Saldrás también hoy? . - Pregunto Santiago con cierta molestia y una mirada rara.
_ Sí. - Lorenza respondió fríamente pero le asombro aquella pregunta, él jamás se había interesado por lo que ella hacía.
_ Me parece que sales más seguido, principalmente estos últimos meses. - Santiago no quería admitir que algo le provocaba incomodidad al ver a su esposa salir tan seguido y con mucho entusiasmo. Ella solía estar siempre en casa, pero los últimos seis meses destacaba por su ausencia; salía temprano y regresaba muy noche.
_ Sí, bueno se me hace tarde. - Lorenza paso del lado y siguió su camino. Hace muchos años atrás ella se hubiese detenido a dar un sin fin de explicaciones, pero ahora las cosas eran diferentes.
- Santiago miro extrañado a Lorenza, él esperaba que ella respondiera sus dudas pero ella solo lo había ignorado. Él la miro de espaldas mientras ella caminaba en dirección a su auto; le gustaba su figura y la manera en que sus caderas se movían al caminar, a pesar de que ambos ya pasaban de los cuarenta, él pensaba que a ella los años la hacían ver aún mejor pero nunca lo admitiría en su cara.
- Santiago entro a la mansión, ese día había llegado más temprano pues quería hablar con su hija Lía.
La sociedad estaba sacando rumores de que la condición de Lía era un impedimento para que ella pudiese tener un futuro esposo, eso exasperaba a Santiago quien nunca pudo llevar bien el mutismo de su hija.
Él, fue educado con ideas erróneas he ignorantes que se basaban mucho en matrimonios arreglados y mantener un buen estatus social; ante tus ojos Lía no encajaba en sus ideas pero él estaba dispuesto a todo para callar la boca de quién quisiera manchar el estatus de su familia.
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