No cruzar la línea.

2239 Words
Un año después de haber sido contratado como secretario y asistente personal en Limbo Índigo, Calvin Scott ya había trazado una línea de confianza tanto en la empresa como con su jefe, Alexander Maddox. Por tal razón, cuando se enteró de que Bruno Miller, vicepresidente de Limbo y mejor amigo de su jefe, había quedado sin secretaria y que este junto a su jefe estarían haciendo personalmente las entrevistas a posibles candidatas, no dudó en recomendar a su hermana, Mariana Scott, para el puesto. Fue un buen gesto y Calvin lo hizo con el corazón en la mano, sobre todo porque su hermana no estaba conforme con el empleo que en ese momento tenía. Pese a todos los conflictos e inconvenientes que tuvieron en el pasado, Calvin amaba a Mariana y siempre terminaba perdonándola por cada cosa que ella hacía en contra de él. Ser el hermano gemelo mayor era algo que a Calvin le gustaba. Proteger a su hermana y estar para ella, en cualquier momento, siempre hubo sido gratificante… Bueno, al menos cuando eran niños. Hoy día ya no lo eran. Ambos eran adultos y con vidas completamente diferentes. Pese a que los dos habían recibido lo mismo, educación, cariño y amor infinito de sus padres, a medida que crecían, construían personalidad y carácter muy diferentes entre sí. El cambio de Mariana fue muy notorio cuando llegaron a la edad adulta. Calvin nunca —hasta el día de hoy— entendió ese cambio abrupto de Mariana para con él. Era como si su hermana gemela lo detestase por el simple hecho de respirar el mismo aire o quizás era él sintiendo y viendo cosas que no eran, no lo sabía. Tuvieron muchos problemas a lo largo de los años, sobre todo cuando Calvin estaba en una relación amorosa. Siendo abiertamente gay desde los 14 años, Calvin tuvo varios novios a lo largo del camino, pero fueron relaciones que no duraron mucho tiempo. Su última relación fue hace tres años atrás. Calvin había estado saliendo con un increíble y apuesto hombre que conoció en un evento que organizaba cada año Limbo Índigo. Hazzan Ivanov lo hechizó con su encanto y su sonrisa amable. Para Calvin fue amor a primera vista. Comenzaron a salir y el romance surgió. Todo iba bien, todo parecía indicar que Calvin por fin había encontrado al hombre perfecto, al hombre con quien proyectar un futuro. Pero casi un año después de relación, Calvin se percató de que las cosas no estaban bien como las creyó. Vivir en el mismo edificio de departamentos y ser vecino de su hermana gemela, tenía sus grandes ventajas. Podía estar siempre al pendiente y estar para Mariana cada que ella necesitaba y lo mismo para Calvin. Por ende, no era sorpresa que Mariana lo visitase esporádicamente. Aquellas visitas por parte de Mariana incrementaban cada que Hazzan iba a verlo. Al principio, Calvin no sospechaba nada, ya que era normal que su hermana conociese a su pareja. Pero todo eso se derrumbó cuando comenzó a prestar atención al comportamiento de Mariana para con Hazzan. Mariana no solo halagaba a Hazzan, sino que coqueteaba sin escrúpulos con este, sin importarle que Calvin estuviese ahí, viéndola. Lo que comenzó como coqueteo, terminó con Mariana quitándole a su novio. Mariana se metió por los ojos a Hazzan, lo sedujo y engatusó al punto de acabar acostándose con Hazzan en el departamento de Calvin. Para Calvin fue un golpe doble, no solo por el hecho de que Mariana consiguió su objetivo de seducir y acostarse con Hazzan, también por el hecho de saber que Mariana era quien siempre estuvo detrás de sus rompimientos amorosos. Fue su propia hermana quien se lo confesó en medio de una discusión después de haberse salido con las suyas y conseguir que Hazzan tuviese algo con ella. Calvin quedó devastado, con un corazón roto y con el alma dolida. El tiempo ayudó y Calvin, después de escuchar las disculpas de Mariana y que esta le pidiese perdón por todos los errores que hubo cometido, prometiendo que sería una buena hermana, Calvin cedió y la perdonó. Todo volvió a su cauce normal, pero Calvin quedó con secuelas y las pocas veces que ha conocido a chicos, no volvió a presentarlos a su hermana. Hoy día las cosas habían modificado bastante. Las peleas ya no eran relevantes y se llevaban, dentro de todo, muy bien. Los dos laboraban en la misma empresa y Calvin no podía estar más que agradecido de que Mariana estuviese contenta con su empleo. (…) Hace un tiempo atrás, la vocecita de la razón que tenía en su cabeza le dijo que era una idea completamente mala poner los ojos en su jefe porque el hombre era recto (heterosexual) hasta la médula, pero Calvin no la oyó y terminó teniendo un enamoramiento por el hombre. Alexander Maddox era demasiado atractivo como para que Calvin no lo viese con otros ojos. Eso y que, después de cinco años laborando como secretario y asistente personal, nació tal confianza que Maddox le pidió a Calvin que no lo tutease cuando estaban solos. A Calvin le gustaba más de la cuenta tratar a su jefe como “señor”, pero le gustaba más llamarlo por su nombre. Pese a esto, Calvin, hasta ahora, nunca ha hecho alguna insinuación de nada. Había una línea que no podía cruzar y siempre se recordaba que él era solo un simple empleado que fácilmente su jefe podría reemplazar. Por tal razón, Calvin mantenía sus ilusiones para sí y optaba por hacerse castillos en el aire y seguir soñando con el hombre a cruzar esa línea y perder su empleo. Después del último fracaso amoroso, pese a que no fue culpa suya, Calvin no ha podido tener una pareja estable. Sí ha tenido encuentros de una noche, pero nada más. Aún no se siente listo para conocer a alguien y prefiere estar solo. Vivir la vida, por decirlo de alguna manera. Vive en un lujoso y espacioso departamento. Su única y fiel compañía es su gato n***o Orión. Calvin adoptó a Orión cuando solo tenía tres meses de vida y de eso ya había pasado año y medio. Se podría decir que Orión pasó a formar parte esencial en la vida de Calvin e incluso tiene una fotografía de Orión en el escritorio de la oficina. Es relajante, de alguna manera, mirar dicha fotografía porque… —Otra vez con la mente en otra parte —Calvin dio un respingo y alzó la mirada, encontrándose con una mirada risueña y casi idéntica a la suya—. Estos son los documentos que tu jefe tiene que firmar para mi jefe. Mariana dejó caer los documentos sobre el escritorio mientras lo miraba con una perfecta y fina ceja arqueada. Calvin no podía negar que su gemela era una mujer muy hermosa, pero para él siempre sería la hermanita a quien proteger y cuidar. —La sutileza no es lo tuyo esta mañana, ¿verdad? —preguntó, recogiendo los documentos. —Me hace falta una buena dosis de cafeína —replicó su hermana, volviendo a su escritorio. Calvin soltó una risita y negó con la cabeza. Bueno, bien podría dejar los dossieres en la oficina de su jefe y darse una escapadita rápida a la cafetería del segundo piso y conseguirse un buen cappuccino y un americano para Mariana. Sin decir nada, Calvin se irguió de la silla y rodeó su escritorio. Caminó los pocos pasos y tocó la puerta de la oficina de su jefe. Escuchó un «adelante» y Calvin ingresó. ~*~ Calvin no sabía qué hacer consigo mismo mientras miraba a su jefe revisar los documentos. Su corazón latía con fervor dentro de su pecho y la sangre parecía correr como lava por sus venas. Pese a que por dentro Calvin tuviese una revolución de emociones, por fuera mantenía su rostro sosegado mientras aguardaba por alguna indicación de su jefe. Le resultaba bastante difícil mantenerse sereno teniendo al atractivo hombre a solo un paso de distancia. Separados por el enorme y pulcro escritorio de madera maciza, Calvin mantuvo a rayas sus emociones, recordándose no cruzar, por ningún motivo, la línea empleado-jefe. Una cosa era segura, Alexander Maddox era una vista increíble que no podía negarse a mirar disimuladamente, sobre todo cuando su jefe se mostraba serio y concentrado, con un ligero ceño fruncido, mientras leía los documentos. —Bueno, al parecer, ahora que el Plaza Índigo a estado teniendo un incremento de reservaciones en época vacacional, Branzer quiere probar suerte con la gastronomía mediterránea —imperó su jefe, exhalando un suspiro cansino—. El hombre pude ser un dolor de cabeza, pero sabe lo que es conveniente. —El año pasado, Plaza Índigo tuvo un caudal de turistas muy conformes con las nuevas instalaciones. La piscina en la terraza ha sido un rotundo éxito, señor. Por no mencionar el menú vegano que implementó Glass Mar —comentó Calvin, ladeando la cabeza hacia un lado y mirando fijo a su jefe. —Idea que tuviste hace dos años atrás por cierto. Dijiste algo como «algunas personas prefieren nadar en una piscina y no en el mar» —Calvin sintió el calor adueñarse de sus mejillas, rogando porque su jefe no notase el rubor que se extendía por su rostro—. Entonces, ¿qué opinas al respecto de implementar un menú mediterráneo este año en Glass Mar? —Tendríamos que hacer una evaluación de coste y ganancias sobre las consumiciones del año pasado en Glass Mar —Su jefe le arqueó ambas cejas y comenzó a asentir lentamente con la cabeza—. ¿Qué incremento de clientes hubo en el restaurante? ¿Qué tipo de comida fue la más solicitada? También habría que repasar el menú kinder¹. Cada año son más las familias las que se hospedan en el Plaza Índigo. —No había pensado en el menú kinder —Una sonrisa amable se dibujó en los labios de su jefe y Calvin tuvo problemas para recordar cómo respirar—. Estarás presente en la junta directiva del martes, Cal. Necesito ese cerebro tuyo conmigo. —Sí, señor —replicó, viendo a su jefe poner los ojos en blanco—. Bien. Sí, Alexander. Lo siento, a veces olvido ese detalle. La risita de su jef… de Alexander, produjo que su corazón saltase feliz dentro de su pecho. Dios, Calvin estaba en serio problemas si con solo una sonrisa y risita, el hombre conseguía que su corazón se derritiese de ternura. —Estamos solos, Cal, y sabes cuál es el trato —Calvin se cruzó de brazos, arqueando una ceja—. Ahí lo tienes, tu postura ha mejorado. Alexander lo apuntó con un dedo y fue el turno de Calvin poner los ojos en blanco mientras dejaba caer los brazos a los costados de su cuerpo. —A veces siento que te burlas de mi —acusó Calvin, sacándole otra risita a Alexander. No es como si Calvin tuviese algún problema respecto a sacarle risitas al hombre, pero, en serio, tendía a olvidar que ese mismo hombre era solamente su jefe y no su amigo. Jefe que le pidió hace tiempo atrás que lo tutease cuando estaban solos. Todavía le costaba asimilar esto y Calvin también tendía a olvidarse de ese detalle. «No cruzar la línea. No cruzar la línea…», se repitió mentalmente. —Bien, bien. Terminaré de leer estos documentos para Miller —Calvin asintió y aguardó… —. Te avisaré cuando los tenga listos. —Muy bien. No olvides que tienes una junta después del almuerzo con el CEO Wang Zheng. Específicamente a las tres y media de la tarde en Tse Yang —Su jefe soltó un gemido lastimero y Calvin tuvo que hacer un enorme esfuerzo para no reírse de la cara de sufrimiento de su este—. Lo sé, será todo un desafío. —No tienes idea, pero Wang está muy interesado en la industria hotelera. Ya sabes, nunca está demás tener buenos contactos extranjeros —Cal asintió y dio otro paso hacia atrás—. Oh, es la hora de tu cappuccino, ¿verdad? Calvin abrió y cerró la boca, mirando incrédulo a su… A Alexander. Dios, ¿en serio se notaba mucho la falta que le hacia otra dosis del azucarado y achocolatado elixir? —¿Cómo…? —Llevas cinco años siendo mi secretario y asistente personal, Calvin. Conozco mucho mas de ti de lo que imaginas y sé de tus escapadas a la cafetería desde hace mucho tiempo —informó Alexander, haciendo un gesto hacia la puerta—. Puedes irte. Te llamaré si necesito algo. —Sí, señor —refutó, girándose sobre sí y saliendo rápidamente de la oficina para que Alexander no viese su rostro sonrojado y sonriente. Bueno, las cosas estaban bien así y Calvin podía continuar haciendo su trabajo y manteniendo a rayas sus emociones. Era mejor de este modo y Calvin sabía que su jefe nunca lo vería con otros ojos. Era doloroso, en cierta medida, pero Calvin ya se había acostumbrado a la idea de que Alexander Maddox era un imposible… ****** ¹ Kinder, palabra alemana que significa niños (proviene de Kind = niño). Su uso ha arraigado en casi toda la América hispanohablante, a menudo en la forma abreviada kínder, que debe escribirse con tilde por ser palabra llana terminada en consonante distinta de -n o -s.
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