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2322 Words
                                                                                                                                                                        Actualidad   Gire la silla y observe el ventanal de la oficina, el vidrio abarca toda la pared y me deja una gran vista de la ciudad de Seattle, hoy se cumple un mes de mi inicio en la empresa familiar y todo marcha perfecto, mi oficina está en el piso de debajo de presidencia, el lugar que voy a ocupar dentro de unos años cuando acabe con mis estudios. Mi padre fue muy claro, una vez que tenga todas las herramientas para manejar la empresa el puesto es mío, en su momento pensé que Oliver se iba a quedar con él y yo con la vicepresidencia, pero mi hermano se negó rotundamente dejándonos paso a Nathan y a mí. Nathan quería la presidencia, pero mi padre se la negó. No es como si a mí sí me la diera, de hecho, también me la negó. Como no quería hacer diferencia, nos dijo que ambos estudiaríamos y nos prepararíamos, llegado el momento, la junta directiva tomaría la decisión. Asique aquí estoy, rompiéndome el lomo para cumplir mi objetivo y de esta forma llevar la empresa familiar al estrellato. Tengo muchas ideas y pienso ponerlas en práctica a todas. Por mis compañeros de trabajo no me preocupo, no soy una persona arrogante o mala, al contrario, soy amable, colaborativa y me sé los nombres de todos, si bien soy su jefa, ellos saben que me veo como un igual a la hora de pedir las cosas. Mientras todo funcione bien, yo no me quejo de nada. Con los diseñadores es otro tema, no nos llevamos mal pero tampoco tan bien, ellos suelen ser en ocasiones un poco arrogantes, no todos, pero la mayoría. Lo demás funciona como un buen reloj por lo menos en lo que al trabajo se refiere. En el amor… pues bueno, creo que lo llevo. Bruno ha tratado de hablar conmigo, pero la realidad es que yo no quiero, quiso explicarme lo ocurrido, pero no le veo el sentido, al menos no ahora. Para mí no hay una explicación lo suficientemente buena que explique lo hecho. No es como si uno le dice a otro te amo y a los días se le olvida, para besarse con otra. Mis padres me enseñaron sobre el amor y el respecto, ambos dedicaron gran cantidad de su tiempo a inculcarnos los valores que debe tener una relación y es por eso que me niego a escuchar alguna explicación de su parte, además no siento que la necesite. No es como si no supiera que él me podría estar usando, lo sabía e igual quise hacer lo que hice.     -         Señorita Hamilton - gire para observar a Paul - No almuerza.     Miré el reloj de mi muñeca y luego volví a ver al pelinegro que estaba frente a mí, sus rasgos asiáticos le daban un toque de misterio, llevaba el cabello corto y unos lentes de pasta negra. Se había sacado el saco de su traje n***o y llevaba los primeros tres botones de su camisa blanca desprendido.   -         Si Paul - tomé mis cosas - Estaba tan perdida en mis pensamientos que me he olvidado completamente del horario. -         Em… - cruzo los brazos - ¿Qué pasa? Hace días estas muy rara – observe el centímetro que colgaba de su cuello. -         La vida amigo, la vida – me senté frustrada – Los hombre son muy complicados. -         Claro que lo son querida – ocupo el lugar frente a mí y cruzo sus piernas – Y yo como hombre que sale con otro hombre puedo dar mi palabra. – llevo su mano al mentón – Los hombre somos más sencillos y despreocupados en muchas cosas de las que ustedes hacen un mundo… -         Puede ser… - mire el techo – Pero la cagan. -         Mi amor, los hombres nacimos para cagarla – solté una risa – Algunas veces más graves otras menos, pero es parte de nuestra esencia. -         Estoy jodida.     Una pequeña sonrisa se formó en su rostro y luego se marchó sin decir más nada. Paul era uno de los diseñadores de Astracán, además de eso, era mi amigo y el encargado de recordarme mis necesidades básicas, aunque no se le pagaba por lo último, sino que lo hacía de puro amor. Él era consciente de cómo me perdía en los diseños, era tanta mi concentración que hasta me olvidaba de tomar agua. Era por eso que se había propuesto recordarme cada cosa. Camine por los pasillos directo al ascensor, iría por comida y luego seguiría trabajando en el desfile del próximo mes. Era mi primer trabajo y necesitaba que fuera perfecto, pues estaba creando una nueva línea y ampliando los diseños. Necesitábamos atraer público nuevo y fresco. Mi abuela siempre decía que Astracán era el lugar donde se encontraba la ropa más sofisticada de todo Seattle, pero era aburrida y anticuada, era por eso que ahora la haría para todas las edades. Salí del edificio y caminé al restaurante que había a dos cuadras, en mi opinión era el mejor de la zona, tenía comida casera y platos abundantes, nada de esas cosas gourmet donde te sirven como si fueras un pollito, para luego mirar el plato.   -         ¿Em? – giré y me encontré con esos ojos castaños que tanto conocía. -         ¡Hola! ¿Qué haces aquí? – lo abrace y él a mí. -         Me reuní con unos clientes y vine a comer algo – la muchacha de recepción se acercó - ¿Comes conmigo? – lo miré un segundo y mordí mi labio. -         Claro – le indico a la chica el nombre de su reserva y nos guiaron por el lugar. -         ¿Cómo te está yendo en la empresa? – cruzo los brazos - Me entere que comenzaste hace un tiempo… -         Bueno… -         Buenos días, mi nombre es James y seré su mesero el día de hoy – un colorado nos pasó la carta y quedo observándome un momento - ¿Desean algo para tomar? – sus ojos seguían en mí. -         Vino – conteste y mire la carta -         Que sea una botella de vino tinto, el mejor que tenga y para comer – me miro – Yo quiero unos sorrentinos. -         Yo igual – le pase – Con salsa mixta. -         Enseguida se lo traigo – me sonrió y se marchó. -         Vaya… - mire a mi acompañante – Es complicado salir a comer contigo. -         ¿Por? – levante una ceja. -         Pues has dejado al chico flipando y eso que no te vio como yo la otra vez – carcajea. -         Gracias – me mira extrañado – Gracias por ayudarme aquel día, yo estaba mal y tu ni siquiera preguntaste qué pasó. – jugué con la servilleta de la mesa. -         No hay problema Em – toco mi mano – Me imagine que Bruno tuvo que ver en eso, por como grito… supongo que la jodio – se alejó cuando nos dejaron el vino en la mesa. -         Si que lo hizo – suspire y tome un trago – Me acosté con él – sus ojos se abrieron, pero se recompuso – Fue el primero. -         No entiendo – bebió - ¿Por qué llorabas? -         Ese día que me ayudaste estaba besándose con alguien, había pasado una semana y él… -         Lo mato – junte la cejas – Puede que sea un cerdo Em, pero hasta para mí eso es mucho, eso no se hace, uno no… -         Ya no importa, no es como si no supiera que podía llegar a pasar, lo sabía y aun así deje que pasara. – trate de evitar el nudo en mi garganta. -         Tú no eres de esas chicas Emily – suspiro – Él es un imbécil, tú no debes ser tratada así. -         ¿Qué chica soy?   Nuestros ojos se miraron un momento, pase la lengua por mis labios y lo observe mirar aquel lugar durante un momento y luego miro mis ojos otra vez.   -         Eres de las que se acorteja y se quiere bien, no de las que se usa para sacar las ganas – comí un poco – Jamás te conformes con menos que eso Em, tu mereces flores, bombones y corazones. – mordí mi labio. -         ¿Conoces a alguien que quiera darme eso? – observe su pecho un momento.   La verdad es que jamás me había detenido a verlo completamente, sabía que era una persona cero compromiso o por lo menos así se auto clasificaba hasta hace un tiempo, pero de ese tiempo acá se había puesto cada vez mejor.   -         Seguro encuentras algún compañero o amigo – siguió comiendo sin mirarme. -         Creo que prefiero a alguien más mayor – se ahogó con la bebida - ¿Estas bien? -         Si, si – tocio – Mis amigos tienen pareja y los que no soy unos idiotas, tendrás que ver en la empresa… - sonreí de lado. -         Y tú… - me miro. -         ¿Yo qué? -         ¿Tú tienes pareja? – negó – Entonces tal vez ambos, podríamos… - nos señalé y mordí mi labio.   Sus ojos marrones solo me miraban, parecía esperar que me riera o retractara. También parecía que tuviera un tercer ojo en algún lugar de mi cara por cómo me observaba en esto momento, mientras yo esperaba una respuesta, él se fue dando cuenta que no era una broma.   -         ¿Qué? – fue lo único que dijo. -         Quiero que seamos amigos con derechos o follamigos como quieras decirle, pero con exclusividad. – no estaba dispuesta a compartir con nadie. -         Hay bromas y bromas Emily – parecía molesto. -         No es una broma – junto sus cejas – No me vengas a decir que no te atraigo, he visto como me miras la boca, o los senos y hasta te he enganchado mirándome el culo – suelta una carcajada. -         Emily el hecho de que estés re follable, no quiere decir que sea buena opción – toco el puente de su nariz – Yo no soy el prospecto de hombre que te mereces, tú me conoces y yo no quiero hacerte daño. -         Se cómo eres y lo acepto – me miro – Solo nos haremos compañía, tú puedes enseñarme algunos trucos y yo disfrutar de ello. -         Mis gustos son raros Em – suspiro – No creo que sea de tu agrado – sopese sus palabras un momento. -         ¿Te gusta los juegos de dominación, masoquismo? – seguía serio – O acaso eres gay y prefieres con hombres…  - de ser así, no pasa nada. -         No soy gay Em – dejo la cuenta en la mesa – Pero sé que esto que te propones no acabara bien – se levantó y lo imite. -         Pásame tu teléfono – me extendió el móvil, marque mi número y llame – Ahora tienes mi número y yo el tuyo... – me acerque – Solo me llamas y llegamos a un acuerdo – bese la comisura de su boca – Gracias por el almuerzo.     Me fui contorneando mis caderas, sabía que tendríamos que pensar en muchas cosas, ambos deberíamos pensar muchas cosas. Yo porque si bien él me atraía, no estaba segura de que sea por los motivos adecuados mi reciente propuesta. Tenía razón, las cosas podrían salir mal, podríamos arruinar nuestra amistad o joder la familia, pero también podríamos ser algo más. Algo más, acababa de ver a otra persona que no es Bruno como algo más, jamás me había planteado eso, jamás pensé en conocer a otro hombre y tener deseos hacia su cuerpo o persona, nunca me lo planteé, pero ahora, después de ver su ojos marrones y su sexy barba, estaba en una nube de imaginación. Una muy erótica imaginación.   -         Hola – conteste mi teléfono. -         Hola pollita… - la voz de Molly me hizo sonreír – Dime que has hecho… tengo ese presentimiento – reí. -         Si te das cuenta de que eres una bruja… ¿verdad? – soltó una carcajada. -         Lo sé, pero solo me pasa contigo – suspiro - ¿Cómo has estado? Perdón no te llamo hace dos días, pero tuve una crisis y me volví completamente crazy. -         Pucha Mo… porque no vienes a casa, te quedas, tal vez puedas pasar tiempo conmigo, Oli – mordí mi labio. -         Bueno es por eso que te llamaba, además de lo otro que estas esquivando – suspiro – Dentro de tres semanas llego a Seattle, me quedo un mes o para siempre, no lo sé, pero pasare contigo las vacaciones de nuestros padres. -         Ayy – grite en el medio de la calle, llamando la atención de todo el mundo – Perdón – susurre y seguí caminando como toda una profesional. -         Creo que he quedado sorda – se quejó mi amiga – Ahora dime de una vez que ha pasado. -         Recuerdas que te dije que me acosté con Bruno… -         Si – su voz sonaba tensa – Y yo te dije que lo voy a castrar – carcajee. -         Lo hiciste… - suspiré – Bueno cuando lo encontré a la próxima semana, no volví sola en taxi, me llevaron y bueno, hoy almorcé con él y le propuse ser Follamigos y… -         ¿Qué? ¿Qué hiciste qué? – comenzó a grita – Es una puta broma Em, como se te ocurre, ¿por qué te conformas con tan poco? es que acaso no le interesas… -         A mí se me ocurrió Molly, yo quiero algo así, tranquilo, sin complicaciones… además es más grande, no es un niño, va de frente y lo conozco. -         ¿De quién hablas? ¿Cómo se llama? ¿Lo conozco? – suspire. -          Su nombre es…   
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