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Un año atrás
Lo mejor de tener mis dieciocho años son las libertades que uno puede llegar a tener, me lo prometieron y pienso hacer que lo cumplan. No soy una chica complicada, tengo un buen carácter, a diferencia de mis hermanos, soy sociable y simpática. Físicamente me parezco a mi padre, Theo.
Mis ojos son claros al igual que los suyos, mi cabello es n***o, mis labios carnosos y mi piel blanca. Pero por dentro soy igual a mi madre, creo en las personas más de lo debido, soy dulce, compasiva, educada.
Mis hermanos son otra cosa, Oliver es el mayor, no es mi hermano, hermano, mi madre lo tuvo antes con un señor del cual Oli no quiere hablar y al que ignora completamente, hace unos diez años u once, no recuerdo bien, decidió cambiar su apellido por el de la familia.
Mi padre fue muy feliz con eso y nosotros también. Oliver es un chico genio, sarcástico, medio amargado y muy centrado en su mundo, no conecta bien con la gente, pero cuando lo hace, es incondicional.
Por otro lado, tenemos a Nathan, es mi hermano menor, mamá lo tuvo después de cinco años, cuando ella se imaginaba viajes al caribe, Nathan apareció en su panza para ponerla histérica y generar el primer conflicto familiar de la historia.
Nathan era el no planeado, así decía Oliver cada vez que podía, aunque tampoco él fuera planeado, también lo apodaba la falla, sí, mi hermano es un desgraciado. Pero en su defensa es al que más quiere, vive para Nathan y lo cuida siempre.
Luego están mis tías, tíos y primos de corazón, ellos han estado desde que tengo memoria y prácticamente nos hemos criados juntos. Ellos tienen sus hijos, Mateo, Charly, Anastasia y Bruno.
Bruno es mi amor desde que tengo memoria, lo he amado en secreto, no tan secreto, durante lo que parecen años, pero él solo me ignora.
Al principio era delicado, luego empezó a ser más desagradable y malo, cuando se refería a mi persona, algo raro en él. Siempre fue un chico dulce, hasta que entro a la preparatoria, ahí cambio, ya no era mi Bruno, solo era un simple idiota y yo la idiota enamorada.
- Emily – el golpe de la puerta me hace reaccionar.
- Pasa mamá – termine de acomodar mi blusa blanca mientras me contemplaba en el espejo.
- Estas bellísima – le sonrió y ella a mí – Llegaron tus amigas – miro el piso y hago una mueca.
- No todas – sus brazos me rodearon.
- Puede que Molly no haya venido, pero seguro te estará acompañando, ahora tenemos que entender que ella no está pasando un buen momento.
- Lo sé – cerré los ojos – Hable con ella por dos horas, se disculpó unas diez veces, al menos no olvido de mi cumpleaños.
- Nunca lo hará cariño – era verdad, jamás lo hacía - ¿Vuelves a dormir? – junte mis cejas y la mire.
- Tal vez sí, o tal vez no – la verdad no sabía – Depende como estemos, tal vez me quede en casa de Cami.
- Solo cuídense – beso mi frente – ¿Los chicos van?
- Si – recogí mi bolso – Mateo, Bruno y Charly van – bese su mejilla – Creo que llevan amigos – levante mis cejas y ella río.
- Ojalá te fijaras en algunos de ellos.
Grito mientras salía para bajar la escalera, Emma sabia mi amor por Bruno y como me había negado a cualquier chico que se me declarara. Toda la familia sabia del amor que le tenía, al parecer era pésima disimulando, pero esta noche aquello iba a cambiar, me buscaría algún chico y me divertiría por primera vez en años.
Llegamos al antro veinte minutos después de abandonar mi casa, el lugar estaba explotado en personas, había gente haciendo fila desde lo que parecían horas. Bruno, Mateo, Charly y dos chicos más nos esperaban en la entrada del lugar.
Los cinco hombres nos miraron de arriba abajo, acaparando cada detalle de nuestra vestimenta. Mia, una castaña de ojos café, llevaba una falda tiro alto roja que llegaba justo debajo de sus glúteos, en la parte de arriba un top n***o dejaba parte de su vientre descubierto, en sus pies unos tacos de infarto que la hacían ver más estilizada de lo que era.
Sophie, una morena infernal de ojos marrones y pelo rizado hasta la cintura, traía un vestido ajustado al cuerpo rojo y unos zapatos plateados, sus labios llevaban un rojo más tranquilo, pero que dejaba perfectamente resaltados sus carnosos que eran.
Camila tenía el pelo oscuro como yo, sus ojos eran de un marrón claro y sus rasgos suaves, era la más tímida de todas y la más centrada, generalmente ella nos llevaba después de nuestras fiestas. Ahora llevaba un pantalón corto y un bodi rosado. Su piel oliva brillaba bajo las luces.
Por mi parte tenía un pantalón corto n***o, y una musculosa cerrada al cuello blanca, mi cabello llevaba un chongo relajado, mi maquillaje era un delineado bien marcado y un durazno para mis labios.
- Vaya, están guapas – Mateo nos sonrió y procedió a saludar.
- Ellos son Carlos y Cristian – Bruno presento a sus amigos.
- Feliz cumpleaños hermosa – Carlos dejo un beso en mi mejilla.
Era un chico muy guapo, aunque no tanto como Bruno, pero eso ya no importaba, sus ojos miel me miraban como si fuera la cosa más maravillosa del mundo y eso me bastaba.
- Lindo tatuaje – su ojos quedaron en el diseño de mi brazo.
Me gire un poco para que lo apreciara con la luz, tenía prácticamente todo el brazo con dibujos, la cara de la mujer ocupaba la parte superior, luego había unas flores, plumas en mi antebrazo.
- Mis padres los odian - ambos reímos.
- Yo tengo uno en la espalda – se acercó a mi oído – En algún momento si se da, tal vez podrías verlo.
- Vamos a entrar o van a seguir cuchicheando – Bruno nos sacó de la charla y lo mire confundida.
Parecía totalmente molesto con la situación, algo que me desconcertaba, pues él me había dejado en claro que no habría nunca nada entre nosotros. Rodé mis ojos y caminé a la entrada del lugar.
Lo único bueno que tenía ser una Hamilton es que prácticamente todo Estados Unidos nos conocía, en mi caso por los locales de moda y el hecho de haber sido la modelo de la marca durante años. Eso me ayuda a entrar a varios lugares solo por mi rostro.
- Buenas noches señorita Hamilton – Luck bajo su cabeza en forma de saludo y nos dejó pasar.
- Buenas noches Luck – le sonreí
Una hermosa rubia se acercó a nosotros para guiarnos a nuestra mesa, por supuesto había hecho la reserva para esta noche con más de un mes de anticipación y eso tenía su recompensa, pues era la mejor mesa de la sala vip, cerca de la barra y la pista de baile.
- Perdón – tome a la chica del brazo y la mire – Mi nombre es Emily Hamilton y soy…
- Se quien es señorita, es famosa – le sonreí – Mucho gusto soy Lia Wilson – me acerco su mano y la tome
- Buenísimo Lia Wilson – busque en mi bolso – Toma, esta es mi tarjeta – me miro extrañada – Estoy buscando una nueva modelo para la marca y tú eres perfecta, pareces una diosa griega, si te interesa, solo llámame y hablaremos.
Su rostro se curvo en una hermosa sonrisa y se la devolví, después solo nos preguntó que íbamos a tomar y se marchó para seguir con su trabajo. Todo venia bien, me reía un montón, Carlos era super agradable y me la estaba pasando genial a su lado.
Después de un rato nos levantamos a bailar y seguir tomando, estaba pasada de copas, muy pasada, pero eso no importaba porque estaba disfrutando de la noche sin percatarme de nadie más que Carlos y nuestra estupenda química.
Estaba a punto de besarlo, pero me vi arrastrada y alejada de él. Giré enojada para ver quien se había entrometido en mi magnifica noche, entonces vi a Bruno todo tenso, su quijada estaba apretada y sus ojos miraban con odio al muchacho que bailaba conmigo hacía unos segundo.
- ¿Qué mierda te pasa Bruno? – Carlos lo miro molesto.
- Es mi prima, esta ebria y no te vas a aprovechar de ella – su cuerpo se puso delante de mí como un escudo.
- No la veo molesta con mi presencia – respondió tranquilo.
- Mira Carlos, por nuestra amistad, más te vale que te calles, ella no es un juguete.
Mis amigas se quedaron con la boca abierta al igual que mis primos, nadie entendía nada y yo menos, solo me tomo de la mano y me saco del lugar rápido. No me dio tiempo a replica, solo me pidió las llaves de mi coche y me hizo subir.
- ¿Qué mierda te pasa? – le grite y él solo me miro – Te estoy hablando Bruno. – golpeo el volante y volvió a apagar el motor
- ¿Qué me pasa? ¿Enserio? Te le estabas refregando, casi lo besas, lo conoces hace unos horas Emily, en qué coño piensas – reí con sus últimas palabras, siempre que se enojaba, aplicaba el español característico de sus padres – No le veo lo gracioso.
- ¿Estas celoso? – lo mire y el desvió su mirada – Oh dios mío, estas celoso – levante los brazos – Debe ser una puta broma, ¡Que carajos te pasa! No tienes…
Mis palabras se quedaron en el aire cuando su boca atrapo la mía en un beso salvaje y lleno de necesidad. Había soñado con esto durante años y ahora estaba pasando, mis labios seguían su ritmo sin dificultad, una de sus manos bajo a mi cintura y me acerco a su cuerpo pegando nuestro pechos.
- Eres mía Emily, no puedo más, te deseo, te necesito – su frente se apoyó en la mía – Me he cansado de fingir que no siento nada por ti.
- Vamos a tu casa – fue lo único que pude decir – Vamos a tu casa Bruno, estoy segura.
Volvió a besarme para después poner el auto en marcha, mis nervios aumentaron a medida que nos acercábamos al lugar donde pase tantos fines de semana con mis padres, Bruno manejaba con una mano y con la otra acariciaba mi muslo trazando suaves círculos.
Cuando llegamos, me abrió la puerta y ayudo a salir, mis tíos estaban en casa, pero debido a sus largos horarios seguro estaban dormidos y yo no pensaba quedarme mucho, sabía que esto podría derrumbarse en la mañana y no me molestaba, pero si tenía una oportunidad, la aprovecharía al máximo.
Su mano me guio hasta su habitación, la luz estaba apagada y así quedo, porque él se volvió a apoderar de mi boca, nuestras lenguas jugaron frenéticas, mientras nuestras manos exploraban nuestros cuerpos. Sus dedos desabrocharon mi pantalón para poder introducirse debajo de mi blusa y poder así, jugar con mis pezones ya erectos.
Gemí en respuesta y él gruño, mordió mi labio suavemente y saco mi remera dejándome solamente con mi corpiño de encaje blanco. Sus ojos me observaron un segundo hasta que sus labios chuparon, mordieron y lamieron mi cuello mientras descendían a mi busto. Saque su remera asegurándome de tocar cada centímetro de su piel.
Cuando conseguí dejarlo desnudo, me acostó en la cama y se deshizo de mi pantalón y bragas, su boca jugo con mis muslos hasta llegar al centro de mis pierdas donde le dedico una atención muy especial, sentí su lengua jugar con mi clítoris, sus labios succionar con pasión y vi sus ojos observarme llenos de lujuria y pasión.
Jadeé y gemí su nombre una y otra vez hasta que sentí el fuego crecer en mi interior, todo era nuevo, nunca antes había experimentado ninguna de estas cosas, pero se sentían de maravilla. Unas de mis manos se aferraron a la sabanas con fuerza, mientras la otra tapaba mi boca ahogando el gemido que produzco el orgasmo que acababa de darme.
- Si quieres que pare solo debes decirlo – observe sus ojos.
- Quiero hacerlo – susurre y sonrió – Solo no me hagas daño.
- Jamás te haría daño cariño – su boca volvió a la mía y me beso con delicadeza.
Abrió el cajón y rompió un paquete plateado con sus dientes, cuando todo estaba asegurado, volvió a besarme y llevo su pene a la entrada de mi v****a, su glande rozo mi entrada y temblé. Su m*****o se introdujo poco un poco y clave mis uñas en su espalda, él me beso en respuesta esperando que me relajara, lo saco lento y lo volvió a introducir un poco más hondo, haciendo que me tensara otra vez.
- La próxima será un poco más fuerte preciosa – beso mi cuello – Solo dime y paro.
- Si- sigue – busque sus labios y lo bese despacio, tratándome de concentrar en otra cosa – AH
No mintió cuando dijo que sería más fuerte, Bruno se quedó quieto esperando que me amoldara, mientras aquello pasaba, solo paso sus manos por mi cuerpo y beso cada centímetro de piel desnuda volviéndome a excitar. Comencé a mover mis caderas y él comprendió que estaba lista para seguir.
Nuestros cuerpos sudaban, mis pechos rozaban su tórax cuando su cuerpo se movían en un vaivén sensual, los gemido salían de mi boca y de la suya. Jadeos, besos, gruñidos, todo aquello se quedó clavado en mi piel como un tatuaje más, uno doloroso, porque una semana después de que Bruno me declarara su amor y me pidiera estar juntos, lo encontré con otra chica.
Aquella noche fue desastrosa, decidimos ir a un bar con mis amigas, ninguna tenía planeado salir, pero por alguna cosa del destino, terminamos cambiadas, perfumadas y lista para una noche inolvidable. Llegamos al bar y pedí una ronda de chupitos para todas, les había contado lo que paso aquella noche y la declaración de amor por parte de Bruno, entonces Sophie golpeo mi brazo y señalo un sector de la pista.
El vaso que estaba en mi mano cayó al piso rompiéndose en mil pedazos, las personas que estaban cerca giraron para ver qué pasaba, entre ellos Mateo, sonrió al verme y codeo a Bruno para mostrarle que estábamos en el lugar.
Bruno no era un chico feo, se parecía mucho a Marcos y por dios, Marcos hasta el día de hoy es un hombre hermoso. Ambos tenían su cuerpo trabajado, ojos verdes y cabello castaño, pero sobre todas las cosas la piel un poco bronceada. No, Bruno no era feo y él lo sabía, es por eso que no me sorprendía que estuviera de ligue con aquella muchacha en este lugar.
Lo que me sorprendía fue la naturaleza con la cual me mintió, podía haber sido solo sexo y ya, no me arrepentía de aquello, pero sí de creer sus palabras vacías, si me arrepentía de confiar que había sido sincero y solo había tenido miedo de asumir sus sentimientos.
Nos observamos fijamente unos segundo, sus manos abandonaron el cuerpo de la chica, por mi parte solo me enderecé y contuve las ganas de llorar, no le iba a dar el gusto. Tome aire, deje la plata sobre la barra y camine a la salida del lugar.
- Em – su mano rodio mi muñeca y me giro – Yo puedo explicar… no es…
- Mejor cállate – me solté de su agarre con brusquedad – Solo fue sexo Bruno, entre nosotros no hay nada. – el nudo de mi garganta creció y luche una vez más por no llorar.
- ¿Cómo? – dio un paso hacia mí y me aleje.
- Te están esperando – moví la cabeza en dirección a la chica.
No lo deje hablar, no lo quería escuchar, no quería saber que mentira diría para quedar bien parado. Solo gire y camine mientras las lágrimas caían de mis ojos, dejándome expuesta a un dolor que prometí no sentir por él jamás. Sacudí mi cabeza y choqué con alguien.
- ¿Emily? – sorbe mi nariz y lo mire. - ¿Estás bien? – negué con la cabeza.
- ¿Puedes sacarme de aquí? – dudo un segundo.
- Claro, vamos.
Se corrió y me dejo pasar, camine a la salida abrazando mi cuerpo mientras las gotas de mis ojos empapaban mis mejillas. Lo escuché gritar mi nombre, pero no me detuve, yo no iba a ser su juguete y él iba a tener que entenderlo.