Así fueron pasando las semanas, la anciana y la niña habían formado una rutina desde el primer día de conocerse, se levantaban al anochecer, recorrían las calles para la colecta de reciclaje, lo vendían y luego se iban al parque al amanecer para desayunar con Raúl.
La pequeña después de comer solía caminar cerca de la fuente o saciaba su curiosidad acercándose un poco a las mesas y ver a las personas jugar, ya todos la reconocían como la nieta de la anciana y aunque su nombre era un completo misterio, a veces escuchaban a la mujer decir "innominatam" que significa sin nombre.
Ella solía ver a un anciano que era el primero en llegar a las mesas posicionando las fichas entre café y cigarrillos, el hombre tenía cerca de sesenta y cinco años, siempre llegaba con un tablero de ajedrez y un gabán marrón, pocas veces soltaba alguna palabra a la pequeña, pero siempre estaba atento a sus movimientos.
Un día, al ver el continuo interés de ella se decidió a invitarla a una partida, le explicó las reglas y se pusieron a jugar, el anciano estaba bastante sorprendido al ver cómo la niña hacia estrategias que no le había enseñado, pero si había realizado en juegos previos con otras personas, cuando ella dio el último movimiento para eliminar al rey éste la detuvo.
-Espera un momento pequeña, si estás a punto de acabar con el rey de tu contrincante debes decir jaque mate-
Ella solo se quedaba mirándolo, sabía que debía hacerlo pues todos lo hacían, pero no soltaba una sola palabra y al ver que ella no diría nada él pensó en otra forma de mejorar la comunicación.
-Hagamos algo pequeña astuta, da un golpe cuando estés en jaque y dos cuando sea jaque mate ¿entendido?-
Ella solo asintió con la cabeza y tuvieron otra partida, esta vez el anciano decidió ir un poco más serio con sus jugadas, de esa manera podría saber qué tanta atención le había prestado en este tiempo.
Fue entonces cuando él descubrió que la pequeña sabía más de una estrategia y táctica, las cuales había aprendido solo con ver jugar a todos, al parecer ella llevaba más de una sorpresa encima en medio de su mutismo. Al terminar la partida, la niña se retiró de la mesa e hizo una caminata hacia la fuente viendo algunos animales pasear por allí.
-¿Qué pasa vieja chimenea, acaso la niña te comió la lengua?- preguntó la anciana.
-No sorella, creo que esa pequeña es más inteligente de lo que parece, dime la verdad, ¿en dónde la encontraste? Porque ese cuento de que es tu nieta no es cierto-
La mujer se quedaba viéndolo muy serio y le contó cómo encontró a la niña, el hombre quedó perplejo por lo que le había dicho y pensó que quizás si era mejor que se quedara con ellos, así que entre los ancianos y Raúl se hicieron cargo de cuidarla, pero todo el tiempo iba a donde se dirigiera la mujer.
Tres meses más pasaron y un día la pequeña despertó como de costumbre, pero esta vez no encontró a la anciana, se le hizo extraño pues ella nunca se iba de esa manera, aunque en el día no sabía qué hacía, ya que ella dormía luego de visitar el parque escondiéndose entre cajas de cartón para que no se le acercaran.
Al ver que ya todo estaba solo y la anciana no volvía, la pequeña salió e hizo su recorrido como de costumbre, llevaba una caja alargada que le había dado la mujer para que recibiera y entregara el dinero proveniente de otras personas, así no tendrían que acercarse y tocarla, de esa forma, luego de recoger el reciclaje lo vendió y le dieron un poco de dinero por este.
Ella guardó muy bien su caja entre sus prendas y con ello se fue al parque a ver si encontraba a la anciana o si Raúl sabía de ella. Al llegar, ahí estaba él junto al anciano con el que jugaba y estos cuando vieron a la niña le pidieron que se sentara, pero ella solo se quedó de pie frente a ellos y ambos hombres suspiraron con gran pesar.
-Pequeña, será mejor que no la esperes, ayer en horas de la tarde fue atropellada y el conductor salió huyendo del lugar, murió instantáneamente según dijeron los paramédicos-
El anciano debió tragar fuertemente ese nudo en su garganta para no derrumbarse frente a ella al contarle la trágica noticia.
-Mira, sabemos que ella no era realmente tu abuela, si lo deseas, podemos indicarte a dónde ir para que cuiden de ti hasta que seas adulta, por desgracia no podemos llevarte con nosotros, así que es todo lo que podemos hacer por ti- dijo Raúl con ese acento italiano tan marcado y aunque intentaba mantener sus palabras firmes, a veces el dolor le ganaba quebrando su voz.
-Lamentamos mucho tu pérdida, de alguna u otra forma ustedes eran unidas, ten presente que ella siempre veló por tu bienestar entre lo que podía y te quiso mucho hasta el último momento- dijo el anciano
La niña los escuchaba con mucha atención, en efecto había pasado cuatro meses viviendo con ella en ese callejón, tenía ya una rutina y ahora no le quedaba nada ni nadie, estaba sola nuevamente.
Ellos esperaban que la pequeña llorara, preguntara algo o reaccionara de alguna forma diferente a la usual, pero no lo hizo, pues muy en el fondo ella conocía mejor que cualquiera el significado de la muerte.
Extendió sus manos hacia Raúl, él la miró extrañado observando una caja alargada y estiró su mano hacia ella, entonces, a cierta altura giró la caja dejando caer el dinero que había ganado esa mañana y los hombres quedaron un poco extrañados ante ese gesto.
-¿Entendiste lo que te dijimos pequeña?- preguntó Raúl
Ella asintió con su cabeza y se sentó en el suelo junto al banco esperando a que Raúl le entregara el desayuno como siempre hacía, el hombre ante tal acto le devolvió el dinero dejándolo cerca de ella, se acercó a su puesto y sirvió todo como siempre para entregárselo a la niña.
-Quédate con el dinero que lo vas a necesitar, por hoy no te preocupes que invito yo- le dijo con una suave sonrisa.
La niña tomó el dinero y se dispuso a comer en lo que el anciano preparaba el tablero en esa misma banca para jugar una partida con ella, así se les fue gran parte de la mañana sin mencionar palabra alguna hasta que ya era hora de irse.
-Vamos pequeña, te acompañaré hasta el lugar al que sueles ir para que no estés sola, igual mantendré la distancia así que no te preocupes- dijo el anciano con mucha ternura.
La niña estaba un poco inquieta por eso, pero no llegó a demostrarlo, espero a que el abuelo recogiera todo, se despidió de Raúl y partieron hasta el callejón. Cuando llegaron, el hombre veía cómo ella levantaba el cartón y acomodaba todo de una forma muy hábil para que nadie se dispusiera a husmear.
-¿Tú hiciste ese campamento?- preguntó el anciano.
Ella asintió con su cabeza dejando al hombre entre orgulloso y sorprendido al conocer algo más de esa pequeña, ya estaba a punto de esconderse para dormir cuando él la detuvo una vez más.
-Pequeña, te esperamos mañana para el desayuno, ten mucho cuidado por favor, descansa-
Ella de nuevo asintió y se escondió entre el cartón, de no ser porque la había visto entrar, pensaría que no había nadie en ese sucio lugar. El hombre se fue camino a su casa pensando en lo que había visto, le daba pesar la situación de ella, pero a su vez, sabía que no era mucho lo que podía hacer, no tenía recursos y ella no confiaba lo suficiente en ellos como para irse a vivir con alguno.
A la mañana siguiente ocurrió lo mismo, los hombres estaban allí dialogando entre cigarrillos y café hasta el arribo de la niña.
-Buenos días pequeña, espero que hayas podido descansar, sé que no es mucho lo que podemos hacer, pero esperamos que estas cosas puedan servirte algo-
El anciano había llevado un abrigo de mujer color vino el cual la cubriría por completo de las bajas temperaturas, también le entregó una bufanda y un gorro de lana. Raúl por su parte le entregó un maletín con un poco de ropa y unos botines que le quedaban algo grandes, le explicaron cómo ponerse todo y ella así procedió a hacerlo sin importarle que la vieran o el lugar donde estaban; provocando en ambos hombres un rubor en su rostro y éstos giraron sus rostros para no verla.
-Por Dios santo niña, eso no puedes hacerlo aquí, alguien puede mal interpretarlo y nos ganaríamos muchos problemas- dice Raúl bastante nervioso.
Sin embargo, ella no se detuvo, se colocó las prendas y luego hizo sonar las monedas en su caja, al voltearse los hombres para verla le entregó el dinero a Raúl, él de nuevo las rechazó y le entregó un café y unos sándwiches que había preparado para ella, lo comió todo y salió a dar una caminata por la fuente unos minutos.
La pequeña veía su reflejo, cada que lo hacía aprendía algo nuevo en su cuerpo, siempre había visto sus cicatrices, pero nunca había visto su rostro hasta ese momento en que había ido al parque por primera vez, era un descubrimiento fascinante para ella quien había nacido una curiosidad por el mundo insaciable.
Los hombres por su parte estaban muy al pendiente de ella como siempre, el anciano veía que ella se sentaba y se quedaba mirando al agua haciendo algunas ondas con sus dedos.
-¿Crees que esté afligida por lo que le dijimos?-
-No sé Raúl, con ella nunca se sabe, pero quizá si lo esté, a fin de cuentas, esa mujer era quien más permanecía a su lado y dada su historia, es triste saber que estará sola nuevamente-
Luego de su caminata, se fue con el anciano para jugar una partida en ese mismo banco y no en la mesa como solían hacerlo, él al ver que se dirigía hacia ellos había empezado a preparar todo para cuando llegase.
Al terminar, la pequeña recogió todas sus cosas dispuesta a irse, el anciano le dijo que la acompañaría nuevamente, pero ella lo rechazó y se retiró sin decir nada, se giró a ver a los hombres una vez más y luego se fue perdiéndose en la distancia.
Los hombres no sabían ni qué decir hasta que el anciano se puso de pie para estirarse y encender un cigarrillo, fue entonces cuando un ruido llamó su atención, una pequeña cruz de plata yacía en el suelo y a lo que él la recogió, vio una cajita encima de uno de los termos de café, se lo señaló a Raúl y al ver este el contenido se percató de que tenía el p**o de cuatro desayunos y un extra.
Ambos hombres se quedaron extrañados y preguntándose ¿en qué momento la pequeña había dejado las cosas allí si no le gustaba que se le acercaran?
-Supongo que esta es su despedida, solo espero que pueda sobrevivir, es una pequeña excepcional que ha pasado por mucho sufrimiento- dijo el anciano mientras veía la cruz con melancolía.
-Así parece ser, solo nos queda rezar por ella y esperar que Dios sea quien la proteja en su camino para que no pase por males mayores- dijo Raúl.
La pequeña no volvió al parque, se dedicó a caminar por las calles sin un trayecto fijo evitando a la gente, buscando comida y reciclaje, y a veces, cuando encontraba algún animal o un niño más pequeño, les daba de lo poco que tenía para que estos no murieran de hambre.
No tenía un rumbo en la vida, no sabía de dónde había salido ni cuál era su destino, lo único que la acompañaba eran los dolorosos recuerdos y un presente inestable para una mente muy perturbada y carente de amor.