Domingo por la mañana, Zuna palpó la otra mitad de su cama y al darse cuenta de que estaba vacía, levantó la cabeza y parpadeó un par de veces para darse cuenta de que Greibiel no había llegado en toda la noche. No pensó que se quedaría fuera toda la noche. A tientas, buscó el móvil y le marcó. Del otro lado, la operadora le respondió y ella, suspirando, tiró el móvil a un lado y agarró el teléfono de la casa. —¿Mi esposo está en casa? —¿Su esposo? — Preguntaron del otro lado. —Sí, estúpida. ¿Greibiel llegó? —El señor Greibiel no está en casa —, sin decir más, la empleada colgó. Zuna se sintió furiosa porque la empleada le había colgado. Resopló maldiciones y pensó en lo que le diría cuando bajara, mientras se dirigía al baño. Se dio un baño y al salir encontró a Greibiel en el vestid