El ambiente en la mansión familiar era tenso. Las cortinas pesadas cubrían las ventanas y el silencio era casi insoportable mientras. Betsy, estaba parada en la otra punta de la mesa, a unos cuantos pasos se encontraba Greibiel, quien la observaba con el ceño fruncido. Lo que había escuchado le dejó en trance por unos segundos, al reponerse cuestionó.
—¿Qué dijiste?
—Lo que escuchaste: soy la viuda de Jordán Coleman—, Greibiel soltó una carcajada, la cual contagió a Zuna.
—No es broma, señor Coleman—, expuso el abogado de la familia —La señora Betsy Russell, es la esposa legítima del señor Coleman, por lo tanto, ella y sus hijos son los únicos herederos.
—Me rehúso a creer que mi abuelo se haya casado con esta... mujer. Por dios, le dobla, mejor dicho, le triplica en edad—, seguía sin creerlo, volvió a leer el documento —Esto tiene que ser una jodida broma.
En silencio, Greibiel volvió a leer el documento “Declaro que dejo como heredera de todos mis bienes y propiedades a mi esposa, Betsy de Coleman”
Lo revisó más de diez veces, queriendo encontrar una falla, no obstante, el documento parecía ser legal y aquello lo hizo explotar en una furia indomable. Sus puños se cerraron con fuerza y sus ojos reflejaron un resentimiento que no pudo ocultar.
-¡Esto no puede ser! ¡Ella sólo era una mocosa cuando se fueron de aquí! ¡Mi abuelo no pudo casarse, menos dejarle todo! ¡yo soy el único familiar que le quedaba!
—Pues créelo—, dijo sin titubeos —Si tu abuelo no te dejó nada, por algo será ¿No lo crees? — Comentó posando la mirada en la mujer cerca de Greibiel; Zuna, la esposa del antes nombrado.
«Jordán Coleman no tenía intenciones de convertirla en esposa para sus beneficios sexuales. Jamás pasó por su cabeza que esa niña fuera su esposa de verdad. Solo estaba asegurando el futuro de ella, sobre todo, de su conglomerado.
Estaba convencido que dejar su fortuna en manos de Greibiel sería como regalarlo. En los años que llevaba conociendo a su nieto, sabía que era un joven bueno, pero muy ingenuo cuando se enamoraba. Aunque sabía que Bet era una inexperta, prefería dejarle todo a ella y sus hijos, antes que regalar su fortuna a la hija de su enemigo. El rechazo del viejo Coleman hacía Zuna Valdeón, era porque esta, era hija de uno de sus enemigos, aquél que lo dejó postrado en la silla de ruedas. Antes de que muriera, se aseguraría de que la hija de ese insecto no tocara su dinero.
Era cierto que Bet estaba muy joven y desconocía de negocios. Pero él se encargaría de prepararla, para cuando muriese, ella tomara el control.
A medida que los niños crecieron, había algo en ellos que le sumergían en una duda. No tenía fotografías de Greibiel cuando era niño, pero si tenía de su hijo. Al ser este parecido a su nieto, y el parecido que estos niños tenían con los dos antes nombrados, más con la historia que Bet le contó, el viejo Coleman se atrevió a llamar a su nieto.
—¿En qué habitación te sueles quedar cuando vas a Norcovi?
—En la sesenta y seis, abuelo ¿Por qué la pregunta?
—Por nada—, dijo y se despidió.
—¿Solo me llamaste para ver en que habitación duermo cuando voy a Norcovi?
—Si—, dijo y colgó.
Estaba tan ansioso por saber si eran sus bisnietos, que el día en que pretendía realizar las pruebas de ADN se encontró con la muerte».
Greibiel hizo ademán de caminar hacia la chimenea, pero se detuvo antes de llegar —No puedo creer que mi propio abuelo me haya dejado a un lado de esta manera. Desde que descubrió que era su nieto, he trabajado como una mula, cuidé de él cuando estuvo enfermo, y ahora me excluye de su testamento como si no hubiese existido—, rechinó los dientes como caníbal —¿Entonces para qué? ¿Para qué carajos realizó esa prueba de ADN? ¿Por qué coño me reconoció como su nieto si me iba a hacer esto? —, resopló ofuscado.
El abogado aclaró la garganta y dijo: —Aun hay otra parte del testamento por tratarse, pero esa la leeremos solo los tres—, en pocas palabras, Zuna estaba de más.
—¿Y que espera para leer esa otra parte? ¿Dónde está? Porque en ese documento no lo encontré.
—Tu abuelo sabía que te pondrías así. Por eso me aconsejó “"Redacta esta parte en otro papel, porque al escuchar que todo será para mi esposa y sus hijos, Greibiel te arrancará el documento” Fueron sus palabras.
—¿Y qué dice en esa otra maldita otra parte? — Estaba más que indignado.
Bet lo sabía, por eso suspiró profundo. No se arrepentía de haber firmado, tenía mucho que agradecerle al viejo Coleman, aun cuando la obligó a contraer matrimonio, ella estaba llena de gratitud por lo que había hecho por sus hijos y ella.
—Pídele a tu esposa que se retire.
—No, mi esposa no saldrá. Lo que tengas que decir dilo delante de ella.
—¿Estás seguro de que quieres que lea la otra parte del testamento frente a ella?
—Si—, dijo determinante.
—Bueno, si así lo quieres— que más daba que leyera esa otra parte. Si ya había dicho que le dejaría todo a esa mujer y los bastardos de esta. El abogado aclaró la garganta —Yo, Jordán Coleman, en pleno uso de mis facultades mentales y consciente de la inminencia de la muerte, declaro este documento como mi última voluntad y testamento. Deseo expresar claramente mis deseos y decisiones finales respecto a la distribución de mis bienes y propiedades.
En primer lugar, quiero dejar constancia de mi sincero amor y aprecio por mi nieto, Greibiel. Durante esos años vividos con él, hemos compartido innumerables momentos que atesoro en mi corazón. Sin embargo, en vista de ciertas circunstancias particulares, he tomado una decisión que puede parecer inusual y posiblemente controvertida.
Por medio de este testamento, exijo a mi querido nieto, Greibiel, que contraiga matrimonio con mi amada viuda, la señora Betsy de Coleman, como condición para poder heredar su correspondiente parte de mi patrimonio—, Greibiel soltó una carcajada, rio como un loco dejando a todos con los oídos sordos.
—Es broma ¿Cierto?
El abogado ignoró la pregunta y continuó —Es importante subrayar que esta condición no es producto de ninguna animosidad hacia Greibiel, sino más bien una decisión basada en el deseo de mantener intacta la herencia y asegurar un futuro estable tanto para él como para mí esposa. Entiendo que esta condición pueda resultar chocante o incluso injusta para algunos, pero al hacer esto tengo como objetivo principal mantener la continuidad y felicidad en la vida de aquellos que más amo. La señora Betsy Russell ha sido mi compañera de vida en estos últimos años. Quiero enfatizar que mi intención no es imponer a Greibiel una decisión que vaya en contra de su voluntad o que atente contra su felicidad.
—¿CLARO QUE ATENTAS CONTRA MI FELICIDAD! - gritó como si su abuelo pudiera escucharlo —¡Estoy casado, carajo!
—No estas casado, Greibiel—, expuso el abogado dejándolo en trance —Los papeles los firmaste. La empleada los encontró y se los entregó al señor Coleman. Este me pidió que sacara unos falsos y los dejó en su sitio.
Zuna se levantó inconscientemente, lo escuchado le pareció inaudito —Pero ese viejo estaba completamente loco. Como pretende que mi esposo se case con su viuda, ¿Qué tipo de hombre hace eso? ¿acaso no pensó en lo asqueroso que es casar a su nieto con su esposa?
—¡No le faltes el respeto a la memoria de mi esposo! —, bramó Bet.
—¡Tú, no le hablas así a mi esposa! —, Rugió Greibiel fulminándola con la mirada.
—Yo le hablo como se me dé la gana. Tú no vas a venirme a decir como hablar en mí casa—, ante la respuesta de Bet, Greibiel volvió a quedarse en trance. Recordaba el día que sacó a esa mocosa del pueblo, maldijo en sus adentros el momento en que la ayudó.
—¡Eres una mal agradecida, te saqué de ese miserable pueblo y te salvé de que el miserable de tu hermano te casara! ¿Y es así como me pagas? — Bet se quedó en silencio, recordando a su hermano y aquellos tiempos. Quizás se hubiera sentado a continuar remembrando esa vida en que su hermano la quería, pero lo dicho por Greibiel hizo que ese bonito recuerdo desapareciera y fuera remplazado por la ira —Veo que eres igual que tu hermano, una maldita traidora y trepadora.
—¡No, aquí la trepadora es tu flamante esposa! — Se acercó a Greibiel apuntándole con el dedo —Y no vuelvas a maldecirme, porque conocerás una parte de mí que no conoces.
—¿Qué? ¿También me abrirás las piernas como a mi abuelo? — Dicho eso una sonora cachetada sonó en la mejilla izquierda de Greibiel.
Este quiso írsele encima, no obstante, los dos hombres que acompañaban a Bet, lo agarraron —A mí me respetas, insolente.
La mirada con sumo desprecio al mismo tiempo acariciaba su mejilla amortiguada —Greibiel—, le puso la mano en el hombro el abogado —Cálmate para terminar de leer el testamento —, con un movimiento, quitó la mano del abogado y dijo de forma fulminante
—Que se joda ese puto testamento, no pienso cumplir las estupideces que el viejo a pedido. Que le busque otro esposo a su... esposa, porque yo, ya tengo a la mía—, dicho eso salió. Zuna se levantó y fue tras de él.
—Greibiel espera—, se detuvo al pie de las gradas y miró soltando un suspiro a su esposa. Ahora que recordaba lo que el abogado decía, tenía que comprobar si en verdad estaba divorciado de Zuna —¿No pensarás renunciar a todo y dejarle a esa vividora lo que por derecho te pertenece?
—Claro que no pienso dejarle todo, voy a buscarme un abogado e impugnar ese testamento.
—¿Es cierto que firmaste el divorcio?
—Rompí los papeles cuando volviste.
—Entonces ¿Por qué aseguran que no estamos casados?
—No lo sé—, suspiró ofuscado al ver salir a Bet. Esta ignoró a las dos personas paradas frente a ella. Acomodó su corto cabello y con elegancia abrió la puerta para marcharse.
Greibiel parecía quererla asesinar con la mirada. Si no hubieran estado esos dos hombres presentes, él le habría apretado el cuello hasta que Bet perdiera la razón.
Bet por su parte entró al coche, por un momento sintió que estaba haciendo mal al separar una pareja que se amaba, pero al recordar lo que el viejo Coleman le contó, dejó de sentir lástima por esos dos. Lo que sintió fue fastidio de tener que cuidar al nieto de su esposo, siendo ya grandote.
Llegó al hotel, sus hijos la recibieron con un gran abrazo. Ella los llenó de besos y apapachos.
—¿Qué hicieron mis niños?
—Dimos un paseo con la Nana.
Platicaron por largo rato, luego Bet se acercó a Eloísa.
—¿Como fue todo ahí?
—Como te lo puedes imaginar—, suspiró —Estaba tan molesto, parecía que ya me golpeaba.
—Nunca haría eso. El señor Greibiel fue muy educado por su abuela. ¿Vio a la señora Eva? —, negó.
—Lo último que supe, ella se fue al pueblo—, pensar en ese pueblo la hizo suspirar.
—¿Piensa volver algún día?
—Claro que pienso volver. Lo que más quiero es volver y ver arrastrándose a mis pies a Greco, Gisel y Anggie
Pensar en esos tres también le trajo recuerdo de aquel hombre —¿Están listas las maletas? —, Eloísa asintió —Entonces vamos. Tenemos una casa esperando.
Eloísa temía por la inseguridad de los niños, sabía que convivir con Greibiel y Zuna, sería sumamente complicado, más que todo para los niños. Aunque conociendo en lo leona que se había convertido Bet, la preocupación se le fue, porque esta no permitiría que nadie se metiera con sus hijos.