Sicilia, Italia
Nilo
Después de casi una sepulcral hora de vuelo donde nadie quiso decir nada llegamos a la paradisiaca isla de Sicilia y aunque imaginé varios lugares como destino, nunca se me pasó por la mente que un lujoso auto esperaría por nosotros en el aeropuerto, tampoco que llegaríamos a una mansión tan grande como el Seminario, o quizás el doble, ni que seríamos recibidos como si fuésemos personas importantes.
—Señor Monteiro, tiempo sin verlo, no cabe duda de que la vida es benevolente con usted —dijo una mujer de quizás treinta y cinco años estrechando su mano.
—Lo mismo digo, aunque, por lo que puedo apreciar, a usted la ha tratado mejor que a mí —comentó galante sonrojándola, aunque ella no pareció derretirse como otras mujeres ante sus encantos—. Permítame presentarlos,
