Marcela Me despierto con mi reloj biológico, y al ver la hora en mi reloj digital que está sobre la mesa de noche, me dan ganas de morirme. Ya era medio día, y en Rusia ya era de noche, aunque no muy tarde. Deben de ser las ocho de la noche, así que todavía tengo tiempo para hablar con Vlad. Hoy estamos a 26 de diciembre, así que no tengo nada por hacer. Mis papás y mi hermano están en la finca, dándose un respiro del ambiente de la ciudad, y aunque me convidaron a que los acompañara, en realidad no quise. Voy al baño y me hago toda mi rutina de lavado e hidratación facial antes de tener mi videollamada con Vlad. No es que él no me haya visto con mi cara de recién levantada, pero aun así quiero verme un poquitín presentable. Incluso me enrulo un poco las pestañas. Pero justo ante