Vicenzo Entro a la casa, sudoroso y hambriento, y veo a papá persiguiendo a Antonella por el pasillo de habitaciones para que se bañe, mientras que Luciano y Santino preparan el desayuno. Los gemelos están en la sala jugando con la pelota, todavía en pijama, cuando saben que no pueden hacerlo ya que pueden partir alguna de las preciadas esculturas de papá, así que intento quitarles la pelota, pero Gianluigi me esquiva y me lanza el balón en la cara. Le hago mi cara de asesino, esa que me sirve para intimidar a mis víctimas, pero mis hermanos ya están tan acostumbrados a mí, que ni miedo les doy. —¡Te voy a enseñar a respetar, mocoso! —le gruño, y corro hacia él y me le lanzo como jugador de fútbol americano, pero con el cuidado de no aplastarlo totalmente. —¡Ah! ¡Papá! —grita Gia