Shomara aún está envuelta en el dulce abrazo de los sueños, perdida en un mundo donde su príncipe está a punto de revelarle algo importante. Sin embargo, la realidad se filtra en su habitación a través de los suaves golpecitos en la puerta.
Con un suspiro somnoliento, Shomara abre sus ojos, siendo recibida por la cálida luz matutina que se cuela por la ventana.
Se frota los ojos con suavidad, tratando de despertarse por completo para descubrir quién la despierta.
—Mónica —murmura Shomara, reconociendo la voz familiar de su nana. —¿Qué pasa?
Mónica, con su característica ternura, anuncia que el desayuno la espera. Shomara sonríe con gratitud mientras se sienta en la cama, agradeciendo el gesto de su nana.
—Buenos días, Nana —responde Shomara con una sonrisa dulce. —Gracias por despertarme. Solo dame unos minutos para prepararme y bajaré.
Con movimientos ágiles, Shomara se levanta de la cama y alcanza a Mónica antes de que salga de la habitación, envolviéndola en un abrazo.
Mónica se gira para encontrarse con la mirada de Shomara, devolviendo la sonrisa con una chispa traviesa en sus ojos.
—Mí niña, date prisa. Todos te están esperando —le dice Mónica con una risa juguetona. —Hoy pareciera que las sábanas te tienen demasiado cómoda. ¿Hay alguna razón especial?
Mientras habla, Mónica le tiende una bata a Shomara, insinuando una complicidad entre ambas.
La mañana se llena de una sensación de calidez y complicidad, mientras Shomara se prepara para enfrentar el día que la aguarda.
Shomara sonríe ante la reprimenda cariñosa de su nana, Mónica, mientras se restrega los ojos adormilados.
—Nana, tú sí que me conoces. Estaba teniendo un sueño tan hermoso que, si no me hubieras despertado, ¡ya estaría casada! —bromea, contagiando la risa a su nana.
Mónica, con una sonrisa, le recuerda que el desayuno está listo y espera que no se enfríe.
Shomara se queda pensativa por un momento, aún absorta en el recuerdo de su sueño, mientras Mónica se retira con una sonrisa por las ocurrencias de su pequeña protegida.
Después de un breve momento de contemplación, Shomara se encamina hacia su baño.
Allí, se da una ducha rápida, sintiendo el agua tibia despejar su mente y refrescar su cuerpo. Al salir, se envuelve en una toalla suave y se dedica a aplicar sus cremas hidratantes con aroma a rosas, disfrutando del suave perfume que deja en su piel.
Con cuidado, elige un vestido n***o de seda con delicados estampados de rosas, resaltando su belleza natural.
Complementa su atuendo con unos zapatos negros con detalles rojos, agregando un toque de color a su conjunto. Peina su cabello n***o con los dedos, dejando que los rizos se formen naturalmente, y se observa en el espejo con una sonrisa satisfecha.
Al salir de su habitación, Shomara se desliza con gracia por el corredor de mármol, atravesando el elegante salón hasta llegar al comedor.
Allí, encuentra a su bisabuela Assia en la cabecera de la mesa, acompañada por su Tata y Sharon. Del otro lado, están su madre y su padre, quienes la reciben con cariño y le desean un buen día.
Shomara saluda a todos con efusividad, repartiendo besos y abrazos, antes de tomar asiento en la otra cabecera de la mesa para desayunar. Sharon, observando la escena con resentimiento, siente cómo la rabia crece dentro de ella al ver a Shomara ocupar el lugar que ella consideraba suyo. Sin embargo, Assia observa con orgullo el gesto de su bisnieta, viendo en ella una muestra de valentía y firmeza que la llena de alegría y esperanza.
Carmen dirige una mirada significativa hacia Assia, transmitiéndole con una sonrisa cómplice su confianza en la capacidad de su hija para asumir el desafío que se avecina.
Mientras tanto, Shomara hace señas a una de las mucamas para que le sirva su desayuno, moviéndose con gracia y elegancia en la amplia sala de estar.
El desayuno transcurre en un ambiente de camaradería, marcado únicamente por el suave tintineo de los cubiertos y platos.
Una vez que todos han terminado, se encaminan hacia el salón de estar para discutir los planes del día.
En el salón, Assia toma la iniciativa y solicita a Shomara que la acompañe al estudio.
Mientras tanto, Carmen y Ángel deben dirigirse a la empresa, saludando a los presentes antes de retirarse.
En el estudio, Assia toma asiento en la silla del escritorio, mientras espera a que Shomara cierre la puerta y tome asiento frente a ella. Con una mirada seria pero afectuosa, Assia comienza a hablar.
—Mí niña, esta mañana anuncié a todos que ya tenemos el plan organizado —comienza Assia, su tono revelando la preocupación que siente por la seguridad de Shomara. —Aunque casi no logré convencer a todos de que tú te Capítulo 14:
Shomara aún está envuelta en el dulce abrazo de los sueños, perdida en un mundo donde su príncipe está a punto de revelarle algo importante. Sin embargo, la realidad se filtra en su habitación a través de los suaves golpecitos en la puerta.
Con un suspiro somnoliento, Shomara abre sus ojos, siendo recibida por la cálida luz matutina que se cuela por la ventana.
Se frota los ojos con suavidad, tratando de despertarse por completo para descubrir quién la despierta.
—Mónica —murmura Shomara, reconociendo la voz familiar de su nana. —¿Qué pasa?
Mónica, con su característica ternura, anuncia que el desayuno la espera. Shomara sonríe con gratitud mientras se sienta en la cama, agradeciendo el gesto de su nana.
—Buenos días, Nana —responde Shomara con una sonrisa dulce. —Gracias por despertarme. Solo dame unos minutos para prepararme y bajaré.
Con movimientos ágiles, Shomara se levanta de la cama y alcanza a Mónica antes de que salga de la habitación, envolviéndola en un abrazo.
Mónica se gira para encontrarse con la mirada de Shomara, devolviendo la sonrisa con una chispa traviesa en sus ojos.
—Mí niña, date prisa. Todos te están esperando —le dice Mónica con una risa juguetona. —Hoy pareciera que las sábanas te tienen demasiado cómoda. ¿Hay alguna razón especial?
Mientras habla, Mónica le tiende una bata a Shomara, insinuando una complicidad entre ambas.
La mañana se llena de una sensación de calidez y complicidad, mientras Shomara se prepara para enfrentar el día que la aguarda.
Shomara sonríe ante la reprimenda cariñosa de su nana, Mónica, mientras se restrega los ojos adormilados.
—Nana, tú sí que me conoces. Estaba teniendo un sueño tan hermoso que, si no me hubieras despertado, ¡ya estaría casada! —bromea, contagiando la risa a su nana.
Mónica, con una sonrisa, le recuerda que el desayuno está listo y espera que no se enfríe.
Shomara se queda pensativa por un momento, aún absorta en el recuerdo de su sueño, mientras Mónica se retira con una sonrisa por las ocurrencias de su pequeña protegida.
Después de un breve momento de contemplación, Shomara se encamina hacia su baño.
Allí, se da una ducha rápida, sintiendo el agua tibia despejar su mente y refrescar su cuerpo. Al salir, se envuelve en una toalla suave y se dedica a aplicar sus cremas hidratantes con aroma a rosas, disfrutando del suave perfume que deja en su piel.
Con cuidado, elige un vestido n***o de seda con delicados estampados de rosas, resaltando su belleza natural.
Complementa su atuendo con unos zapatos negros con detalles rojos, agregando un toque de color a su conjunto. Peina su cabello n***o con los dedos, dejando que los rizos se formen naturalmente, y se observa en el espejo con una sonrisa satisfecha.
Al salir de su habitación, Shomara se desliza con gracia por el corredor de mármol, atravesando el elegante salón hasta llegar al comedor.
Allí, encuentra a su bisabuela Assia en la cabecera de la mesa, acompañada por su Tata y Sharon. Del otro lado, están su madre y su padre, quienes la reciben con cariño y le desean un buen día.
Shomara saluda a todos con efusividad, repartiendo besos y abrazos, antes de tomar asiento en la otra cabecera de la mesa para desayunar. Sharon, observando la escena con resentimiento, siente cómo la rabia crece dentro de ella al ver a Shomara ocupar el lugar que ella consideraba suyo. Sin embargo, Assia observa con orgullo el gesto de su bisnieta, viendo en ella una muestra de valentía y firmeza que la llena de alegría y esperanza.
Carmen dirige una mirada significativa hacia Assia, transmitiéndole con una sonrisa cómplice su confianza en la capacidad de su hija para asumir el desafío que se avecina.
Mientras tanto, Shomara hace señas a una de las mucamas para que le sirva su desayuno, moviéndose con gracia y elegancia en la amplia sala de estar.
El desayuno transcurre en un ambiente de camaradería, marcado únicamente por el suave tintineo de los cubiertos y platos.
Una vez que todos han terminado, se encaminan hacia el salón de estar para discutir los planes del día.
En el salón, Assia toma la iniciativa y solicita a Shomara que la acompañe al estudio.
Mientras tanto, Carmen y Ángel deben dirigirse a la empresa, saludando a los presentes antes de retirarse.
En el estudio, Assia toma asiento en la silla del escritorio, mientras espera a que Shomara cierre la puerta y tome asiento frente a ella. Con una mirada seria pero afectuosa, Assia comienza a hablar.
—Mí niña, esta mañana anuncié a todos que ya tenemos el plan organizado —comienza Assia, su tono revelando la preocupación que siente por la seguridad de Shomara. —Aunque casi no logré convencer a todos de que tú te expongas, mi bello Ángel siempre sabe respaldarnos y logró que aceptaran la idea.
Shomara escucha atentamente las palabras de su abuela, agradecida por la oportunidad que se le ha brindado a pesar de su juventud.
—Lela, gracias por confiar en mí —responde con gratitud. —Aunque mi edad pueda hacer que algunos me subestimen, también puede ser nuestra mejor ventaja. Si me ven como una niña tonta e inexperta, podré moverme con mayor libertad y sorprender a aquellos que nos subestimen.
Assia elogió a Shomara con orgullo materno, reconociendo sus logros a una edad temprana y su valentía para enfrentar las injusticias del mundo.
—Mi niña, has demostrado que estás preparada —expresó con admiración. —Gracias a Gerardo, has podido salvar a muchas mujeres y formar tu propio equipo, acabando con mafias de trata de blancas en países de América. Has transformado las vidas de esas niñas, brindándoles valor y dignidad.
Shomara, con convicción en su voz, compartió su gratitud hacia Gerardo y recordó el papel crucial de Margarita, su mano derecha desde los 13 años.
—Ella me mostró esa vida que no sabía que existía —dijo con sinceridad. —Gracias a Gerardo, aprendí a defenderme, y a todos los mejores instructores que me enseñaron. Hoy soy quien jamás permitiría que una mujer fuera usada por esas basuras.
Assia sonrió con ternura, reafirmando su apoyo incondicional a su nieta.
—Sabes que siempre contarás con mi apoyo —aseguró con cariño. Cambiando de tema, señaló la llegada del equipo de Shomara. —Hoy llegan a las 14 hs —anunció.
—Se encontrarán en nuestro galpón de aterrizaje, donde serán distribuidas según lo acordado. No veo la hora de reunirme con ellas y que tú las puedas ver, ya que te adoran.
La emoción palpable en la voz de Shomara reflejaba su ansiedad por reunirse con su equipo y continuar su misión de justicia y redención.
La complicidad entre abuela y nieta se manifestaba en cada palabra, fortaleciendo su vínculo y su convicción compartida de hacer del mundo un lugar mejor para todas las mujeres que habían sido víctimas de la crueldad y la explotación
, mi bello Ángel siempre sabe respaldarnos y logró que aceptaran la idea.
Shomara escucha atentamente las palabras de su abuela, agradecida por la oportunidad que se le ha brindado a pesar de su juventud.
—Lela, gracias por confiar en mí —responde con gratitud. —Aunque mi edad pueda hacer que algunos me subestimen, también puede ser nuestra mejor ventaja. Si me ven como una niña tonta e inexperta, podré moverme con mayor libertad y sorprender a aquellos que nos subestimen.
Assia elogió a Shomara con orgullo materno, reconociendo sus logros a una edad temprana y su valentía para enfrentar las injusticias del mundo.
—Mi niña, has demostrado que estás preparada —expresó con admiración. —Gracias a Gerardo, has podido salvar a muchas mujeres y formar tu propio equipo, acabando con mafias de trata de blancas en países de América. Has transformado las vidas de esas niñas, brindándoles valor y dignidad.
Shomara, con convicción en su voz, compartió su gratitud hacia Gerardo y recordó el papel crucial de Margarita, su mano derecha desde los 13 años.
—Ella me mostró esa vida que no sabía que existía —dijo con sinceridad. —Gracias a Gerardo, aprendí a defenderme, y a todos los mejores instructores que me enseñaron. Hoy soy quien jamás permitiría que una mujer fuera usada por esas basuras.
Assia sonrió con ternura, reafirmando su apoyo incondicional a su nieta.
—Sabes que siempre contarás con mi apoyo —aseguró con cariño. Cambiando de tema, señaló la llegada del equipo de Shomara. —Hoy llegan a las 14 hs —anunció.
—Se encontrarán en nuestro galpón de aterrizaje, donde serán distribuidas según lo acordado. No veo la hora de reunirme con ellas y que tú las puedas ver, ya que te adoran.
La emoción palpable en la voz de Shomara reflejaba su ansiedad por reunirse con su equipo y continuar su misión de justicia y redención.
La complicidad entre abuela y nieta se manifestaba en cada palabra, fortaleciendo su vínculo y su convicción compartida de hacer del mundo un lugar mejor para todas las mujeres que habían sido víctimas de la crueldad y la explotación
Gracias por seguir apoyando me y esperó no defraudar las . Que tengan un lindo día. CARPEN DIEM ❤️