Shomara, con un brillo de esperanza en sus ojos, recibe a sus seis amigas en la sala de reuniones.
Cada una de ellas carga consigo una historia de dolor y sufrimiento, pero gracias al esfuerzo conjunto de Assia, su madre, y ella misma, han logrado escapar de un destino de tormento y desesperación.
Por solicitud expresa de Shomara, Assia fundó una casa de ayuda para mujeres en una provincia de Argentina.
En su corta vida, Shomara y su madre han salvado a casi 600 niñas y mujeres que fueron víctimas de abusos y secuestros desde temprana edad.
La fundación no solo ofrece tratamiento psicológico, sino que también brinda educación y oportunidades laborales.
Aquellas que se gradúan reciben una beca de la empresa Daye&Dix para estudiar en cualquier universidad del mundo, garantizando así un futuro justo y prometedor. Otras han sido reintegradas a sus familias, cambiando incluso su lugar de residencia para proteger su identidad y evitar que sean rastreadas por sus verdugos.
Shomara lidera un equipo compuesto por tres jóvenes de 18 años, su mano derecha, Mariana, de 23 años, conocida como Margarita, y dos mujeres de 30 años.
Cada una de ellas es conocida por el nombre de una flor, un símbolo de renacimiento y belleza en medio de la adversidad.
La historia de Valeria, también conocida como Violeta, es particularmente conmovedora. Shomara la encontró llorando desconsoladamente en un parque llamado Talampaya, en la provincia de La Rioja, mientras disfrutaba de un día con su madre, Carmen.
La joven, apenas de la misma edad que Shomara, parecía sumida en una tristeza abrumadora en medio de la belleza natural del lugar. Con compasión y empatía, Shomara se acercó a ella para consolarla, mientras Carmen observaba con preocupación desde la distancia. La madre de Shomara, al ver la escena, se unió a ellas, ofreciendo su apoyo y calidez a la joven desconocida, ansiosa por saber qué la afligía tanto.
Cómo llevaba agua, Carmen le ofreció un vaso a la niña para ver si así lograba calmarla. Mientras ella bebía, poco a poco parecía recobrar la compostura. Finalmente, entre sollozos, la niña compartió con ellos la razón de su angustia: su hermana mayor había sido invitada a participar en un concurso de modelaje. Carmen frunció el ceño, temiendo lo peor para la joven.
Decidieron invitar a la niña a comer algo para distraerla. Aunque al principio se negó, Shomara, con su persistencia característica, logró convencerla. Al llegar al restaurante, la niña se quedó maravillada ante la opulencia del lugar. Las mesas estaban adornadas con delicados manteles blancos y floreros repletos de flores frescas, creando un ambiente relajante. La decoración estaba enriquecida con una variedad de cuadros que mostraban paisajes exquisitos, transportando a la niña a lugares que jamás había imaginado.
Los llevaron a una mesa donde la camarera entregó el menú a Carmen para que pudiera hacer el pedido. Después de que la camarera se retirara, Carmen, con compasión en su voz, se dirigió a la niña. — Pequeña, ¿cuál es tu nombre y cuántos años tienes? —preguntó con gentileza.
La niña, angustiada pero agradecida por la amabilidad de Carmen y Shomara, respondió: — Me llamo Valeria y tengo 15 años—. Shomara tomó su mano con suavidad, transmitiéndole un sentido de seguridad y protección.
Carmen, con una sonrisa reconfortante, le preguntó a Valeria qué le gustaría tomar y comer, asegurándole que no tenía que preocuparse por los gastos. La niña, con humildad, expresó su agradecimiento por la ayuda recibida.
Shomara hizo un gesto a su madre, Carmen, indicándole discretamente que la moza se acercara para hacer el pedido. Con una sonrisa amable, la moza se aproximó a la mesa.
— ¿Ya han decidido qué van a pedir? —preguntó la moza con cortesía.
Carmen asintió con la cabeza y procedió a hacer el pedido para las niñas: dos batidos de banana con un tostado de jamón y queso.
Para ella misma, pidió un Capuchino Suizo, manteniendo una expresión serena pero atenta mientras la moza tomaba nota y se retiraba para preparar los alimentos.
Con cautela, Carmen trató de indagar qué le pasaba a la niña. — ¿Por qué estabas en el parque? —preguntó con suavidad.
La niña, visiblemente angustiada, confesó que había seguido a su hermana hacia el lugar donde fue citada y presenció cómo la subían a unas chicas a una trafic blanca junto a su hermana. Justo cuando estaba a punto de continuar su relato, la moza regresó con el pedido, sirvió los alimentos y se retiró.
Shomara, intrigada por la historia, preguntó con curiosidad: — ¿Por qué estabas en el parque?.
La niña explicó con voz temblorosa que había intentado seguir a la camioneta, pero solo pudo llegar hasta allí antes de que el vehículo acelerara y se alejara. Desde entonces, había estado esperando la llegada de su hermana, pero no había regresado, llenándola de miedo y preocupación.
Carmen, con amor y dulzura, prometió que haría todo lo posible por encontrar a su hermana, tratando de calmar los temores de la niña.
Shomara, al observar la preocupación en el rostro de su madre, se dio cuenta de que algo no estaba bien. Su instinto maternal la impulsaba a actuar, preparada para enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en el camino de su familia.
Carmen y Shomara, con la esperanza de encontrar a la hermana perdida de Valeria, persuaden a la joven para que se una a ellas en su búsqueda.
Con la promesa de apoyo y solidaridad, convencen a Valeria para que se una a su expedición.
Mientras caminan juntas hacia el hotel, Carmen aprovecha para llamar a su padre, el General Gerardo, y ponerlo al tanto de la situación.
Pide que se prepare una cama adicional en la habitación de Shomara para que Valeria se sienta acompañada y reconfortada en un momento tan difícil.
Al llegar al hotel, Valeria queda sorprendida al ver la elegancia del lugar.
Gracias por su dedicación y esfuerzo por leerme , me encantan sus comentarios. Espero sigan disfrutando y regalado me sus me gusta, sigan comentando.
Esperó tengan un hermoso fin de semana
un abrazo a la distancia y como siempre les digo CARPEN DIEM ❤️.