Amaia le miró, le miró directamente a los ojos y, Bastián sintió que su alma se salía, sintió que la densidad del aire se volvía pesada, tan pesada que la respiración se le dificultaba. Los ojos de Amaia, iluminados por la reciente confesión a su jefe sobre la traición de su sobrina y esposo, no lograban ver casi nada. Ni siquiera se había dado cuenta de la cercanía en la que estaban. Bastián podía sentir cada latido de su corazón, cada respiración entrecortada. Los ojos de Amaia, húmedos por las lágrimas contenidas, reflejaban una mezcla de dolor, vulnerabilidad y algo más, algo que Bastián no se atrevía a nombrar. Bastián sintió la necesidad de abrazarla, era algo que no tenía retorno, él la abrazaría, por primera vez sentiría su cuerpo contra la suya. El impulso fue tan fuerte, tan ab