Amaia se dio una ducha, quitando cualquier rastro de sal que su cuerpo hubiera producido en lo que fue su día laborable. El agua tibia se deslizaba sobre su cuerpo mientras sus pensamientos estaban perdidos en lo que sería esa noche. Su corazón, el cual no latía de esa forma hace mucho tiempo, ahora parecía bombo en desfile, latiendo con tanta fuerza que, parecía salirse de su órbita. Estirando la mano, Amaia cerró la ducha, pasó sus delgadas manos por su cabello empapado de agua y, la deslizó, quitando así el exceso de agua que se había acumulado en sus cabellos. Seguido, agarró la toalla y la envolvió en su cuerpo, agarró otra y la colocó en su cabeza, para quitar cualquier residuo de agua que hubiese quedado. Caminó descalza por el piso de mármol, pasó por el vestidor que estaba cub