El sol de la tarde se colaba por las ventanas del aula, proyectando sombras alargadas sobre los pupitres vacíos. La mayoría de los niños habían salido al patio para disfrutar del recreo, llenando el aire con sus risas y gritos de alegría. Sin embargo, en un rincón apartado del salón, Alesso permanecía sentado, con la mirada perdida en el horizonte que se vislumbraba más allá de la ventana. A sus ocho años, Alesso parecía cargar con un peso invisible sobre sus pequeños hombros. Su rostro, habitualmente alegre y vivaz ahora mostraba una seriedad impropia de su edad. Sus dedos jugaban distraídamente con un lápiz, mientras su mente vagaba por recuerdos que parecían pertenecer a otra vida. En su memoria, las imágenes de días felices se reproducían como una película en cámara lenta. Veía a su