Necesito poder conseguir el dinero a como dé lugar, y sé que si le digo a mi madre lo que haré, ella no me dejará, pero por ahora con todo lo que debo pagar, lo único que puedo hacer es rogar que no me agarra la policía. ─pensó mientras veía desde fuera una caravana oxidada y algo aparatosa, camina a ella decidida a decir que sí.
Con una peluca castaña con ondas, con lentillas color marrón y unos lentes tocó la puerta de esa caravana algo oxidada, mirando a su alrededor esperando que no la asesines o le roben las pocas pertenencias.
─Creí que no querías ser parte de esto. ─dice Tara sentada sobre las piernas de su novio de turno, un caribeño con fachas de hippie, que no deja de tocarla por todos lados como si le diera masajes permanentes.
─Estoy dentro, o no. ─se sienta en un sillón viejo, pero ciertamente el sillón más limpio del lugar.
─Claro que sí, bonita. ─sonríe el tipo bajo Tara, lo que la hace sentir incómoda, pero su amiga lo toma por el rostro y lo besa de una manera que llega a ser repugnante para Isabella después de los primeros tres segundos.
─¿cuándo lo haremos? ─pregunta mirando al suelo, lo último que quiere es seguir viendo el acto asqueroso que Tara y su novio conocen como beso, es suficiente con sus repugnantes sonidos.
─casi te lo pierdes. ─dice sacando un pedazo de papel algo sucio con una dirección. ─esa es la dirección, ve y diles que "el pelusa" te manda, y ya sabes... no te olvides de mi comisión. ─dice sacando de su bolsillo un cigarro hecho por él.
─¿ustedes no irán?, ¿yo iré sola? ─los ve a los dos. Tara sonríe al verla asustada.
─Nosotros estaremos afuera, él conduce y yo vigilo. ─dice acariciando a su novio, es casi como si se lo presumiera a Isabella.
─Creí que...
─¿Te has visto en un espejo?, podrías pasar como una de ellos, y nadie lo notará. ─aclara el novio del turno mirándola de pies a cabeza.
─No, se supone que lo haríamos los tres, no solo yo. ─insiste.
─No lo harás solo tu, pero si entrarás solo tú. ─la señala con su cigarro encendido.
─¿Y qué es exactamente lo que debo hacer? ─pregunta ya dejando un poco de su miedo a un lado.
─Esta es la dirección, y esta la lista de empleados para ese día. ─dice al entregarle una hoja. ─una vez dentro, te cambiarás de ropa y te vas a mezclar entre la gente, y cuando nadie te vea, entrarás en la habitación principal y tomarás las joyas que puedas y cuando nadie te vea saldrás, nosotros te esperaremos fuera, y repartiremos en premio entre los cuatro. ─sonríe frenético, cegado por los efectos de la marihuana.
─Creí que era algo serio, esto es demasiado tonto, no lo haré. ─se levanta del sillón y caminó hacia la puerta, pero se detiene al escuchar un arma recargando.
─Ahora que sabes el plan, ya no te puedes retirar. ──dice y ella voltea despacio.
─No le diré nada a nadie, no tienes...
─No sabías nada, y ya ni siquiera eras parte del plan, hasta que llegas y preguntas, ahora que lo sabes todo no tienes opción. ─insiste Tara de pie junto al tipo.
─Tara...
─Mi chica tiene razón. ─la toma por el trasero, lo que ha ella parece gustarle. ─estás dentro, o aquí te quedas. ─dice mirando su arma.
─Bien. ─dice de mala gana. ─lo haré. ─continúa su camino a la salida.
─Sé donde vives, y donde trabajas, ¡no lo olvides! ─dice Tara entre risas mientras Isabella se va.
¡¡Demonios!! ─pensó mientras caminaba de camino a la puerta, con la mirada fija en el basurero en la entrada, al ver una de las jeringas que estaban en el suelo, no pudo evitar pensar en su madre, y lo que se venía para ella si no era parte de ese plan. No quiere hacerlo, se niega a ir a prisión y abandonar a su madre en ese hospital, pero sabe que solo tiene dos opciones, o corre el riesgo de ir a prisión, o su madre se quedará sin el tratamiento experimental.
─Bien. ─se voltea. ─Lo haré, pero seré muy clara. ─dice viendo como Tara celebra nada discreta con su novio al estar ella incluida. ─lo hago, se reparte por igual lo que consiga dentro, y no nos volveremos a ver. ─aclara.
─No seas tonta. ─ríe a carcajadas algo tambaleante. ─Trabajamos en el mismo lugar, ¿lo olvidas?, ¡somos putas! ─grita como celebración.
─No. ─aclaró su voz con una sonrisa hipócrita. ─bailarinas, no putas. ─dice saliendo del lugar, para por fin poder dar un respiro al estar fuera. Quería llorar, pero incluso el hecho de pensarlo le causaba culpa al sentirse vulnerable y odiaba hacerlo.
Tomó un taxi y fue a la universidad, necesitaba que la vieran en la universidad y que al menos un par de horas simulara seguir allí, además podía aprovechar y pedirle unos apuntes a Lexi, que siempre le solapaba todas las ausencias, y a veces hasta sentía por ella.
No puedo creer que aceptara el plan de Tara, soy una tonta, pero ya no puedo retractarme, ahora solo puedo seguir el plan y cuando por fin lo haga tomaré un par de cosas para mi y les daré el resto, así si ellos no me dan una buena parte yo tendré lo mío.
Aprovecha un cambio de color en el semaforo para quitarse el abrigo enorme que traía al ver a Tara, así ocmo la
Estacionó su auto un poco alejado, a tres calles de la entrada de la universidad, ya que esta es de clase media alta, y para no solo evitar ser burla de los demás, ella no quería que nadie reconociera nada de lo que ella hacía por las noches, y el auto era parte de esto.
Con tenis blancos, un vestido color menta acampanado y corto, con el cabello recogido y poco maquillaje caminó con paciencia hasta la universidad para no sudar. Caminó hasta el estacionamiento y se quedó de pie junto a un auto de lujo, y esperó que alguien más llegara, para fingir que acababa de salir de allí, y pudieran verla.
Al ver que un mustang n***o se estacionaba en un lugar reservado caminó hurgando en su bolso, como si acabase de bajar del auto, caminó mirando de reojo esperando saber quien la había visto, cuando chocó con un hombre alto, cabello azabache de seda, ojos azul celeste, cejas pobladas, era visualmente perfecto, o esa fue la conclusión instantánea que sacó Isabella al verlo.
─Disculpa, ¿estás bien? ─se apresuró a preguntas este apuesto desconocido para ella.
─Si. ─titubeó un par de segundos. Se revisó enseguida a sí misma visualmente. ¡que diablos! ─Exclamó para sí misma al arrugando el entrecejo al sentir lo inexplicablemente nerviosa que se puso con la sola mirada de aquel torpe desconocido.
─¿Causando caos a tu paso, cariño? ─preguntó una igualmente hermosa pelinegra curvilínea de ojos azules al acercarse al desconocido.
─No la vi, lo siento. ─se disculpó aún de pie frente a ella.
─¿Estás bien? ─insistió ahora ella en preguntar con una voz angelical.
─Si, gracias. ─levantó la mirada a la chica.
Bueno, pensé que este nuevo semestre iba a ser agradable, pero si la gente es igual de torpe que este par, ya no me está gustando. Y pensar que me faltan cinco semestres para poder graduarme. Bueno, por lo menos sé que no destacaría en el lugar, parece estar lleno de modelos.
─Déjame invitarte un café o algo... ¿estudia aquí? ─preguntó apenado el joven desconocido.
─Deberías ver la cara de cachorro asustado que tienes. ─bromea otro hombre que acaba de llegar, quien lo abraza efusivo a la joven.
─Te extrañé mucho. ─suspira.
─Y yo a tí, pero recuerda lo que acordamos. ─dice mirando a su alrededor.
Sin decir una palabra Isabella camina por el estacionamiento a paso acelerado dejando a los tres desconocidos atrás.