Rita González pasó como un espectro frente a la puerta de la oficina de Gonzalo, gritando el nombre de sus dos amigos. Al parecer llevaba tiempo buscándolos. El detective salió rápido a su encuentro y la llamó. La chica se devolvió y les preguntó dónde se habían metido. Hank y Mina cruzaron unas miradas de complicidad y la chica de cabello de fuego intervino: “Ah, ya entiendo…” No sabían que había entendido, pero algo insinuaba su tono. Bajó las escaleras, advirtiendo que ella había terminado ya su trabajo y que quería volver a su casa. Hank le ofreció un aventón. Antes de irse, él y Mina empujaron un pesado librero sobre el hueco que daba al cuarto subterráneo. Los tres salieron a la calle. La púgil lluvia se había retirado, pero las calles estaban repletas de charcos, ramas que habían si