Varios agentes de la policía resguardaban la entrada de la casa de Gonzalo mientras los investigadores de Reflejos revisaban cada rincón, en busca de pistas. Entre el revoltijo de cosas no encontraron ni una huella digital, ni un cabello. Nada. Ni un solo indicio de quién pudiera ser el culpable del crimen.
–Seguramente el asesino entró, Gonzalo, en su intento de salvarse, tiró todo a su paso mientras corría… tal vez para detener a su atacante - decía Márquez a Hank mientras revisaba minuciosamente las mesitas de la sala.
Hank se quedó en silencio, meditando. Con su mirada observó el panorama. Todo estaba patas arriba, como si un tornado hubiera pasado por allí. ¿Alguien tendría tiempo de mover cada objeto si lo atacaran?
–No… aquí hay gato encerrado- respondió “Si yo fuera un simple asesino…” se dijo en su mente “… iría directamente a matar… si yo fuera una víctima trataría de defenderme con mi fuerza o con un arma…” – ¡Lo tengo!
–¿Qué? – pregunto Márquez, exaltado.
–El asesino no solo quería matar a Gonzalo, sino que también buscaba algo… es por eso que todo estaba desordenado. Seguramente cuando el asesino entró, el jefe corrió a la habitación a buscar un arma, pero sabía que tenía poco tiempo, así que decidió escr… se detuvo de golpe.
–¿Decidió que?
Hank había resuelto no contarle a nadie lo de los mensajes, Estaba seguro que Gonzalo le había dejado una misión importante y que de haber querido que todos se enteraran no lo hubiera citado aquella noche en su casa, por eso tenía que guardar el secreto. No sabía si podía confiar en alguien.
–Decidió esconderse, pero no tuvo tiempo pues el ignoto interrumpió y le dio tres tiros, siendo la bala que atravesó su corazón la que lo mató. Después de eso el criminal se dispuso a buscar lo que necesitaba, sin preocuparse si desordenaba algo o no, y luego entré yo.
–Brillante- dijo su compañero perplejo. –Brillante.
Ambos se perdieron en sus pensamientos. Hank trataba de unir varias piezas en su mente: ¿qué había querido decirle Gonzalo? Aún no descifraba el mensaje… “porque en realidad aquí nada es lo que parece, la niña desa…” La niña des…
¿Desgarrada? ¿Destruida? Podía tratarse de cualquier cosa… Des… des… a menos que… Un breve momento de iluminación apareció en su mente, estiró sus neuronas para atraparlo pero la voz de Márquez destruyó todo.
–¿Recuerdas algo del asesino?
–Sí… recuerdo todo, de hecho – respondió frustrado.
Apretó sus ojos y volvió cuatro noches atrás; la herida se sintió al rojo vivo. Apareció de nuevo en esa misma casa y se vio a él subir las escaleras, escuchó perfectamente los tiros, sintió de nuevo el dolor del golpe en la espalda y vio a aquel maleante más claro que la primera vez: iba cubierto de pies a cabeza de ropa negra: pasamontañas, lentes de sol, sudadera, guantes, pantalón y botas. Lo vio huir por la calle mientras se perdía en la oscuridad y todo se esfumó. Le contó todo con lujo de detalle a Márquez. “No tenemos nada” dijo este cuando Hank terminó de hablar.
–Bueno… – añadió segundos después. – Con eso de la ropa queda más que confirmado que fue algo planeado con anterioridad.
Era verdad, pero Hank sabía eso desde antes. La conversación cesó y siguieron buscando pistas invisibles.
Abad subió las escaleras, entró a la habitación de su jefe y la observó. Era amplia, alfombrada con tela suave como la seda de color azul. Había una gran ventana que daba a calle. Se acercó y vio que pocos coches transitaban. Al alejarse de ahí, su brazo se atoró con la cortina y la tiró.
–Que mier…
Se detuvo. Entre la tela había un pequeño cuadro de papel. Hank lo levantó y lanzó un chillido. Había olvidado por completo el golpe de la espalda y el estómago. El médico le dijo que no era grave, que se recuperaría pronto y le recetó unas pastillas para el dolor y la inflamación. Observó la pequeña hoja y se dio cuenta que era otra vez ese temible sello. Al reverso tenía el nombre de “GONZALO.” En su mente lo asaltaron las preguntas… Sabía que si el sello estaba ahí era por alguna razón… y seguramente no sería lo único que habría en esa habitación. Hank comenzó a hurgar en los cajones, abrió el del costado de la cama y sacó un montón de papeles.
–Recibo de la luz… teléfono… pague antes del 19… se ha realizado el depósito bancario con éxito…. ¡Aja!
Volvió a toparse con el misterioso sello impreso en un pedazo de papel; era una carta… un recado, al parecer.
“Gonzalo:
Espero que estés bien. Hoy cumplimos 17 años de conocernos. Espero que nuestra alianza esté más fuerte que nunca. El propósito de este mensaje es comunicarte que te esperamos hoy en nuestra junta, a las 11. Hasta entonces.”
Hank quedó absorto. Una reunión. El sello. ¿Acaso Gonzalo no era quien aparentaba? Alianza. ¿Era parte de…?
–¿Hank? – interrumpió alguien desde la puerta. - ¿Qué estás haciendo?
El detective se giró rápidamente y se sentó sobre los papeles. Con el pie cerró el cajón de madera, sin hacer ruido.
–Cormac… revisaba si el asesino había intentado llevarse algo, ya sabes, para descartar o no si fue un robo a mano armada. – mintió.
–Ah… - soltó, cansado. – está bien.
Hank le preguntó a dónde iba, desviando así la conversación a un extremo menos peligroso para él. “Venía a buscar pistas en esta habitación, pero veo que ya estás en eso” respondió el muchacho. “Te dejo para que sigas.” Cuando Cormac desapareció, el detective tomó todos los papeles, los guardó en su chaqueta para llevarlos a casa y poder leerlos sin temor. Salió a la calle y notó que en la acera contraria un sujeto sospechoso lo observaba. Movió sus pies más rápido mientras sentía la adrenalina correr por sus venas. ¿Sería el asesino volviendo a la escena del crimen? ¿Había ido a terminar ahora con Hank? Llegó rápidamente a su casa y cerró la puerta con llave. “…Creo que esta farsa no puede continuar, tarde o temprano alguien nos descubrirá. Recuerden, el miedo es un arma y como a cualquiera se le agotan las municiones.”
Hank se dispuso a leer todas las cartas que había podido tomar. Algunas estaban escritas por el jefe, otras por un sujeto desconocido, probablemente el asesino. Todo se había vuelto más confuso. El asunto había dado un aterrador giro; ahora no se trataba de un simple asesinato, sino de algo grande, y el detective podía intuirlo.
“¿Ahora tienes miedo? ¿Crees que no somos capaces de controlar la situación? Hemos sido competentes para engañar al pueblo por años, de hacer que hagan lo que queramos… son como unos pobres perros sirviéndonos sin darse cuenta. Nosotros mandamos y se hace lo que digamos, Gonzalo. ¿Quién nos va a detener? Todos creen esa farsa. Todos acatan la orden y están de acuerdo con ella. ¿Acaso temes que esos pobres jóvenes que les dicen a sus madres que todo es una vil mentira van a destruirnos? Puedes decirme si es eso, la solución es fácil.”
Alto. La carta hablaba en plural. ¿Era más de un asesino? Hank se perdía cada vez más en el laberinto que comenzaba a surgir. No tenía idea de que hablaban; simplemente había demasiadas mentiras que los arcanos creían como para poder pensar en una… aunque creía saber de una en especial…
“Las cosas no son así, tú lo sabes…”
El teléfono hizo saltar a Hank de la cama. Con el corazón acelerado corrió y contestó.
–¿Quién habla? – preguntó. No hubo respuesta. - ¿Hola? ¿Hay alguien?
–Hola Hank – saludó una voz grave.
–¿Cormac? ¿Eres tú?
–No, no soy él.
Los dedos del detective estaban helados. ¿Le estaban jugando una broma? ¿Era todo parte de un juego?
-¿Quién eres… entonces?
–Eso no importa – soltó de manera cortante y añadió. – Estoy al corriente de que estuviste en la casa de Gonzalo la noche de su asesinato.
La sangre de Hank quedó completamente congelada. Solo había dos personas que, según él, sabían lo de la cena con el jefe: Cormac y el mismo Gonzalo.
¿Quién podría ser entonces el que llamaba? ¿El asesino? Con voz potente preguntó:
–¿Quién eres?
–Sé que tienes muchas dudas sin responder, pero no te las has llevado todas. No puedo enviártelas por email, es peligroso. Estamos siendo vigilados, Hank, nos siguen. El momento más seguro para entregártelas es a la media noche, ¿me entiendes? Media noche… seguro ellos estarán ocupados a esa hora. Te veo en el parque de los tres soles a esa hora. Recuerda, estoy de tu lado. – concluyó y colgó. El pitido que señalaba el fin de la llamada sonaba con eco dentro de la mente de Hank. “¿No me he llevado todas? ¿Las notas? ¿Iré? Puede ser algo importante ¿Y si es una trampa? Tendría que volver a romper el toque… bah, eso no importa… No le temo a la noche… Debo ir, tal vez obtenga más pistas sobre este enrollo.”