–¿Quieres verlo con tus propios ojos? – Rita rompió el silencio . Hank afirmó y siguieron adelante. Llegaron a la escena del crimen, frente al altar y debajo de una enorme cúpula de detalles preciosísimos en forma de enredadera gótica y oscura. – Es horrible. Sentado en la banca había un c*****r. Estaba destrozado. Los orificios en donde se supone van los ojos estaban vacíos; los parpados estaban desgarrados. Los dientes se asomaban en una boca abierta que expresaba sufrimiento. Su desnudez facilitaba el reconocimiento de los hematomas que cubrían su abdomen y su pierna derecha. Los muslos estaban completamente rasgados y tenía un tobillo roto. El cabello estaba inmóvil, petrificado por la sangre seca que seguro había emanado del gran corte que partía el cráneo en dos. La sangre que algu