Los truenos habían desterrado a la lluvia, pero la feroz tormenta juró venganza, y cumpliría su palabra pronto. El c*****r ya era ajeno a cualquier batalla climatológica, oculto en un compartimiento oxidado en la morgue más cercana de Arcana. Tuvieron que desempolvarla para darle una digna bienvenida al muerto. En cualquier momento comenzaría la autopsia. Ramón Aventura entró en la oscura habitación, se colocó sus guantes de látex y el cubre bocas tapó la mitad de su cara. Hizo un ágil movimiento de dedos, los llevo hasta una manija y deslizó con suavidad la puerta. Acercó la camilla y atrajo el cuerpo hasta que cayó rendido en la plataforma que lo esperaba. Estaba listo para su última batalla. Doña Cecilia cruzó sus enormes brazos y los dejó caer sobre el mostrador. El cristal se agrietó