Límites

1138 Words
Cuando la imaginación no tiene límites, roza los espacios intangibles de la muerte. Abrí la puerta de la calle. Ella estaba allí, parada frente al portal. –Me habías dicho que no vendrías más a verme–dije con todo el sarcasmo que me era posible. Mientras estaba frente a ella, su mirada reflejaba deseo, ansiedad y un dejo de miedo –¡No sé qué hago aquí!, yo no debería estar aquí, mejor me voy–dijo con voz temblorosa; intentaba escabullirse hacia la salida. Rápidamente la tomé por el brazo con firmeza, lanzándola contra la pared. Dejó escapar un quejido de dolor, al golpearse. Mas no se movió, salvo por sus estremecimientos involuntarios que mostraban el miedo que debía estar sintiendo. –Ya estás aquí y yo sé a que viniste– le dije, sujetándola por el cuello. Podía sentir como se estremecía y eso elevaba mi morbo y mi deseo, su respiración se aceleró al sentir mi mano apretando con fuerza. Toda su piel se encontraba erizada, todo su ser estaba en mis manos. Sentía que podía hacer con ella lo que quisiera y no tendría oposición alguna. La halé y condujé hacia la sala. Ella me siguió sin decir nada, la obligué a arrodillarse con mi mano sobre su hombro. Ella se dejó caer sabiendo lo que se avecinaba, me inclino para besarla agarrándola por el mentón, la beso con fuerza, mientras la sostengo por el cabello. Cuando vi que se estaba emocionando, la separé de mí: –Dame tus manos–le dije con firmeza. Ella las levantó sin demora, las tomé con las mías y las puse sobre mi pantalón. Ella se encargo del resto, ya sabía exactamente qué hacer y cómo hacerlo. En pocos segundos mi pantalón estaba en al suelo y ella dejaba entrar y salir una y otra vez mi pene en su boca. Su manera de felar era increíble, por supuesto, yo le había enseñado a hacerlo. Durante muchos encuentros le había explicado con detalle cómo desempeñarse para complacerme, ahora era toda una veterana en el arte del sexo oral. La tomo del cabello y me afinco hasta provocarle arcadas. Aun así no muestra desagrado o necesidad de que me detenga. Saqué mi pene de su boca y le dije: –Saca la lengua–una vez más lo hizo sin demora, y sin cuestionar mis órdenes. Con mi falo, golpié su lengua, su boca húmeda de saliva se sentía muy suave. La levanté del suelo y metí mi mano bajo su falda; justo como lo imaginaba, toda su ropa interior estaba mojada. Recordé brevemente uno de nuestros encuentros pasados, donde me dijera: –Recuerdo que no me gustaba el sexo oral, me parecía desagradable. Los hombres con los que estuve en el pasado me generaban ciertas náuseas a la hora de hacerlo, no sé si era por su higiene o el sabor de su lubricante seminal, era desagradable. Pero al hacértelo a ti lo disfruto mucho, tu pene me resulta hermoso, no sé si es por estar circuncidado. El olor y el sabor de tu cuerpo y tus fluidos me excitan mucho. Después de eso siempre metía mis dedos en su v****a, cuando me hacías sexo oral, sólo para confirmar que era cierto. Una de esas veces, pude ver como sus propios fluidos corrían por sus piernas, mientras yo le tocaba y ella usaba su boca para darme placer. La coloqué de espaldas a mí e inclinándola sobre la mesa, bajé su ropa interior y entré en su cuerpo vigorosamente. Ella dejó escapar un profundo gemido mientras se agarraba de la mesa. Yo la penetraba con toda la fuerza de la que disponía, haciendo sonar nuestros cuerpos al chocar. No, no quería hacerle el amor, no quería romantizar el momento, quería cogerla; quería que su v****a no deseara aventurarse a buscar otros hombres. Con el pensamiento de que ninguno la podría satisfacer, quería que me sintiera hasta lo más profundo de sus entrañas. Ella gemía, jadeaba, gritaba, ponía las manos en mis muslos con la intención de contener las acometidas que le daba. Solté su cuello y sujeté sus dos manos detrás de su espalda; ya no podía defenderse. Al agarrarla de esa forma podía afincarme aún más dentro de su cuerpo: “Siénteme, quiero partir tu v****a en dos pedazos, quiero que me supliques que me detenga porque el placer te va a volver loca” pensaba. Ella a veces gemía, a veces gritaba. ¿Acaso puedes venir aquí simplemente a decirme que te vas de mi vida? Yo sé que no puedes, yo sé que me amas tanto como deseas no hacerlo. Yo sé que tu cuerpo te va a traer a mí siempre, aunque tu mente diga lo contrario. ¿Para qué pierdes el tiempo intentando alejarte de mí? ¿Acaso crees sinceramente que puedes estar sin mí? Cada uno de esos pensamientos hacia que incrementara mi fuerza al penetrarla y agarrarla; pude notar que ya sus piernas temblaban, tomándola por el cabello la levanté de la mesa de un sólo tirón. La conduje hasta mi habitación, prácticamente arranque toda su ropa y la lancé sobre la cama. Abrí sus piernas y comencé a lamer los labios de su v****a, mientras introducía mis dedos buscando su estallido orgásmico. Ella sólo podía aferrarse a la cama, sus ojos se ponían blancos y sus gemidos se intensificaban: –¡Por favor, métemelo!– dijo casi sin voz. Levanté sus piernas hasta el pecho nuevamente, penetrándola con toda mis fuerzas. Apretaba sus senos, mordía sus pezones, la volvía a tomar por el cuello. Esse momento vienen a mi mente los recuerdos de nuestro último encuentro; un flaybacks de imágenes y sonidos que se vuelcan en mi cabeza: –¡Ya no puedo estar contigo!–me decía– me haces daño, no te importa nada de lo que me pasa, no eres atento, puedo desaparecerme un mes y eres incapaz de escribirme un estúpido mensaje, yo no puedo con tus intermitencias y cuando nos vemos aunque el sexo sea increíble después de cogerme puedes dormirte sin siquiera decirme nada, sólo despiertas a buscar comida porque te da hambre, pero no me invitas a cocinar contigo, no tienes ningún gesto dulce conmigo, no eres capaz ni de dedicarme una frase bonita. –En este momento, si quiero hacerte daño, quiero que tu v****a grite de tanto placer, que olvides las estupideces que siempre me dices, tú vienes a mí buscando placer, no dulzura. Yo nunca te ofrecí esas cosas, yo sólo te ofrecí sexo desde el principio. ¿Por qué tienes que complicarlo todo? ¿Qué más quieres de mí? ¿Quién es capaz de cogerte así como yo? ¿Por qué tu afán de complicar las cosas que son tan simples? Aún espero tu maldita respuesta Bianca.
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