Cómplice de mis secretos.

2020 Words
ASHER. — ¿Ya me dirás por qué ayer tenías la cara llena de harina? —preguntó mi papá. Bebí un poco de mi trago e hice tiempo para pensar lo ridícula que iba a sonar aquella historia. Un día atrás Logan y yo llegamos de nuevo a la pista de hielo para encontrarnos con nuestros padres como habíamos dicho, pero yo tenía el cabello lleno de harina y, aunque me había limpiado, aún quedaban rastros en mi cara. Por supuesto que me preguntaron qué pasó, casi no me quité de encima a mi mamá y a Camille el resto de la noche, pero no revelé nada de lo ocurrido y Logan mantuvo silencio conmigo. Ahora que me preguntaba mi padre, bueno, las cosas cambiaban porque él era el cómplice de mis secretos; cada travesura, cada aventura y cada mentira que había dicho, él la conocía y siempre me cubría en cada una, me apoyaba y me aconsejaba cómo hacer mejor las cosas. Realmente mi papá no tenía distinciones entre sus cuatro hijos, pero a mí me gustaba creer que teníamos una conexión más allá de la paternidad o el lazo sanguíneo, era algo mucho más fuerte. —Cuando estuve en la estación de policías había un chico y su hermana fue por él… —Ah, una chica… —dijo, como si eso lo explicara todo. —No es lo que crees —aseguré. Dejé mi vaso sobre la mesa del jardín del club y miré a mis hermanas y mi mamá varios metros más allá de nosotros—. No tenía ningún problema con ella hasta el día que Logan, Camille y yo fuimos a un bar hace varios días. Me la encontré ahí y me acusó de empujarla al suelo. —No lo hiciste ¿Cierto? —preguntó con el ceño fruncido. —Por supuesto que no —respondí muy indignado de su falta de confianza—. ¿Qué clase de pregunta es esa, papá? —Lo siento, tenía que preguntar. Continúa. —Bueno, pues ella hizo que nos echaran del lugar por culpa de su mentira. Ayer la encontramos por casualidad y le exigí una disculpa. Me la debía ¿cierto? —no esperé que me respondiera—. Se puso completamente loca y me arrojó harina en la cara —el recuerdo me hizo enojar—. ¡Es muy odiosa! Hablas con ella y es como hablar con una pared, no escucha, todo el tiempo está enojada y cree tener la razón de todo. Sus ojos son los de un demonio. Y esa expresión tan engreída no hay quien la quite. Y deberías escucharla hablar, es insoportable —recuperé el aire que había dejado salir rápidamente y me percaté de que mi papá me miraba de forma extraña; el cuello me empezó a picar con incomodidad—. No me veas así. Y ni pienses lo que estás pensando. Él me miraba como si yo fuera un niño, y quizá estaba actuando como tal, pero todo era culpa de Gwen. —Esa chica ya está en tu cabeza… —Como una pesadilla —lamenté. —Como lo quieras ver, ella ya está en tu cabeza —repitió—. Y cuando alguien se mete a tu cabeza sin que lo esperes, es muy difícil darte cuenta, pero es el primer paso para la perdición. —Ahí va de nuevo la historia de tu fugaz amor por mi mamá —me burlé un poco. Aunque sin duda admiraba el amor de mis padres, eran cómplices, compañeros, amigos, amantes, los años continuaban pasando y no dejaban de ser todas esas etiquetas. Su amor y compañerismo era algo que pocas veces se tenía la oportunidad de ver. —Cuando conocí a tu mamá se metió en mi mente sin que me diera cuenta —recordó, de un modo soñador, muy diferente a su habitual semblante—. De verdad, tu mamá ahora es como una brisa del desierto, nadie puede ignorarla, pero antes era un torbellino en la ciudad. Cuando empezamos a conocernos no me di cuenta de cuándo me enamoré de ella y, por supuesto, tu mamá me puso las cosas bastante difíciles. —No tanto, se fueron a vivir juntos sólo meses después —le recordé—, porque estaba embarazada de mí, pero al final de cuentas fue sencillo. No tuvieron ninguna prueba de por medio. Él hizo una expresión para estar de acuerdo conmigo. —Como sea, ten cuidado con esa chica —retomó el tema, con una sonrisa más grande—. Cuando un Cavanagh se enamora no hay marcha atrás. Y ella suena como un torbellino en la ciudad. —Más bien como un terremoto que nadie quiere que ocurra —pensé—. Espero no encontrarla nunca más, he tenido suficiente de ella. Y, por supuesto, no me voy a enamorar. — ¡Cavanagh! —mi papá y yo volteamos, pero sabía que lo llamaban a él. Un hombre muy, muy anciano, pero con más energía que yo, llegó a nosotros y se estrechó la mano con mi papá cuando ambos nos pusimos de pie para recibirlo—. ¡Cuánto tiempo sin verte, hijo! —Qué gusto verlo, señor Pickers. —Creo que no te veía desde el funeral de tu madre hace un par de años —mi papá asintió y supe que no lo hacía muy feliz la mención, a mí tampoco, porque la abuela Vi era la última de mis abuelas y perderla fue más duro que perder a mis bisabuelos cuando yo era niño—. ¿Cómo has estado? —Aparentemente no tan bien como usted ¿Cuál es el secreto de la juventud? —Disfrutar la vida, Logan. Sólo eso. Y quizá el alcohol o un pacto con el diablo, porque el señor Pickers parecía tener ambas cosas. —Déjeme presentarle a mi hijo Stephen —dijo mi papá. Era curioso que mi papá solía presentarme con el nombre del abuelo que nunca conocí a las personas que consideraba importantes, como si quisiera resaltar mi presencia, era algo que también me gustaba. —Un placer conocerlo —saludé. El hombre me observó de arriba a abajo. — ¿Él es tu hijo mayor? —No. La mayor es Camille, está por allá con mi esposa y mi hija más pequeña, Hanae —señaló a la primera fila junto a la alberca donde las chicas estaban peinando a mi mamá con dos trenzas—. También tenemos a Logan, él está en la alberca, compite el día de hoy. —Tienes una gran familia, lo contrario a tu padre —señaló. Volvió a verme a mi con sus ojos de águila y me sonrió con sus dientes amarillos—. Tienes una gran carga sobre tus hombros, Stephen. Tu padre y tu abuelo levantaron completamente un imperio. ¿Ya estás en la Universidad? —Ya está —respondió mi papá en mi lugar—, pero no nos preocupa el legado o el imperio. Mis hijos saben que pueden hacer lo que deseen. —Conozco mi responsabilidad —dije yo, sólo porque no quería avergonzar a mi padre—. Me esforzaré para llenar los zapatos de mi padre algún día. Lo dije porque así esperaban escucharlo la mayoría de las personas, pero al decirlo, sentí una soga apretando mi cuello lentamente. El señor Pickers se fue después de unos cuantos comentarios más y mi papá y yo volvimos a sentarnos en la mesa, él hablaba de que el señor Pickers era amigo de mi abuelo y otras cosas que me perdí. —Papá… regresaré a la universidad —dije lentamente— y… te pondré orgulloso, seré tan bueno como Logan. —A mí no me interesa que seas como tu hermano, sólo me interesa que seas tú —aseguró. Para él quizá era fácil decirlo, amaba a mi hermano Logan, era mi mejor amigo, pero estar a su nivel, aun cuando era menor, era muy difícil y yo no estaba en la mejor posición—. Asher… sé que no te gustan los negocios —no era algo que le hubiera confesado abiertamente, pero ambos sabíamos a lo que se refería—. No tienes que volver a la universidad si no quieres, nadie te está obligando a tomar un lugar que no te gusta. —Mamá quiere que vuelva a la Universidad. —No, ella quiere que encuentres algo que te guste. Y que dejes de meterte en problemas —rodé los ojos y me acabé el trago—. Vamos con tus hermanas y tu mamá, ya casi inicia la competencia de tu hermano. Nos pusimos de pie y caminamos hacia las gradas improvisadas del club. —Por cierto, no puedo creer que uses esa camiseta —dije. Mi mamá había mandado a hacer camisetas con el tórax y la cara de Logan grabadas en ella para que las usáramos en todas sus competencias, no creo que ni siquiera a mi hermano le gustara, pero mamá nos obligaba de todas formas. Yo siempre encontraba una manera de que le pasara algo a la mía antes de las competencias. —Ya verás cuando tu mamá sepa que no traes la tuya. — ¡Asher! ¿Dónde está tu camiseta? —preguntó mi mamá unos segundos después. Mi papá se encogió de hombros y se fue a lado de su esposa, yo me quedé con mis hermanas y puse una cara inocente. —La olvidé en la casa. —Y yo la encontré en el fondo de la ropa sucia —sonrió abiertamente y me pasó la camiseta—. Apoya a tu hermano, hijo. Camille se burló de mí y yo no tuve de otra que ponerme la ridícula camiseta encima. —Oye, papá —dijo Camille con el tono que siempre empleaba cuando quería algo—. Estaba pensando que en diciembre quería irme unas dos semanas a tomar fotos al extranjero ¿Puedo? En realidad, esa pregunta significaba: ¿Me financias? — ¿A dónde? —preguntó con recelo. —Un país donde la documentación sobre la contaminación sería extraordinaria, papá. Valdría cada peso y sería una gran experiencia. —Camille, no le des vueltas… —Bangladesh —soltó. —No. — ¿Por qué? —dijo con voz chillona—. Sería una gran oportunidad para mí. — ¿Aceptas ir con alguien que te cuide? — ¡No puedo ir con un guardaespaldas! —Entonces no lo creo, es muy peligroso. — ¡Papá! —Ya va a iniciar la competencia, luego lo discuten —sentenció mi mamá, pero la competencia todavía no iba a iniciar, Logan aún calentaba fuera. —Jamás te dejará ir sola, bebita —le dije a mi hermana—. Sabes que es muy protector. —Por eso le dije cuatro meses antes, tonto —dijo con una sonrisa—. Lo irá pensando, puede que lo hable con mamá y al final… me dejará. Los hombres no entienden cómo funciona la mente. La verdad es que no, pero no se lo dije. En los siguientes minutos Logan entró al agua para nadar cien metros de estilo libre y, por supuesto, ganó, porque era el mejor en todo lo que hacía. Desde que saltó al agua mis padres gritaron su nombre, lo apoyaron de pie y cuando ganó eran los más orgullosos de todo el lugar. Resultaba algo vergonzoso ser una familia tan prestigiosa y, al mismo tiempo, tan común, pero lo cierto era que no conocía otro tipo de familia. Siempre fuimos rodeados por amor y mucha comprensión, mis hermanos y yo tuvimos absolutamente todo lo imaginable, material o no, y era muy afortunado por ello. Yo era la oveja negra de la familia, sin duda. Camille tenía reconocimientos por fotografía de diversos tipos, Hane era buena en el patinaje artístico de parejas y verla era un deleite, y Logan… él hacía todo lo imaginable en la escuela y fuera de ella. Y yo… yo daba muchos problemas. A veces sentía que debía darle más a mi familia, pero no sabía cómo.    
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