Te encontré.

2775 Words
ASHER. Fui arrojado contra el cristal y el maldito idiota huyo con el disco, pero Logan se la cobró un segundo después y también lo arrojó al cristal. Mi pequeño hermano podría ser menor, pero no en altura o fuerza, o mucho menos determinación. Hizo un punto más antes de que la campana sonara finalizando el partido de hockey. Me arrojé contra Logan para celebrar su victoria, luego lo hizo Liam y, finalmente, Avery. — ¡Qué idiotas se ven! —gritó Camille desde las gradas. No había sido un partido real, sólo uno amistoso que hacíamos con unos chicos que conocíamos, pero como Hane también ocupaba la pista de hielo, mi mamá y Camille iban a verla. —Fuera de aquí, se acabó su tiempo —dijo Hane, entró a la pista con su leotardo morado—. Es nuestro turno. Dio varios giros sobre el hielo y le sonreí. — ¿Nos vas a obligar, pequeña Hane? —retó Liam, en un modo bastante idiota—. ¿Nos perseguirás dando vueltas? —Logan y yo le dimos un golpe con nuestros palos—. ¡Auch! Era una broma. —Diviértete practicando —le dije a Hane—. Nos vamos de su pista, señorita. Le hice una reverencia y le sonreí con cariño. Los chicos y yo salimos al pasillo, pero sólo nos quitamos los casos y bebimos agua; los otros chicos con los que habíamos competido también salieron, chocaron los puños con nosotros y se fueron del lugar. —Vámonos a comer alitas —dijo Liam—. Pero fuera de la pista porque aquí son un asco. —Soy pobre —le recordé— y por tu culpa, tú me retaste en un principio. Liam se carcajeó en mi cara y me roció agua helada. —No creí que fueras tan estúpido para hacerlo. —Los dos son estúpidos —dijo Avery—. En la misma cantidad. ¿Aún no consigues un empleo? Negué, lo cual me ponía más presión porque ya habían pasado varios días desde que mi mamá me obligara a conseguir empleo y el dinero en efectivo que tenía se estaba agotando, ahorré todo lo que pude, pero estaba tan acostumbrado a tantas cosas que no podía pasar de ellas tan fácilmente. —Quiere un trabajo de ejecutivo —se burló Logan—, por eso no lo llaman. —No voy a aceptar uno de mensajero. — ¿Y qué sabes hacer? —Nada —le respondió Liam a Avery por mí—. El príncipe Asher dejó la universalidad y no hizo nada este año. —Vete a la mierda, sólo fue un año sabático, y sí hice cosas —aclaré. Había obtenido mi licencia de piloto de un motor y otras cosas que no quería compartir en ese momento—. Entraré a la Universidad de nuevo en menos de dos semanas. —Nuestro papá busca alguien para el despacho donde trabajan nuestros padres —continuó Avery; como que empezaba a caerme mejor que Liam el idiota—, puedes trabajar con él. —Estaría genial, pero no creo que mi mamá deje que alguno de mis tíos me ayude en esta travesía —lamenté. Miré hacia las gradas donde mi mamá platicaba con Camille sobre los movimientos de Hane en el patinaje, como que detectó mi mirada porque me miró de vuelta, sonrió y levantó la mano para saludarme, le devolví el gesto. Ya no estábamos enojados, ella me había perdonado en su mayoría, pero se mantuvo firme en sus órdenes. —Te gusta la electrónica ¿no? —recordó Liam, como si hiciera un gran esfuerzo—. La ingeniería y todo eso. Asentí. —El hermano de nuestra madre tiene un taller de reparación de electrodomésticos —mencionó Avery— y siempre busca a alguien. — ¿El de la barba de chivo? —preguntó Logan. Avery y Liam asintieron y se pusieron la mano debajo de la barbilla para mover sus dedos. —No ganarías mucho, pero te quitará a tu mamá de encima temporalmente. — ¿Me envías sus datos? —pedí, resignado a aceptar lo que fuera. También le di un golpe a Liam—. Por favor, dime que tu castigo es peor que el mío. —Mi mamá me mandó a una granja a trabajar cada fin de semana —se encogió de hombros—. ¿Vamos a ir a comer o no? —Yo invito —me dijo Logan cuando vio que iba a replicar, y me lo dijo como si me estuviera quejando de la cosa más absurda de la vida. — ¿A dónde van? —gritó mi mamá cuando vio que nos íbamos a los vestidores, pero su radar era impresionante. Bajó las gradas con mucha elegancia y gracia y llegó hasta nosotros. —Vamos a comer alitas, tía Livvy —respondió Liam—. ¿Vienes? — ¿No se van a quedar a ver a Hane? —preguntó, especialmente a Logan y a mí—. Ella los vio a ustedes. —Sólo está practicando —mencioné, lo cual no le gustó tanto—. Regresaremos antes de que acabe, nos encontraremos con ustedes aquí y veremos a mi papá también. —Adiós, mamá —Logan se inclinó para darle un beso en la cabeza y se alejó conmigo rápidamente. —Yo digo que mi tía Livvy debería venir con nosotros —dijo Liam ya cuando caminábamos en dirección contraria a mi mamá—, siempre le pasa algo y es muy divertida. Me cae mejor que ustedes, chicos, la verdad. Le puse el pie a Liam y cayó de bruces al suelo, le sonreí mientras él intentaba ponerse de pie de nuevo. Ya en los vestidores, nos cambiamos los uniformes hechos especialmente con nuestros apellidos; era algo que teníamos desde niños porque mi papá los había mandado a hacer para toda la familia, aunque Camille nunca quiso jugar y mucho menos mi mamá, pero con Liam y Avery habíamos formado un buen equipo. Varias bromas, golpes e insultos después, Logan condujo hasta el wings más cercano y ocupamos una mesa en la terraza del lugar, nos tomaron la orden a los pocos minutos y otra vez volvieron a molestarme: — ¿Y cómo es la cárcel? ¿Hiciste amigos? Saqué el dedo medio y se lo mostré a Liam, pero me mantuve callado. —Conoció a una chica —soltó Logan en burla; lo miré con enojo porque era algo que le había contado de forma superficial, no para que lo estuviera divulgando—. ¿Qué? ¿Era secreto? — ¿Una chica delincuente? Eso es sexy —agregó Liam. —No es una delincuente —aclaré; por alguna razón quería dejar eso en claro, aun cuando pensar en Gwen me ponía furioso—. Ella no estaba en la cárcel, sólo fue por su hermano que sí estaba en la estación. —Entonces… no es sexy… —Sí, lo es, pero no es una delincuente. —Parece que te dejó una buena impresión —Avery se recargó sobre el respaldo y cruzó los brazos sobre el pecho. —Y luego lo echaron de un bar por ella. —Hombre, no puedes guardar un secreto —me quejé con Logan, quien sólo se aguantaba la risa al ver la situación en la que me ponía. Avery y Liam me miraron muy interesados y empezaron a decir comentarios estúpidos acerca de mi peculiar interés en Gwen (aunque no les dije su nombre), y una vez que Logan contó por qué nos habían echado del club, las burlas no pararon—. No, idiotas, no me gusta esa chica. De hecho, es odiosa. La odio. —Tú eres igual —se burló Liam—. Y también te odian las chicas con las que sales. — ¿Y qué? —me crucé de brazos—. Yo no quiero salir con Gwen, nunca. Jamás. Ni aunque me pagaran. —Le estuviste preguntando a Camille sobre el club —me atrapó Logan, pero mantuve la misma posición tensa—, me lo dijo —lamenté mucho hablar con Camille en ese momento—. Aunque no sabe por qué el interés y por eso se acercó a mí. Tranquilo, no le dije nada. Era cierto, le pregunté a mi hermana si iba muy seguido a ese club o si querría ir de nuevo, lo hice sin pensar que ella sospecharía y, sinceramente, tampoco sabía por qué me interesaba exactamente. —Así que quieres ver a la chica de nuevo… —No, no como ustedes piensan. Sólo… —tenía que pensar en algo rápido antes de que me atraparan más— creo que merezco una disculpa por ser señalado como alguien que empujaría a una chica. Ella obligó a Di a pedirle disculpas, bueno, si algún día la vuelvo a ver quiero que me pida disculpas. — ¿Y de qué forma exactamente quieres que te pida disculpas? —se burló Liam. —Imbécil. —¡Ay! Creo que alguien quedó flechado. — ¿Por ella? —me burlé—. Antes corro un kilómetro desnudo. —No puede ser —dijo Logan. Él miraba desde la terraza hacia la calle, tenía los ojos brillantes y me miró como cuando éramos niños—. ¿Si la vieras de nuevo le exigirías que te pidiera disculpas? —Claro. Me tomó de la camiseta y me obligó a inclinarme sobre la mesa para ver hacia la calle. En ese momento entendí el brillo en los ojos de mi hermano. Gwen estaba en la acera de enfrente tirando unas bolsas de basura, vestía el uniforme rojo de mesera con el que la había visto la primera vez, tenía el cabello recogido y, aunque estaba lejos, sabía perfectamente que era ella. Liam y Avery también se inclinaron a mirar y los dos tenían los ojos sobre mí cuando Gwen entró a una cafetería justo frente a nosotros. — ¡Anda! ¡Ve por esa disculpa, tigre! —se burló Liam. — ¡Gracias por dejarme ver esto, señor! Todos me miraban con intensidad y sentí el reto en los ojos de cada uno. Por supuesto que no me iba a echar para atrás en ese momento. Aunque el corazón me latía muy rápido y, en un principio, no pensaba volver a ver a esa chica. Me levanté de mi silla y me di media vuelta, salí del restaurante muy rápido antes de perder esa dosis de adrenalina que me había provocado ver a Gwen. Sabía que los chicos me seguían, emocionados y riendo, pero yo sólo tenía la mente en blanco cuando entré a la desconocida cafetería y busqué con la mirada a la odiosa joven. Ella estaba limpiando una mesa vacía, aún no me veía así que me acerqué a unos milímetros detrás de ella. —Te encontré —dije. Quería decir algo mucho más interesante, quizá un insulto disimulado, pero al aspirar su aroma a cítricos me quedé desconcertado. Gwen giró y quedó frente a mí, mirándome a los ojos y sin inmutarse por la cercanía de nuestros rostros. —Lárgate de aquí —dijo. El mismo tono mandón de siempre fue el que me puso furioso de nuevo—. ¿Estás siguiéndome? —No tienes tanta suerte —respondí de forma engreída—. Resulta que te encontré casualmente y ahora quiero una disculpa. Los chicos se rieron al igual que Gwen y cada vez más trabajo me costaba dejar de sentirme tan abrumado, aunque claro está que no iba a hacerlo notar. — ¿Una disculpa por qué? —preguntó con incredulidad, no parecía nerviosa y sus ojos echaban chispas como todas las otras veces que habíamos hablado. — ¿Por qué? —repetí—. Por mentir sobre que te empujé, por tu culpa me echaron del lugar y yo sólo fui a pedirte disculpas y ver cómo estabas. —Vaya, tus problemas suenan realmente serios —se burló—, perdona si no me importan o si no quiero darte un recuerdo del que tú y tus idiotas amigos —miró a los chicos— puedan burlarse después, pero algunos tenemos que trabajar. Me empujó con su hombro y pasó de largo, provocando más risas de los chicos, se fue detrás del mostrador y sería un idiota si la dejaba ganar. Así que fui tras ella y me metí al mostrador, aun cuando huía detrás de una mesa con bolsas de harina. —Lárgate de aquí —insistió—. Quizá tú puedas hacer lo que quieras, pero este es mi lugar de trabajo y hay reglas. —Discúlpate conmigo y me iré. Me crucé de brazos frente a ella y la miré fijamente. Gwen tenía un rostro muy delgado, un mentón alzado, en la nariz tenía varias pecas suaves y los ojos de un demonio; hizo lo más inesperado, ridículo e infantil: tomó un puño de harina y me lo arrojó a la cara. Me quedé un par de segundos inmóvil, sin saber qué pasó. Y cuando me recuperé del ensimismamiento, no sé qué diablos hacía, pero le arrojé dos puños a la cara. — ¡Qué diablos! — ¡Qué diablos tú! —me quejé—. ¡Eres odiosa! — ¡Y tú eres un idiota! ¡TE ODIO! —más harina hacía mí. — ¡YO TE ODIO A TI! —le devolví el puño de harina. — ¡VETE DE AQUÍ! — ¡DISCÚLPATE CONMIGO! Nuestros rostros estaban uno frente al otro, llenos de polvo blanco y rojos de la vergüenza y la furia. Me sentía ridículo. — ¿QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ? —gritó alguien más. Un hombre anciano, gordo y con gorro de panadero entró por la puerta trasera y su cara adquirió una tonalidad carmesí—. ¡GWEN! ¿QUIÉN ES ÉL? —Mike, él… él… —ya quería verla explicando por qué me arrojó harina en primer lugar, finalmente, yo reiría al último— llegó aquí y… no sé, creo que intentaba robar. — ¿QUÉ? —grité; mi sonrisa se borró—. No, no, no. No voy a dejar que vuelvas a meterme en problemas con una mentira así. —Llamaré a la policía —dijo Mike, quien probablemente era el dueño del lugar. Gwen arqueó las cejas en mi dirección. —Bien, que llamen a la policía —estuve de acuerdo. Por primera vez dejé de mirar a Gwen y me percaté que todos en la cafetería nos miraban, mi hermano y los chicos ya no se reían, o al menos se contenían—. Aquí hay muchos testigos que saben que está mintiendo, señor. Ella está loca. —Ya la llamé y se lo explicarás a la policía porque sé que ella no es el problema. —Oh, claro que sí es el problema. — ¿Yo? Desde que te conozco sólo me has traído problemas con tu novia y tus amiguitos. —No, no. Vamos a calmarnos todos —Logan entró a este lado del mostrador y me hizo señas para que me callara—. Si vuelves a tener problemas, mamá se pondrá furiosa —me susurró—. Mire, Mike, no hay necesidad de ver a la policía —le dijo al dueño, también sacó la cartera y vi a la miniatura de mi padre—, pagaremos si hay daños… no tengo tanto efectivo, pero… —Dinero, dinero, dinero —masculló Gwen. — ¿Dos mil es suficiente? El dueño Mike miró el dinero y luego a Gwen, tomó los billetes que le ofrecía mi hermano y le dio una toalla a su empleada para que se limpiara la cara. —Fuera de aquí ya —me ordenó. No quería irme, eso haría ganar a Gwen y su expresión era bastante molesta, pero Logan ya me estaba obligando a salir del lugar. A veces me preguntaba quién era el mayor de nosotros porque sin duda él me había sacado de más problemas de los que recordaba, incluso de aquellos que no veía venir. Los chicos y yo salimos de la cafetería, Logan regresó a pagar la cuenta de la comida que habíamos dejado pendiente y esperamos su auto para irnos de ahí. Me sentía patético caminando en vía pública con la cara llena de harina, estaba furioso con Gwen y no podía sacarla de mi cabeza, pero sin duda era por el odio que crecía en mi interior cada vez que me encontraba con ella. Ahora sí, de ahora en adelante, no quería verla de nuevo nunca.   
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