ASHER.
Tuve que tomar un taxi a mi casa porque nadie de mi familia o un chofer esperaba por mí y mi auto se lo habían llevado mis padres; cuando llegué, sentía que tenía bolas en mi espalda, no me había bañado en tres días y olía como a alcantarilla, sólo quería darme una ducha y dormir el resto de la tarde.
Entré a mi casa y la paz no duró ni un segundo porque de inmediato se escuchó que gritaron:
— ¡Feliz primer día de libertad!
— ¡El ex convicto está aquí!
No sé cómo pasó y cómo mis hermanas se las arreglaron para ponerme una camiseta naranja como las que usan en prisión y gritar de felicidad por mi libertad. Sí, definitivamente estaba en casa.
—Basta —pedí de mala gana. Camille me tomó una foto con su cámara análoga y Hanaé posó a mi lado con una expresión de chica mala, mientras yo sólo mordí mi lengua y dejé que mis hermanas actuaran como locas—. ¿Ya terminaron?
—No, aún no —respondió Camille.
—El tinte te quema el cerebro —le jalé un mechón rosado y caminé para irme porque eran demasiado molestas—. ¿Y tú cuántas caídas has tenido? —le pregunté a Hane.
—Ya estás aquí —Logan iba bajando por las escaleras principales, traía sus lentes de lectura y estaba despeinado, lo cual era sumamente raro en él; se acercó a mí y me iba a abrazar, pero se detuvo—. Hueles horrible.
— ¿Por qué será? —me quejé, a él si podía golpearlo más fuerte—. Gracias por ir a verme estos días y llevarme comida decente. Ah, no. Ninguno fue.
—Mamá nos lo prohibió —dijo Hanaé—. También a papá.
Eso no me dio consuelo, pero en cierto modo me hizo sentir un poco mejor, pues pensé que mi papá definitivamente me había abandonado a mi suerte.
—Pero escuchamos que le pagó al policía para que te vigilara —me contó Logan—. Sigue muy enojada, creímos que se le pasaría al día siguiente, pero… no.
— ¡Qué importa! —dijo Camille—. ¡Cuéntanos cómo es la prisión! ¿Conociste a algún delincuente? ¿Son sexys? Dime que lo son.
—Eres muy rara —me quejé. Me quité la estúpida camiseta naranja que me habían puesto y se la di a la mayor de nosotros—. Déjenme en paz, quiero quitarme este asqueroso olor.
—Ay, cuéntanos primero.
—No, ya déjame pasar.
—Anda.
—Que no, me quiero ir a dormir.
—Creo que no vas a poder, cariño —dijo la voz de mi mamá. Iba saliendo del pasillo que daba directo al jardín, estaba muy tranquila, pero eso sólo era una fachada—. Niños, dejen a su hermano que su papá y yo tenemos que hablar con él.
—A la orden capitana —dijo Camille, se puso la mano en la frente como un soldado y apremió a Hanaé y Logan para que la imitaran, pero sólo mi hermana más pequeña le hizo segunda.
—No estoy jugando, Camille.
—Ya, lo siento —dijo mi hermana.
Camille hizo que Logan la abrazara por los hombros, porque aun siendo más chico era más alto que nosotros, y se fueron con Hane dando vueltas de carro por la casa. Mi mamá me hizo señas para que la siguiera al primer piso, directo al despacho de mi papá. Cuando entramos a su oficina, él estaba al teléfono, pero colgó un par de minutos después y fue a abrazarme, la única persona a la que no le importó mi olor.
— ¿Cómo estás? ¿Todo bien?
— ¿Ves, mamá? —no pude contenerme—. Así se recibe a un hijo que pasó tres días en la cárcel.
—No empeores las cosas —recomendó mi papá.
Mi mamá se sentó en uno de los sofás de la oficina de papá y esperó a que él y yo nos sentáramos también.
— ¿Cómo se te ocurrió robar una patrulla? —abrí la boca para intentar defenderme, pero no me dio oportunidad—. ¿Necesitabas una o sólo fue una forma de comprobar lo mal que te hemos educado?
—Liam me retó —dije—. Él dijo que…
— ¿Si Liam te dice que saltes de un puente, tú lo haces? ¿Acaso no tienes sentido común?
—Bueno, no, sólo digo que no fue mi culpa totalmente.
— ¡Claro que fue sólo tu culpa! —gritó—. Cada quien toma sus decisiones y si tú tomas unas tan irresponsables es por tu propia cuenta. De Liam ya se está encargando Addison, así que no te preocupes por él, mejor preocúpate por ti.
—Está bien ¿Cuál es mi castigo?
— ¿Ves la forma en que lo dice? —le preguntó a mi papá—. Como si sólo quitarle el auto una semana o no dejarlo salir a una fiesta fuera suficiente, es lo que te decía… él tiene que aprender una lección.
—Mi amor… tú le quieres cerrar todas las puertas —dijo él. Su plática me estaba empezando a asustar—. Somos afortunados y si podemos ayudar a nuestros hijos ¿Por qué no hacerlo? Si lo dejaras…
—Somos privilegiados, pero no siempre lo fuimos. Bueno, tú sí, pero creciste con una responsabilidad en tus hombros. Ambos trabajamos muy duro para conseguir lo que tenemos. Y Asher jamás ha hecho nada de eso —mi papá se reclinó sobre el respaldo del sofá y se rindió con mi mamá, entonces ella volvió a la carga contra mí; sacó una hoja de su bolsa, le quitó sus lentes a mi papá y leyó:— fueron mil quinientos dólares de fianza, seiscientos de la grúa para mover la patrulla, hay que reparar el auto, claro, así que serán tres mil dólares. Ah, y por destrucción a la vía pública fueron otros mil. Lo que da un total de seis mil cien dólares —no entendí—. Nos vas a pagar cada dólar.
—De acuerdo… sacaré del banco mañana…
—Creo que estás en un error, cariño —dijo de forma dulce—. Ese dinero es nuestro, de tu papá y mío, tú nunca has trabajado que yo recuerde.
— ¡Pero ustedes me dieron ese dinero! ¿Me lo vas a quitar?
—Estará bloqueado hasta nuevo aviso. Tu cuenta bancaria y todas las tarjetas están bloqueadas, tendrás que buscar un trabajo —miré a mi padre, casi de forma inconsciente—. Y no, no trabajarás en la empresa.
— ¡Entonces, dónde! ¿Dirás que tampoco es mi empresa?
—Eso no es así —dijo mi papá—. La empresa es tuya, así como de Camille, Logan y Hane. No se trata de eso.
—Se trata de que no te daremos todo a manos llenas.
— ¡Logan trabaja en la empresa! —les recordé—. ¿Por qué yo no?
—Porque tu hermano consiguió ese empleo de verano por su cuenta —me recordó mi mamá—, ni siquiera nos dijo antes de solicitarlo. Además, hace un curso intensivo de negocios y apenas entrará a la Universidad. Y tú, mi amor, decidiste tomar un año sabático después de tu primer y único año…
—Ya entraré en dos semanas…
—Lo sé, y esperamos mejores calificaciones, por cierto. Pero buscarás un empleo y nos pagarás tu última travesura, mi niño. Tendrás techo, comida, cama, educación, todo excepto demandas innecesarias y todas las tonterías que se te ocurran hacer.
— ¿Puedo trabajar en las florerías contigo? —pregunté, una última esperanza, pero no lo veía muy posible—. Sé de administración y…
—Si trabajas en las florerías, sería como repartidor ¿Te interesa el puesto? —me mordí la lengua, porque era muy claro que no iba a ser un repartidor por toda la ciudad—. En ese caso, puedes irte a comer. Ya te sirvieron en el comedor.
Me levanté sin decir otra palabra y salí de la oficina, era una pérdida de tiempo decirle a mi mamá que era mucho dinero y que no lo reuniría fácilmente si no me daba empleo, o recordarle que tendría que ser de medio tiempo porque entraría a la universidad de nuevo. Mi mamá no iba a escuchar ninguna de mis razones y no tenía más ganas de explicarme.
— ¿Cómo puedes decir que los panditas verdes son mejor que los rojos, Camille? —le gritaba Hane; mis hermanos estaban en el comedor, comiendo parte de la comida que habían preparado para mí, Logan miraba su teléfono y las chicas discutían con energía mientras separaban las gomitas de pandas por colores—. ¡Saben horribles!
— ¡Saben mucho mejor que el resto! ¡Qué simple eres tú, Hane!
—No, no… no puedes decir que…
— ¿Otra vez están peleando por idioteces? —le pregunté a Logan.
—Sí, ya ni me sorprende —respondió. Me senté a su lado y me ayudó a servirme un vaso de agua, el cual me acabé en segundos—. ¿Qué te dijo mamá?
—Mira, ya no voy a pelear contigo porque quiero enterarme de cómo es la cárcel —sentenció Camille, le dio su parte de gomitas a Hanaé y luego ambas me miraron poner comida en mi plato.
—Soy pobre y tengo que trabajar —le contesté a Logan—. Pero no con papá. Hane, pásame el pan, por favor.
— ¿Y papá dejó a mamá castigarte así? —preguntó Camille, sin poder creerlo.
—Mamá está muy enojada —nos recordó Logan—. No creo que se le pase en varios días.
—Da miedo cuando se pone así —estuvo de acuerdo ella—. ¿Recuerdan la vez que me perforé el ombligo sin decirles y me descubrió cuatro meses después porque se me infectó?
—Bueno, tenías quince años en ese entonces —dijo la voz de mi padre llegando al comedor. Se quedó entre las chicas y les acarició el cabello, ambas lo miraron hacia arriba y sonrieron, pero él miraba a Camille como si no pudiera creer lo que estaba diciendo—. Y tuvimos que llevarte al hospital. Fue comprensible el enojo de tu mamá.
—El siguiente año cumplo diecisiete—le recordó Hane—, ¿Puedo hacerme una perforación en el ombligo? Será un lugar limpio para que no se me infecte, puedes llevarme tú, si quieres.
—Voy a pensarlo, Hane. Asher… —lo miré— consigue un trabajo pronto y haré que tu madre olvide la deuda, o al menos la mayoría. ¿De acuerdo? —no quedaba de otra, así que asentí—. Logan, mañana iré al club con unos inversionistas, pero quiero que vengas para que te conozcan ¿Quieres venir?
—Sí, sí. ¿Tengo que estudiar algo?
Me reí y Camille le aventó una gomita por presuntuoso.
—Tingi qui istidiar ilgo —se burló Camille infantilmente—. Qué ñoño eres.
—No, no es nada importante, sólo quiero que vayas conmigo —dijo papá, divertido—. Muy bien, en un par de horas su mamá y yo iremos a una recaudación de fondos ¿Alguien quiere acompañarnos?
Camille incluso se tapó la cara porque odiaba todas esas cosas, pero Hane levantó la mano para ir con ellos. Papá no se quedó mucho tiempo con nosotros, pero estuvo bien porque yo sólo quería comer todo lo que pusieron enfrente mío.
Sin embargo, Camille y Hane seguían insistiendo una y otra vez que les contara mi aventura en prisión. Era toda una novedad, pues ninguno de nosotros nunca tuvo que dormir en una banca de piedra, lo más rústico que habíamos tenido para dormir fue una litera de madera una vez que fuimos a acampar, pero nunca nos metimos en un problema que no pudiéramos solucionar.
Bueno, Camille sí. Ese año ella se había ido a Brasil, entró a la selva la amazona para tomar fotografías y conocer ciertas tribus de ahí, pero mi hermana era rara, le gustaban ese tipo de cosas y experiencias, para ella estar en la cárcel era más una broma que un castigo.
Esa tarde me fui a dormir temprano sintiendo que nada podía ser peor que trabajar, pero estaba muy equivocado, no sabía todo lo que estaba por venir. Y, sobre todo, quién estaba por venir.