Capítulo #5: La fiesta de boda acabo

1788 Words
Cuando salieron del juzgado, él aún sostenía su mano, pero al llegar al auto, ella sintió como si él soltara su mano con desdén. Ella subió al auto, él abrió la puerta y se metió justo a su lado, mientras un chofer manejaba —¿A dónde vamos, señor? —A la casa. Merybeth no dijo nada, su buen ánimo parecía haber acabado, no parecía nada feliz, solo miraba por la ventana, ella admiraba el paisaje, a toda la gente a su alrededor, imaginaba que toda la gente del mundo llevaba su propia cruz, su propia desgracia interna, pero que lo ocultaban del mundo, así ella estaba cargando su propio sufrimiento sin decirlo a nadie; sus padres y hermana la odiaban, el hombre que ella amaba, ahora la despreciaba, le habían arruinado su amado trabajo, y ahora no podía ni mostrar su rostro en r************* , y por si fuera poco, se había casado con un desconocido solo por despecho, y por no quedar en la miseria, ahora ya no sabía quién era ella. El camino le pareció tan corto, y solo sintió cuando habían llegado —Baja, ahora —sentenció Sean Hyland y Merybeth obedeció, cuando miró la casa, frente al acantilado, y con un camino privado al mar, se quedó perpleja, era tan bello ese lugar, no podía ni creerlo, asintió boquiabierta —¿Es esta tu casa? —Sí —dijo el hombre con desdén, luego el chofer llevó la pequeña valija de Merybeth adentro. Aquella casa era amplia, hermosa, y elegante, a Merybeth le encantaba la decoración que tenía, el color azul egipcio —Tu habitación es la segunda subiendo la escalera, es ahí donde dormirás —sentenció y ella asintió. Una vez que el chofer se fue, se quedaron solos en aquel lugar, Merybeth llevó a su alcoba la maleta, y al ver su recámara se quedó maravillada, era exquisita la vista al mar, y, sin embargo, aunque en el pasado, aquello pudo agradarle, ahora ya no lo hacía más, observó en su móvil para darse cuenta de que miles de insultos seguían torturándola, mientras su hermana Sophie seguía haciéndose la víctima. Ella bajó y miró que Sean Hyland estaba por irse —¿Te vas? Sean Hyland volvió sus pasos, y se cruzó de brazos frente a ella, señaló en la mesa —Esos son los alimentos que tengo prohibido comer, ahí están las bebidas que me gustan, te dejé sobre la mesa una tarjeta de crédito sin límite, puedes gastar lo que ocupes, solo debes encargarte de hacer las comidas, espero que sepas cocinar, y mantén la casa en orden. —¿Qué? —exclamó abrupta y luego comenzó a reír—. Ah, pero me lo hubiese dicho, señor Hyland, usted no busca una esposa, busca a una criada, de haberlo sabido, hubiese puesto un sueldo más elevado. Sean Hyland arrugó el gesto, sus ojos parecían severos, y Merybeth tuvo el presentimiento de que estaba molesto —Limítate a hacer lo que te he pedido, voy a trabajar, volveré después. —¿Trabajará el día de la boda? Vaya tacaño —dijo dando un golpe con su zapato sobre el suelo, pero él no pudo escucharla, pues se había marchado. Merybeth comenzó a cocinar, colocándose un delantal, sin haberse quitado su vestido de novia, ni siquiera el velo, porque amaba ese vestido, leyó toda la lista de ingredientes que el señor Hyland no podía comer —¿Por qué no podrá comer esto? ¡No puede comer chocolate! ¿Quién no come chocolate? ¡Es por eso que es un amargado! —exclamó muy segura, ella comenzó a cocinar, pronto preparó una comida que sabía que le iba a gustar, risotto alla millanese. Cuando Sean Hyland llegó al bufete de abogado, donde era el CEO, al llegar se encontró con su amigo y primo Orson —No puedo creer que estés aquí, ¿De verdad? ¿Acaso no llegó la esposa por contrato? —Llegó, sí llegó, ahora soy un hombre casado. Orson Hyland le miró impactado, no podía creérselo —¿Quién es? —Se llama Merybeth, y es todo menos una chica que imagines, pero, no tenía opción, luego de que la señorita Norman se echará para atrás. —¡Y cómo no! Le gritaste terribles cosas cuando insinuó la idea de que podrían estar juntos por siempre. —No hice eso. —¿Lo olvidas? Criticaste su vestimenta, su familia, casi le dices que era una mujer fea. —Bueno, tal vez me pase un poco. —Sean, no sé cómo hará esta chica para aceptarte. —Es solo una interesada, ella quiere la casa de la playa y el dinero, me parece bien, ninguno de los dos tiene esperanzas, eso es bueno —dijo con desdén —¿Quién sabe? Tal vez algún día, te toque una sorpresita, y en una de esas, cuando tú seas dejado, te toque sufrir. Él le miró con ojos severos —No puede ocurrirme el mismo mal dos veces, querido primo. Ahora llama al abogado de los Hyland, necesito que me entregue ya la fortuna de mi madre adoptiva. Orson se sentó frente a Sean viéndolo con mucha intriga —¿Sigues con el loco plan? —¿Así que llamas loco plan a mi venganza? Pues, sí, y te aseguro, que desearán nunca haber hecho todo lo que hicieron en mi contra —sentencio Sean Hyland. Merybeth miraba su reloj, ya casi eran las ocho de la noche y ese hombre nada más no aparecía, se preguntaba cuanto tiempo debía esperarlo, estaba harta —¡Harta! —exclamó, luego caminó hacia el minibar que el hombre tenía, ella observó las botellas que tenía de vino, pero ninguno le gustaba, hasta que vio una botella de whisky, entonces, se sirvió una copa, de verdad la necesitaba, ella necesitaba sentirse fuerte, pero cuando siguió bebiendo recordó cosas tristes, todo lo malo que había pasado en las últimas horas, por lo que Merybeth siguió bebiendo, puso música y cantó en voz alta, pronto se puso ebria. Cuando Sean Hyland abrió la puerta de su casa, y escuchó esa música se quedó perplejo, «¿Qué demonios ocurre aquí?» pensó Caminó para encontrar lo que pasaba, y entones, por fin vio a esa mujer, Merybeth bailando con gracia en medio del salón, con una botella de whisky en la mano, sus movimientos estrafalarios, cantando en voz alta, pero aquel baile casi podría rayar en lo ridículo y sensual, Sean no pudo evitar mirarla de arriba abajo, pero, cuando una sonrisa casi se formaba en sus labios, la apagó por completo, luego apagó la música, ella le miró atónita —¡Pero…! —exclamó molesta —Pero, nada, ¡¿Qué es este escándalo en mi casa?! —sentenció severo —Es buena música, pero que vas a saberlo, señor Antártida. —¡¿Cómo me llamaste?! —exclamó irresoluta, ella rio un poco —Su cena está lista, esta criada, le preparó risotto alla millanese, pero debe probarlo, porque es una comida deliciosa, un manjar. Él la miró severo, observando como ella caminaba a la cocina, tambaleándose como una veleta, ella puso en el horno la comida, y luego la sirvió en un plato, por lo menos no derramó nada, Sean Hyland estaba sentado frente a la mesa, observando el platillo bien decorado como si fuera todo un restaurante francés, Merybeth le sirvió una copa de vino blanco y se la tendió —Deguste, por favor, quiero saber si le pareció algo delicioso. Sean tomó el cubierto y probó el fin, pero su gesto siguió tan serio, parecía que ninguna sensación, o pensamientos cruzara por su mente, Merybeth parecía atónita, como si esperara que la felicitara, pero él solo siguió comiendo sin decir nada. Ella se quedó quieta, como congelada, y tras unos bocados más él terminó de comer —Buenas noches —dijo y Sean Hyland solo subió la escalera Merybeth se quedó ahí, quieta, solo con la mirada perdida, sus ojos se llenaron de lágrimas, era su noche de bodas, pero su esposo ni siquiera le dijo si la comida era apetecible, las lágrimas estaban por correr por sus ojos y las detuvo, tragó saliva y corrió a seguir a Sean Hyland hasta su habitación. Tocó la puerta y esperó que él le abriera, cuando lo hizo, ella lo miró bien —¿Puedo pasar? Sean Hyand le miró extrañado —¿Qué necesitas? —Bueno, quiero saber si la cena te gustó, quiero saber que mi esfuerzo no es en vano. —Eso no debe interesarte, tú, cocina, si algo no me gusta, créeme que te lo diré. Ella le miró atónita, ¿Quién era el señor Antártida? Era solo un iceberg de hielo —Ya no estoy segura de sí, hice bien… —dijo como un susurro que él pudo escuchar bien —¿Te refieres al matrimonio? —preguntó él y ella asintió—. ¿Y qué te preocupa? ¿Acaso crees que puedo aprovecharme de ti? Ella le miró con duda —¿Qué? De pronto escuchó una risita sarcástica, era tan rara en un hombre como Sean Hyland, que casi daba algo de miedo —Puedes ir y dormir en paz, Merybeth, nunca me fijaría en ti, en una niña tonta, que todo lo que le importa es el dinero, sí quiero a una puta, pagaría por una hermosa y perfecta, no pagaría por ti. Los ojos de Merybeth de pronto le miraron con un profundo odio —Un día te tragarás tus palabras, pero, ¿Sabes qué? Yo tampoco me fijaría en un hombre amargado, aburrido, como tú. Sean entró y le cerró la puerta frente a su rostro, Merybeth bajó la mirada y fue a su alcoba, abrió el balcón y observó la hermosa vista al mar, pero ni eso le animó, se sentó sobre el suelo alfombrado. Ella tomó su móvil, no quería enfrentar la cruel realidad, pero al hacerlo, pudo verlo, tenía tantos mensajes de odio, que rompían su autoestima, pudo ver un video donde Sophie, junto a su madre, hablaban las peores cosas de ella, Merybeth rompió en llanto «¿Por qué mi madre no me quiere? Si ella no me quiere, ¿Quién más podrá quererme?» Observó su canal de videos, y le dolió mucho, pero terminó por cerrarlo, era como decir adiós a su esfuerzo, a algo que ella amaba y le gustaba hacer, las lágrimas corrieron por su rostro, observó su galería, las fotos al lado de Joe, todos la habían traicionado, y se sentía tan repudiada, se quedó dormida ahí, sobre la alfombra, con el rostro cubierto por las lágrimas y aún vestida de novia
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