Capítulo 3. Siguiendo su juego.
Andrew Harris.
Una noche más y una persona que no termina de encajar por completo.
No es que sea perfeccionista ni mucho menos, es que no puedo sentir esa conexión que se supone que deberías sentir cuando conoces a la persona indicada. A la persona que te acompañará por el resto de tus días.
Y no es que esté buscando el amor o algo parecido. Ya estoy convencido que eso no es para mí, sino que en el mundo de los negocios, te toman mucho más en serio cuando eres un hombre establecido, con una familia. Aunque sé que el amor no es cosa mía, al menos busco una mujer con la que pueda sentirme tranquilo, a gusto, que nos llevemos bien, aunque sé que no pueda llegar a sentir algo por ella.
Me le quedo viendo fijamente, cómo sorbe de su copa de vino con delicadeza y cómo habla de un tema que, en realidad, no me importa en lo absoluto, porque no tiene ni pizca de interesante.
Sé que debería terminar esto en cualquier momento. Ella parece ilusionada, mientras yo, ya quiero irme a casa a adelantar un poco del trabajo de mañana.
—¿Me estás escuchando? —interrumpe mis pensamientos, mientras mueve su mano frente a mi cara para llamar mi atención.
—Lo siento, me distraje, ¿decías algo? —le soy honesto, porque no tengo la menor idea de lo que dijo, al menos no en los últimos diez minutos.
—¿Tan aburrida soy? —pregunta y en su rostro veo decepción.
«Sí», pienso para mí.
—No…por supuesto que no —miento—, es que recordé algo muy importante de la empresa y me distraje, disculpa.
No es tan tonta cómo creo, porque ha entendido que no me interesa en lo absoluto.
—Bueno, iré al tocador, para que podamos irnos —dice y yo asiento, mientras la veo marcharse.
Ella se aleja y no pasan ni tres segundos cuando alguien más irrumpe en nuestra mesa, alguien que sí sabe cómo sorprenderme con su presencia.
—¿Ya terminaste con esta estupidez? —replica y me arrebata la copa de las manos, se toma el líquido que queda en su interior.
Mi cerebro trata de procesar la escena que ocurre ante mis ojos.
«Pero…¿qué demonios?».
—¿Qué haces aquí? ¿Qué quieres? —cuestiono, porque no sé cuáles son sus malditas intensiones.
—¿Sabes cuánto tiempo he esperado que esa mujer sosa y aburrida te deje solo? —se ríe—, no iba a desaprovechar la oportunidad.
La escucho hablar y para mi sorpresa, ella actúa como si fuese muy normal interrumpir este tipo de conversaciones y momentos, como si nos conociéramos de toda la vida y fuésemos cercanos, cuando apenas hemos cruzado un par de palabras cuando va del brazo, como esposa trofeo, de su marido.
—Eso no responde a mi pregunta —espeto, furioso, mientras choco mi palma contra la mesa—. ¿Tu esposo te mandó para fastidiarme? —me río—, ¿ya se le acabaron las opciones de cómo fingir ser buena persona y ha mandado a la que hace el papel de esposa perfecta para intervenir?
Ella frunce el ceño mientras deja algo sobre la mesa y lo señala.
—Sé que tienes todo bajo control, que lo has fastidiado bastante en el trabajo, que eres su mayor competencia y que siempre tienes una ventaja, haciéndole perder. Pero ahí tienes lo que necesitas para dar el golpe final, ahí tienes todo para destruirlo. ¿Vas a rechazarlo?
Esto tiene que ser una trampa, no veo otra opción.
Una batalla de miradas comienza y ninguno de los dos dice nada, hasta que nuestro silencio es interrumpido.
—¿Todo bien? ¿Quién es ella?
No necesito romper el contacto visual para darme cuenta de que ya ha llegado la mujer con la que estuve cenando.
—No importa quién soy, querida —ella se me adelanta—, importa que tu acompañante prefiere mi compañía antes que la tuya.
No puedo creer que se haya atrevido a decir eso, puedo escuchar el jadeo de la otra persona gracias a la sorpresa.
—Andrew, por favor… —en su voz hay súplica, pidiéndome que intervenga y la ponga en su lugar.
Pero no sé si es porque no me interesa para nada, porque la curiosidad y la sed de venganza es mayor y prefiero saber lo que ella tiene que decir o por algo más, pero decido seguirle el juego.
—Gracias por la cita, es momento de que vuelvas a casa, porque tengo asuntos importantes que tratar.
Le digo sin mirarla, la mujer que tengo enfrente ha sabido captar mi atención y eso es más que suficiente para que le dé mayor importancia a lo que ella tenga que decirme; aunque en realidad, ella ha llamado mi atención con anterioridad.
—¿De verdad? ¿No me estás jodiendo? Me desechas como si nada, para estar con esta.
Ella es quien gira para ver a la chica que era mi cita de esta noche y le da la sonrisa más falsa que puede existir.
—¿No lo escuchaste? Él y yo tenemos un tema muy importante del que debemos hablar —veo que rebusca algo en su cartera y saca un par de billetes que le ofrece—, aquí tienes para el taxi.
La mujer que era mi acompañante le da una mala mirada y se marcha, pero no soy un completo idiota y llamo al chófer que nos trajo para que la espere en la salida y la deje en su casa.
Pongo mi atención en ella, quien espera por mí, moviendo los dedos sobre la mesa con inquietud. Le tiendo la mano, pidiéndole lo que sea que me estaba ofreciendo hace un momento.
—Ganaste. Tienes mi atención, ahora, dime qué es lo que quieres y por qué se supone que la esposa de mi más grande competencia interrumpe una cita esta noche con una chica.
—Ya no soy su esposa —declara y yo abro los ojos sorprendido—, después de diez años, de entregarle mi vida, de desaprovechar mi carrera, hacer a un lado mi sueño por acompañarlo, él ha decidido que es mejor estar con otra persona.
Baja la mirada mientras habla y sé a qué se refiere, porque he seguido su trabajo.
—Sé que esto no te interesa, es mi vida privada, pero lo que hay en esta USB, sí. Allí están las planificaciones y todos los próximos proyectos que Samuel presentará a distintos socios en las próximas semanas, esto podrías usarlo a tu favor…
—¿Me estás usando para vengarte de tu marido? —la interrumpo y se me escapa una risotada.
Ella titubea y duda, antes de responder, porque eso es lo que está haciendo.
—Tú también vas a beneficiarte —responde y se encoge de hombros.
—No digo que no, me gusta hacerlo, solo me da un poco de curiosidad…¿Aquí está toda la información que necesito? ¿Estás segura?
Niega, sorprendiéndome, porque pensé que sí.
—No será tan fácil, Andrew Harris, no soy tan tonta cómo para caer dos veces en un juego de poder, en el que yo tengo las de perder. Aprendí y ahora sé mover mis fichas, esto no será así de sencillo. Si quieres lo demás, debes venir a esta dirección —saca un bolígrafo de su cartera y comienza a escribir en una servilleta— mañana a las seis de la tarde, no muy elegante, pero sí decente. Si vas a ese lugar, te daré toda la información que quieras.
—¿Me usarás para darle celos a tu ex? ¿Esa es la forma en la que crees que voy a joder a la competencia? —me burlo un poco y hablo con ironía.
Su gesto cambia a uno mucho más serio y creo que quizás eso es lo que ella está planeando hacer.
—No digas estupideces, solo quiero ver tu compromiso con el tema —suena ofendida—, revisa lo que estoy dando y si realmente estás interesado, asistirás mañana a ese lugar para que hablemos de negocios, porque evidentemente esto no será gratis.
Esta mujer me sigue sorprendiendo cada vez que abre la boca.
—¿Entonces, me pedirás un porcentaje de las ganancias del negocio?
Ella da una sonrisa ladina mientras alza una ceja y todo en mi interior tiembla.
¡Joder! Esta mujer sí que es sexy, esa forma en la que llegó y de mantener el control de la conversación, me calienta en cierto modo.
«¡Céntrate, Andrew!».
—Lo que quiero a cambio lo sabrás si acudes a la cita, porque en comparación de esta que fue todo un fracaso, te aseguro que va a ser entretenido —me guiña un ojo antes de ponerse de pie y me levanto al mismo tiempo que ella.
—Mi chofer ha de estar por llegar, puedo llevarte —ofrezco, pero ella niega.
—Gracias, prefiero que vayas a tu casa y revises lo que te entregué. No pierdas tiempo, que el reloj avanza y hay que comenzar a actuar antes de que sea tarde.
La veo marcharse y por primera vez me fijo en su aspecto a consciencia. Avery Davis, antes Walker, no es una mujer que se haya mostrado así en el pasado, pero lo que sea que haya sucedido, ha sacado a relucir en ella la seguridad que necesitaba para hacerse notar.
Veo en mi mano el USB y estiro la otra para tomar la servilleta con la dirección. Sé que no necesito ver lo que hay aquí dentro para saber que mañana estaré en el lugar y a la hora acordada, porque si con unos minutos y una charla rápida me ha impresionado, quiero saber qué es capaz de hacer con mucho más tiempo.
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No dudaba de que esto era lo que iba a hacer, pero mientras voy de camino a la presentación del nuevo libro de Avery Davis, sigo pensando en todo lo que ella me entregó y que me da una ventaja que esperaba conseguir solo a largo plazo. Sin embargo, la información que encontré en esa USB es suficiente para, como ella me dijo, destruir absolutamente todo.
Avery Davis me sorprendió. Y no le costó demasiado sembrar la curiosidad en mí para atraerme hasta ella. Para empujarme de un tirón a su terreno. Además de que secretamente valoro el trabajo que ahora, por lo visto, está recuperando, hace años atrás me llamó mucho la atención su aspecto físico y su sonrisa hermosa. Pero luego se casó con ese idiota de Samuel Walker y ella se convirtió en una mujer más de las que abundan en este mundillo.
El auto me deja en la misma entrada del evento. No hay gran concurrencia, aunque sí un pequeño público. Tengo entendido que la editorial es de su hermano y por eso, me imagino, la difusión repentina para la venta de su nuevo libro.
La sala donde se hace la recepción no es muy grande y nada más entrar, la veo al final de todo, acompañada de una mujer y de quien me parece reconocer como su hermano. No pretendo perder tiempo, así que voy directamente a ella. En cuanto aparezco en su campo de visión, sus ojos brillan con reconocimiento y una sonrisa pícara aparece en su boca.
Una maldita sonrisa que me da una sacudida, porque es como si me hubiera vuelto predecible a sus ojos.
Me detengo delante de los tres. El hombre solo me saluda, llamándome por mi nombre, reconociéndome.
—Un gusto tenerlo aquí, señor Harris. Es un honor para nosotros que asista a la presentación de nuestro nuevo lanzamiento.
Lo saludo con una sacudida de manos y él pasa a hacer las presentaciones.
—Sarah Turner, nuestra encargada legal —señala a la rubia que está al lado de Avery. Luego presenta a la mujer que me hizo venir aquí hoy, aunque parece que él no tiene idea—. Y nuestra sensación del mes, la autora del libro que presentamos hoy…Avery Davis.
Extiendo mi mano en cuanto menciona su nombre. Una sonrisa radiante y también torcida aparece en su boca.
—Es un honor para mí que un hombre de su categoría esté hoy aquí, señor Harris —finge demencia y me gusta que lo haga.
Se siente como un juego que solo conocemos nosotros dos. Acepto su mano y al tocarnos, me recorre un escalofrío; en sus ojos puedo ver que no fui el único.
—No podía perderme el regreso de la autora superventas Avery Davis. La copia de su primer libro es considerada una reliquia familiar, no podía faltar —confieso sin dejar de mirarla.
Disfruto de la forma en que sus ojos se abren con sorpresa. Le guiño un ojo que la hace sonrojar.
Pero la burbuja se rompe cuando la voz de la rubia a su lado hace eco entre los dos.
—Odiosos a la vista, ¿qué hacen ellos aquí?
Me volteo a tiempo de ver a quiénes se refiere. Y es que Samuel Walker, en compañía de sus padres, acaban de llegar al lugar.