Capítulo 2. La Venganza apenas comienza.
Avery Davis.
—Todo está bien, Avery, puedes firmar —dice Sarah cuando termina con la última hoja del acuerdo de divorcio.
Aunque anoche firmé a lo loco la primera página, todavía faltaban otras tres por rellenar, lo que me salvó del regaño extendido de mi amiga.
Pero no me exime de la tristeza.
Todavía estoy tratando de asimilar lo que pasó, no me cabe en la cabeza que Samuel me haya engañado con mi hermana, que Sabrina esté embarazada y que además, pretenda casarse con ella. Es que esto parece una broma de muy mal gusto, una horrible pesadilla.
Tomo el bolígrafo que Sarah me extiende y me enfoco en su rostro serio, tengo que mantener la compostura. No importa que esté en la cocina de esta inmensa casa que compartí con Samuel por diez años, que él me esté esperando fuera para acabar de una vez con este circo, necesito controlarme. Ya lloré demasiado anoche.
Firmo en todos los espacios que Sarah me va señalando y con cada uno, siento que un pedazo de mi corazón se quiebra.
—Ya casi está, cariño. Eres fuerte y ese idiota, es un cabrón que no sabe lo que hizo.
Las lágrimas caen, pero trato de tragarme los sollozos. Siento una mezcla de emociones que tengo miedo de no poder controlar.
Termino y cierro la carpeta, suspiro profundo y trato de levantarme para entregarle yo misma los papeles que nos declara oficialmente divorciados, pero Sarah me detiene.
—No, no vas a ver a ese idiota. Yo se los llevo. —Pone su mano en mi hombro y me deja sentada en la silla.
Se levanta y deja una copia delante de mí. Recoge la otra y sale de la cocina en el mismo instante que mi teléfono comienza a sonar. El nombre de mi hermano Cameron aparece en la pantalla.
Otra ola de tristeza me recorre de repente, pero respondo.
—Avery, acabo de saberlo todo, ¿cómo estás? Ya voy de camino, estuve unos días fuera del estado, pero en cuanto llegue a la ciudad, voy a verte.
Debería callarme y controlarme, pero es como si las compuertas de una presa hubiesen sido abiertas al escucharlo. Le digo todo lo que pasó.
Le cuento sobre la cena de aniversario, la forma tan cínica de abordar el tema, el hecho de que sea Sabrina precisamente la amante de mi esposo, el hombre que por diez años creí que era solo mío. Pero también, le hablo de momentos extraños en las actividades familiares en las que ellos se desaparecían y que anoche no dejaron de llegar a mi cabeza como ráfagas de reconocimiento. Hasta hoy, que sé lo que posiblemente hubiera estado pasando, no hubiera sido capaz de creer absolutamente nada tan perverso como eso. ¿Cómo creer que mi marido me engaña con mi propia hermana menor?
—¿Recuerdas la última Navidad? Samuel llegó con Sabrina. ¿Sabes por qué? Porque ella me había llamado, desesperada, que no podía encontrar un taxi. Yo de estúpida mandé a mi marido que se había atrasado convenientemente para el encuentro familiar.
—Avery, no puedo decirte que lo sospechaba, porque no creo que alguien haya notado algo. Ustedes parecían la perfecta pareja, aunque antes de casarte te dije que no creía que él fuera tu felicidad. Pero sabes que Sabrina siempre ha querido lo tuyo. La diferencia entre Jonathan y Samuel es demasiada y más cuando se habla de dinero.
Una lágrima de rabia se me escapa. Jonathan es la otra víctima de toda esta mierda. El marido de mi hermana que no sé ni cómo fue posible que alcanzara ese título.
—El maldito dinero es lo único que le importa.
—Sabrina es una envidiosa, Avery. Lo sabemos desde que nació y siempre fue culpa de mamá por permitirle esos comportamientos.
Pienso en mi madre y otro tipo de dolor me recorre. Mi madre estaba al tanto de esto y a diferencia de lo que yo hubiera podido creer, ella apoya a Sabrina.
—Ahora encontró otro motivo para ponerse de su lado. Dice que ese niño no tiene culpa de nada.
Mi hermano resopla del otro lado de la línea.
—Lamento decir esto, pero no dudaba que así fuera. Mamá siempre encuentra un motivo para darle la razón.
Escucho los pasos de Sarah regresando y mi corazón late fuerte.
—Cameron, estoy con todo este tema de la firma, necesito cortar. Cuando llegues, por favor, no dejes de venir a verme.
Lo digo en medio de un llanto ligero que no puedo controlar. Sarah entra a la cocina otra vez y la cara de amargada que trae, me hace pensar que algo pasó. No he colgado del todo la llamada, cuando empieza a despotricar.
—No sé cómo soportaste a ese esnob tanto tiempo, Avery. Es un cabrón —exclama, irritada y con las mejillas encendidas con rabia.
Abro la boca para preguntar qué pasa, pero no necesito hablar.
—¿Sabes lo que se atrevió a decir porque no fuiste tú a llevarle la carpeta con los papeles firmados? —niego, pero ya presiento que algo bueno no pudo ser. Sarah levanta las manos, gesticulando a más no poder—. Que tenías que actuar con madurez, que él no encuentra respetuoso que no lo quieras ver, si de todas maneras seguirán siendo familia y que el hijo de tu hermana será tu sobrino. ¿Has visto cosa igual? ¡Está loco! ¡Y no se gana una patada en sus partes porque no pude abrir la puerta de su auto!
Me enciende escuchar lo que se atrevió a decir. Si hasta ahora estaba tratando de llevar la fiesta en paz, o lo más que se pueda en este caso, acabo de perder la razón.
Me levanto de un salto y golpeo la mesa frente a mí. Incluso Sarah se sobresalta al ver mi reacción y pronto, mi humor supera al suyo.
—¡Maldito! ¿Quién se cree que es? No puede ser que se atreva…es que…¡no, no puede ser!
Me voy dando tanta cuerda que llega un momento que solo quiero salir, sacarlo del auto y darle yo misma las patadas que antes mencionó Sarah.
—¡No puedo creer que ahora salga con esa! —niego con la cabeza, furiosa.
De repente, paso mi mirada por encima de la mesa y la laptop que él usa para trabajar desde casa, sigue en el lugar de siempre. No es como demasiado organizado cuando se trata de trabajo en casa.
Entrecierro los ojos y siento la mirada de Sarah sobre mí.
—Esa cara significa problemas —declara mi amiga, que me conoce muy bien.
Yo estoy maquinando demasiadas cosas ahora mismo. Por el momento puedo hacer una prueba y luego, asegurarme de llevarme todo a un siguiente nivel.
—Hay problemas, Sarah. Tiene que haberlos, porque no puedo permitir que se burlen de mí de esta forma. Si me hubiera engañado con otra mujer, fuera menos humillante. Pero, ¿mi propia hermana? ¿Y pretende casarse con ella? Esto es demasiado irracional y mi venganza, tiene que estar a la altura.
—¿Venganza? —replica Sarah, mirándome con escepticismo—. Eres demasiado blanda, amiga, tienes que ser sincera contigo misma.
Ruedo los ojos y tomo la computadora. Sarah observa atentamente lo que hago.
—Yo sé bien cómo soy, pero después de esto, sé que seré una nueva Avery. Estaba orgullosa de ser una Walker, pero recuperar mi apellido me hace mucho bien.
Enciendo la laptop y miro el aparato ante mí con malicia. Sarah no se atreve a decir nada.
—Pero a él, no… —prometo, pensando en todo lo que voy a preparar—. Porque resulta que su mayor sueño, su meta más importante en la insignificante vida que lleva, no se le va a cumplir. Voy a encargarme de eso.
Busco en los archivos de la laptop que ni seguridad tiene, los proyectos más recientes en los que Samuel está trabajando. Sonrío maldita cuando absolutamente todo lo que él está guardando con celos de su competecia, se muestra ante mí, casi listo para ser dejado por casualidad en la mano de su peor enemigo.
—Avery, lo que estás pensando, ¿es legal?
Miro a mi amiga, que no sé qué películas anda montándose en su cabeza. La ignoro por unos segundos y copio toda la información para el USB que está conectado aún a la computadora.
Me encojo de hombros.
—Puede ser. —Sonrío.
Mi amiga rueda los ojos, pero se ríe con mi respuesta. Por más que lo esconda, Sarah es una mujer de armas tomar y no tiene miedo a nada, pero sí mucho rencor acumulado hacia los hombres.
—¿Qué haremos? —Ya se incluye en el plan.
Yo muerdo mi labio inferior, concentrada en lo que estoy viendo y asegurándome que no me queda nada por revisar y guardar para después.
—Samuel debe venir a recoger sus pertenencias el sábado, pero lo más seguro es que necesite su laptop y que venga a por ella antes. Aquí está todo su futuro profesional, el inmediato, al menos. Que es el más importante de su carrera. —Pienso en todo lo que me había estado contando esporádicamente y los engranes en mi cabeza comienzan a tomar forma. Le cuento todo a Sarah—. Samuel quiere ser el presidente de la corporación, pero la junta es muy conservadora y estricta, a sus ojos, un hombre de treinta años todavía no tiene capacidad para dirigir un conglomerado como el imperio familiar. Sin embargo, le dieron cuatro proyectos, cuatro oportunidades para sobresalir y ganarse su lugar.
Levanto la mirada cuando envío la última carpeta al USB y miro a Sarah con malicia.
—Los dos primeros se los quitaron de las manos, estos dos los ha mantenido bajo perfil, nadie además de su padre está al tanto.
—¿Y qué harás con eso?
—Andrew Harris puede ser de ayuda, es su competencia directa.
Sarah entrecierra los ojos.
—¿El millonario que está arrasando este año contra todos los empresarios en New York? —pregunta, entre entusiasmada y sorprendida—. ¿Es él a quien le darás esta información?
Asiento. Chasqueo la lengua, pensativa de repente de cómo podría acercarme.
—Me gusta tu idea, pero debemos asegurarnos antes de que todo sea lo más legal posible. Y que investigaremos toda la información antes de entregarla. —Vuelvo a asentir. Sarah continúa—: Podemos abordarlo en el club de mi hermano, su bar favorito lo visita cada miércoles después de las seis.
Enarco una ceja en dirección a mi amiga. Ella resopla.
—¿Qué? El tal Andrew es una cosa deliciosa, Avery. ¿Lo has visto?
Niego con la cabeza, divertida con lo que dice Sarah. Pero ella resopla una vez más.
—¿Qué vas a ver? Si solo tenías ojos para el soso de tu ex marido.
Que mencione así la nueva categoría de Samuel en mi vida, me regresa al punto anterior. El anterior a la venganza que ahora se siente poco en comparación con lo que me hicieron.
Pero me prometo que todo va a sentirse mejor en el futuro.
—¿Cuánto demorará el proceso completo de divorcio?
Sarah se encoge de hombros.
—Un mes, quizás menos.
Asiento. Y me lleno de seguridad para decir lo que me pasa por la cabeza y que quiero que quede grabado desde hoy.
—Perfecto. En un mes empieza, entonces, mi venganza.