Capítulo 1. Quiero el divorcio.
POV de Avery
La chica del catering me está mirando raro. Yo solo quiero meter mi cabeza entre mis piernas y que la tierra me trague, para luego escupirme en un lugar bien lejos de aquí.
No puede ser que mi esposo me esté dejando plantada el día de nuestro décimo aniversario.
Camino de un lado a otro, con mis manos en la cintura, mirando el techo cada pocos segundos, fingiendo que puedo controlarme.
—Señora Walker, ¿puedo ir repartiendo lo que nos queda? Creo que es la única forma en la que se puede mantener entretenidos a los invitados.
Ahogo un suspiro, me detengo. Resoplo con fuerza y cuando volteo a verla, me fijo en que la chica me sonríe con compasión y un poco de lástima. Asiento, solo porque ya soy el hazmerreír de la fiesta que yo misma organicé y al menos quiero que digan, cuando den sus críticas estúpidas en la mañana, que la comida que se presentó estaba bien buena.
Mi teléfono lo llevo en la mano y lo miro por centésima vez en lo que va de noche. Samuel no responde, mi madre tampoco. Nadie está por la labor de hacerme entender lo que está pasando.
Sarah aún no llega porque tenía una cena con un cliente y me está tocando lidiar con esta situación completamente sola.
—¿Qué pasa, Samuel? Tú no eres así —susurro, llamando a su teléfono una vez más.
Pero no da ni un tono cuando me manda a buzón. Resoplo y mi furia va en aumento cada vez. Esta humillación no la voy a olvidar jamás, no puede ser que la noche que preparé con tanto amor, se convierta en la peor de todas.
Los chicos salen con las bandejas para servir lo que viene quedando.
Me digo que tengo que presentarme y al menos justificar la ausencia de Samuel, porque aquí no solo está la familia, sino también parte del personal de la empresa. Peces gordos que valoran mucho la importancia de la familia y asisten a este tipo de eventos con la intención de crear lazos con sus compañeros.
Respiro profundo y salgo tras la última chica que lleva la bandeja con el delicatessen elegido hoy. Muestro en mi boca una sonrisa radiante y cuando llego al salón, me muevo entre los invitados como si nada pasara.
Cerca de diez minutos después, llega mi madre.
Un alivio que no esperaba me recorre al verla. Es como si bajara del punto más alto de una montaña rusa a toda velocidad.
Sus ojos me buscan con desesperación y mientras camino en su dirección, me doy cuenta que algo pasa. Sonríe solo por hacerlo, para no quedar mal, pero yo conozco a mi madre.
«Algo está sucediendo».
—¿Mamá? —llamo su atención cuando estoy por llegar, ella me busca y al verme, abre mucho sus ojos y me toma de la mano.
—Aquí estás, ven conmigo.
Me arrastra con ella sin apenas darme un saludo, un beso en la mejilla siquiera.
No me da tiempo a poner objeción alguna y mientras ella me lleva hacia afuera, yo intento no tropezarme y partirme el cuello con el vestido y los zapatos de doce centímetros que llevo.
—¿Qué está pasando, mamá? ¿Dónde está Samuel? ¿Sucedió algo? ¡Me estás asustando! ¡Dime ya!
Salimos del salón y solo entonces puedo hacer la fuerza suficiente para detenerla. Me suelto de un tirón y la enfrento.
—No daré un paso más hasta que me digas qué pasa… —reclamo y cuando ella va a hablar, mira por detrás de mí.
Me volteo y ahí está Samuel. Con su traje siempre empecable ahora un poco desordenado, como si algo se hubiese salido de su control. Sus cabellos están todo despeinados, con las marcas de sus dedos entre ellos.
Verlo así me deja un poco descolocada, pero pronto pienso que esto tiene que tener un motivo. La ansiedad me llena y siento que algo malo pasó, que tuvo un accidente o algo por el estilo, para estar así de demacrado.
Corro en su dirección y lo abrazo. Samuel se tensa en cuanto lo rodeo con mis brazos.
En un primer momento pienso que quizás se golpeó y por yo no saber, lo estoy lastimando, pero al sentir sus manos en mis hombros, dispuestos a separarme de él, algo me dice que es más que eso.
—Avery, tenemos que hablar —su voz suena ronca, grave y fría.
Me eriza la piel solo escucharlo. Lo veo a los ojos, pero él no mira los míos.
—Me tenías preocupada, llevo mucho llamándote, ¿qué sucedió? Adentro todos están esperándote, la fiesta de aniversario puede aplazarse si algo malo está…
—La fiesta de aniversario se cancela por tiempo indefinido. —Levanta la mirada y observa a mi madre, que sigue a pocos pasos. Se dirige a ella—: Anuncia a todos que se acabó el evento, que vayan a casa.
Mi madre no duda en aceptar y se va. Yo me quedo boquiabierta, sin saber qué pensar o cómo reaccionar.
Samuel vuelve a hablar, esta vez conmigo.
—¿Hay algún lugar aquí donde podamos tener privacidad? Necesito tratar algo importante.
Otra vez, parece otra persona hablándome. Su tono desprovisto de emociones, su mirada puesta en todos lados menos en mis ojos.
Asiento, sin saber qué decir.
Cuando empiezan a salir algunos invitados, pienso que la salita donde estuve esperando antes, puede ser un buen lugar.
Nos encaminamos hacia el lugar que renté junto con el salón para preparar todo el tema del catering, allí ya la encargada está despidiendo a todos sus empleados y recogiendo sus cosas para irse. No tengo nada que hablar con ella, más que despedirnos, porque el p**o se hizo por adelantado. Así que paso de largo, buscando la privacidad que tanto necesita Samuel ahora.
Llegamos a las escaleras y ahí, a solas, me volteo a verlo.
—Espero que tengas una buena justificación para esto. No voy a perdonarte esta humillación, un salón repleto de personas, no llegas a tiempo y cuando lo haces, pides que todos se larguen y ni siquiera tienes la cara para enfrentarme. ¿Esto no podía esperar? ¿No podíamos celebrar y luego hablar de lo que sea que quieres decirme?
Me cruzo de brazos y levanto la voz. Jamás me he comportado así con Samuel, pero hasta ahora no había tenido ninguna necesidad.
Él suspira, sus hombros caen y por fin, después de frotar su rostro, levanta la cabeza y me mira a los ojos.
—No tiene sentido celebrar el aniversario, porque lo que quiero pedirte es el divorcio.
Me quedo en shock, creo que pestañeo y también, que respiro; pero se siente como si no lo hiciera. Mis dedos se crispan, mi ceño se frunce. Lo miro de arriba a abajo, busco en su rostro la broma de mal gusto.
No veo nada. Decido fingir que escuché mal.
—A ver —digo, presionando dos de mis dedos sobre mis ojos. Incluso río, dejo salir mi risa nerviosa, porque esto tiene que ser un chiste—, yo entiendo que esto se sale de tu comportamiento. Entiendo que quizás, estás presionado, pero sabes que no me gustan estas bromas, mi amor. Vamos a dejar pasar que llegaste tarde, olvidemos que mandaste a todos los invitados a su casa, vayamos a cenar para celebrar nuestro aniversario y recuperemos el tiempo perdido.
Le muestro mi vestido rojo, largo y entallado. Debajo llevo una lencería nueva del mismo color y en mis fantasías de esta noche, estaba usar mis altos tacones mientras me entregaba a mi esposo. Tengo esta noche preparada desde hace más de un mes. Ahora no me puede salir mal.
No puede terminar con esta broma de mal gusto.
—No has entendido, Avery —insiste, pellizca el puente de su nariz.
Todo mi cuerpo se tensa al escucharlo. Quisiera taparme los oídos con ambas manos y creer que lo que tiene para decir, no es importante. Pero mi cuerpo me advierte de que debo prepararme.
Lo sé antes de que él suelte toda su mierda.
Samuel endereza sus hombros y rebusca algo en el interior de su chaqueta. Saca una carpeta, que me extiende.
—No estoy bromeando, Avery, no lo haría con algo así. Escuchaste perfectamente, yo te estoy pidiendo el divorcio.
Niego con la cabeza y doy un paso atrás. Horrorizada, destruida.
Él no se calla.
—Cometí un error, uno grande. Y necesito enmendarlo. Yo te amo, no dudes nunca de lo que siento por ti y de lo que logramos con este matrimonio, pero las cosas son así.
Niego, no puedo creer que esto sea verdad. Siento que la rabia me llena, corre por mis venas y saca esa Avery que llevaba dormida demasiado tiempo. Escondida tras la imagen de esposa perfecta, con perfectos modales y un jodido perfecto marido.
Que ahora entiendo que de perfecto tiene una mierda.
—¿¡Tú me estás jodiendo!? ¿¡Cometiste un error!? —grito, descontrolada al fin, pero mi voz se quiebra al final de la frase y todo mi cuerpo comienza a temblar—. ¿Qué carajos significa eso, Samuel?
Me trago el sollozo, es rabia ligada con tristeza, con estupefacción. Miro a los ojos del hombre que amo y solo veo a un desconocido.
—Puedes estar tranquila —murmura con una calma que me desconcierta y me enoja más—, como consta en el acuerdo prenupcial, no quedarás desamparada. La casa es tuya, los dos autos quedarán en el garaje a tu disposición y todos los meses, durante tres años, recibirás la compensación acordada: doscientos cincuenta mil dólares.
Suelto una risa cínica, no puede ser que me hable directamente de dinero. ¿Quién mierda es este hombre que tengo ante mí?
—¡Basta ya, Samuel Walker! —bramo, temblando de rabia y apuntándolo con un dedo. Aprieto mis labios y debo verme desesperada, pero no entiendo nada de lo que está pasando—. ¡Habla de una vez! ¿¡Qué sucede!? ¿Qué se supone que hiciste? Porque en este momento me gustaría saber a qué se debe todo esto. ¿Qué locura es esta?, ¡por Dios!
Samuel sigue ofreciendo esa carpeta de la que rehúyo como si fuera la peste. Necesito una maldita explicación.
Él suspira, insiste en que tome la carpeta.
—Dentro encontrarás el motivo, no puedo solo decírtelo, porque es demasiado complicado para mí.
Abro la boca dispuesta a decirle que no parece que sea tan complicado para él. La manera tan simple en que está rompiendo nuestro matrimonio me lo demuestra. Pero me contengo, porque presiento que solo estoy gastando aliento, en vano.
Acepto la carpeta y la abro. Los papeles del divorcio se ven por debajo de un sobre que aparece en primera plana. Lo miro extrañada, porque tiene el nombre de un laboratorio. Mi corazón se acelera, tengo el presentimiento de qué es lo que voy a encontrar.
Con dedos temblorosos, lo abro.
Mi vista se nubla, la respiración se me atasca en la garganta. Cierro los ojos cuando leo lo que esperaba.
Una jodida prueba de paternidad. Con su nombre viéndose como una luz de neón en el maldito papel.
—Ese bebé es un error. Es el producto de la peor mierda que he hecho jamás, Avery, pero no puedo dejarlo a la deriva. Ese bebé es el motivo por el que tengo que divorciarme de ti. No puedo permitir que un niño de mi sangre sea considerado un bastardo, lo sabes, es un código familiar.
—¿Y ese código familiar no te dice que no puedes ir por ahí follando a lo loco con cualquiera cuando tu esposa te espera en casa? ¿Qué mierda tienes en la cabeza, Samuel? ¿Un error? ¿Así llamas a lo que estás haciendo?
Exploto y no dejo de gritar, él intenta acercarse, pero yo me sacudo de su agarre. El impulso de golpearlo es fuerte, quiero desahogarme usando su cara, su pecho.
—¡¿Qué demonios te pasa?! —Cierro la distancia entre los dos y lo empujo como necesito—. ¿Me vas a desechar de esa forma? ¿Cómo carajos te atreves a hacerme esto cuando puse mi vida en pausa por ti, cuando te di todo de mí?
Ya estoy fuera de mí, no puedo fingir lo contrario. Camino de un lado a otro, pensando en todo esto y culpándome por haber sido tan idiota de dejar todo lo que yo era, lo que quería, por él. Por este matrimonio que ahora le estorba.
—Avery, yo te amo, pero…
Levanto mi mano para callarlo, si vuelvo a escuchar esas palabras saliendo de su boca creo que puedo cometer un acto de odio.
—Cállate y no repitas eso otra vez. Tú no me amas, no lo haces realmente si fuiste capaz de embarazar a otra mujer. ¿Cómo es posible que eso no haya pasado nunca conmigo? ¿Tengo que recordártelo? —pregunto, irónica, pero le respondo yo misma—. ¡Porque jamás dejamos de usar protección! Lo hiciste con alguien más, mientras a mí me insistías con que debíamos cuidarnos, porque aún no podías ser papá. Tenías otras prioridades y yo las respeté. Pero de qué me valió.
Abro mis brazos y lo miro con resentimiento.
—Ahora soy solo la cornuda de la que te reíste, sabrá Dios y… —hago una mueca de asco—, esa, desde cuándo.
Samuel niega con la cabeza muchas veces, quiere contradecir mis palabras, pero sabe que tengo razón. Y más le vale que no insista en decirme que me ama y que solo fue un error, porque pierdo la razón.
—Lo siento, nena, yo no sé qué decirte, no podía solo venir aquí y disfrutar de esta noche sabiendo que luego te rompería el corazón.
Dejo salir una risa, porque este es otro chiste.
—No, mejor decidiste hacerlo luego de que yo pasara la vergüenza de verme sola en mi propia fiesta de aniversario, para cerrar con broche de oro la noche, al enterarme que mi marido me fue infiel, que espera un bebé y por si eso es poco, me pide el divorcio en una maldita cocina, al lado de unas escaleras y donde medio personal debe estar escuchándonos. —Le aplaudo con fuerza—. Muchas gracias, señor Walker, por todo lo que me hiciste hoy.
Las lágrimas pican en mis ojos, pero la misma furia las esconde de momento. No puedo llorar delante de él.
—Avery, yo no…
Unos pasos resuenan a mis espaldas, antes de que alguien abra la puerta que hasta ahora se mantuvo cerrada.
Ambos miramos a la vez, cuando una voz que reconozco llama a mi marido.
—¿Samuel?
Sabrina aparece, mi hermana menor, con cara de circunstancias. Sus ojos están llorosos, el maquillaje corrido y busca con desesperación a mi esposo con la mirada.
Al verlo, corre en su dirección, sin apenas darme un vistazo.
Yo no sé cómo reaccionar, qué hacer. Me quedo en blanco, porque ella se lanza a sus brazos y él la recibe. Mi madre aparece por detrás, me observa con lo que me parece reconocer como ansiedad.
—¿Ya hablaron? —pregunta.
Pero yo no estoy entendiendo nada. Miro a Sabrina abrazando a Samuel, mis manos pican y arrugo los papeles que tengo en la mano cuando comienzo a pensar cosas locas.
—¿Qué está pasando aquí? —pregunto yo, pero mi voz no se escucha.
No al menos por encima del llanto ahogado de mi hermana, que empieza a hablar. O a parlotear.
—Ya hablé con Jonathan, no lo tomó muy bien. Tengo tanto miedo, Sam.
«¿Sam? ¿Desde cuándo ellos se tutean de esa forma?».
Samuel levanta la mirada y me busca. Veo la verdad en sus ojos antes de que se atreva a decir lo que ya es un hecho para mí.
—Sabrina y yo estamos esperando un bebé, Avery. Es por esto que debemos divorciarnos, para casarme con ella y que nuestro hijo tenga todos los derechos de un Walker. Esperamos de verdad que sepas entender.