Mi cuerpo estaba cubierto de sudor después de pelear un poco, según fueron pasando los minutos encima de ring, mis pies fueron adaptándose a los movimientos y mi cuerpo apreciando la adrenalina de pelear. Aquel dulce sabor de mi sangre corriendo por mis labios, los puños cerrados buscando la manera de golpear y no ser golpeado, mis ojos frenéticos atentos a los movimientos y buscando una apertura para atacar. Había olvidado que aquella alguna vez fue vida para mi. —Quizás no estás tan en forma. — le dije a Gerard, viendo su ojo derecho con aquel moretón cuando mi puño impactó contra el. —Ya.—escupió la sangre a un lado y dio varios saltos, acercándose.—Siempre has sido muy bueno. —Pero tú también. —Te invito un trago, celebremos nuestra alianza. —Esta bien.—Prefería que la pe