El fino y elegante reloj que llevo puesto en mi muñeca marca las cuatro de la tarde en punto cuando las puertas del elevador se abren en el último piso de este edificio. Recuerdo perfectamente las diferentes veces que hemos venido aquí, mucho más lo besos, y las promesas que no hicimos y hoy se ven destruidas por mi culpa. Respiro profundo, camino los últimos pasos de este pasillo, y finalmente abro la puerta que da a la terraza para salir y enfrentarlo.
El viento roza mi rostro y el sonido de mis zapatos sobre el suelo me delata haciendo que él se dé la vuelta y me mire —Puntual como siempre— Comenta cuando me acerco a él.
—Sabes que odio llegar tarde— Declaro.
Sus ojos me miran de pies a cabeza y mis nervios aumentan —¿Cómo te saludo ahora?— Inquiere —¿Te recibo con el beso de siempre? ¿Te doy la mano? ¿o simplemente mantengo la distancia?— Averigua.
No respondo a su pregunta, solo sigo caminando hasta llegar a él y acaricio su rostro con delicadeza —Prefiero que me saludes así— Pronuncio y sin más lo beso con todas las ganas que llevo guardadas por dentro.
En un principio él me responde como tanto lo he anhelado, pero de pronto se queda quieto y lleva sus manos sobre mis hombros —¿Qué mierda es esto Zehra? ¿Acaso quieres que sea tu amante?— Me reclama separándose de mi —Déjame ver si entiendo esto, yo era muy poca cosa para ti ¿no? ¿por eso nunca quisiste que tu padre ni nadie supiera de nosotros cierto? Es que ahora lo veo todo muy claro… Zehra Bazzi no podía casarse con quien era su guardaespaldas ¿no?— Continua y niego.
—No Jordán, sabes perfectamente que no es eso— Me justifico y trato de acercarme a él, pero levanta sus manos y las mueve como pidiéndome que no me acerque.
—¿Qué me dirás? ¿Qué es un negocio tu boda con ese imbécil?— Añade y niego.
—Te amo Jordán, te juro que te amo… a mí nunca me importo nada, ni fueras guardaespaldas, ni enfrentarme a mi padre por ti—
—Nunca lo hiciste— Interrumpe.
—Porque lo mataron— Sentencio y el silencio se vuelve rotundo.
—¿Qué?— Susurra.
Agacho mi mirada —Mi padre hacia negocios con Leonardo a mis espaldas— Hablo.
Levanto mi mirada —Tu padre sabía que odiabas a ese tipo— Murmura.
—Pero no me hizo caso… cuando lo enfrente me dijo que tenía un motivo muy fuerte para hacer negocios con ese tipo, pero nunca me dijo cuáles eran— Explico.
—¿Y porque te has casado con él? No lo entiendo— Presiona.
Sus ojos negros se fijan en los míos —Porque necesito encontrar las pruebas que lo inculpen— Confieso —Sé que todo esto parece una locura, pero es importante…— Expreso nerviosa.
—¿Y él porque cree que te has casado con él? ¿Qué era eso de las cláusulas que escuche?— Presiona.
Inhalo y exhalo sabiendo que esto le parecerá una atrocidad —Estoy fingiendo tener problemas financieros, ya sabes asuntos del testamento… acudí a él para acercarme y las cosas fueron más lejos de lo que creí. Él me dijo que me ayudaría solo si me casaba con él. Una cosa llevo a la otra y termine firmando un contrato para ser su esposa, hay reglas y todo—
—Quiere un hijo tuyo— Dice firme.
—No lo tendrá, me estoy encargando de que sea así— Aclaro.
Jordan cierra sus ojos —Pero si lo dejas tocarte— Expresa con remordimiento.
Respiro profundo, lo miro y trato de no mostrar lo mal que me siento con toda esta mierda —No tengo otra salida, necesito que pague por lo que hizo, ese tipo es de lo peor— Me justifico.
—¿Y nosotros? ¿Dónde quedamos en todo esto? Teníamos planes…. No sé si lo recuerdas, pero esta terraza estuvo llena de flores por ti, fue aquí donde me arrodillé y te pedí que fueras mi esposa, pero tu…—
—¿Crees que no me duele? ¿Qué no me siento la peor mujer del mundo? Jordán, lo siento, sé que tal vez nada de lo que te estoy diciendo te parezca suficiente para que hiciera lo que hice, pero para mí es importante, ¿entiendes?— Expreso y mira al suelo.
—Lo siento, me duele— Habla bajito y me vuelvo a acercar a él.
—A mí también me duele… extraño mucho las noches en las que te escapabas de tu turno y venías a mi cuarto— Le digo con toda sinceridad.
—Y yo extraño verte aquí— Continua y sonrió levemente.
Sin que él se lo espere, saco las llaves de mi bolsillo y lo miro a los ojos —No me digas que…—
—Todavía está a tu nombre— Respondo.
—Tenemos muchas cosas de que hablar— Murmura sobre mis labios.
—Lo sé, pero te necesito— Declaro y me sonríe.
—¿Bajamos a nuestro escondite?— Propone y asiento.
—Por favor— Le pido y sin más, él me toma de la mano para que salgamos de aquí.