La puerta de esta habitación se cierra con un poco más de fuerza de la necesaria cuando su mano la empuja y luego regresa a mi cuerpo. Mi respiración se agita un poco más a cada segundo cuando nuestro beso se intensifica, pero no tiene miras a mejorar cuando él se agacha un poco y lleva sus manos a mis muslos para levantarme en el aire. Sonrió sobre su boca y mis piernas se enredan en su cintura —Nunca podré renunciar a ti— Pronuncia mirándome a los ojos en tanto nos hace girar y mi espalda choca con la pared de esta habitación.
Me duele el roce de las marcas que llevo, pero ni siquiera soy capaz de detenerlo —Yo tampoco podré renunciar a ti nunca— Hablo y lo vuelvo a besar con todas mis fuerzas.
Mi vestido se sube más de la cuenta y sentir como su mano se inmiscuye por la tela me hace de forma errante. Jordán me mira a los ojo y camina sin soltarme hasta la cama donde hace que los dos caigamos y nos ubica en el centro. Cada movimiento agudiza el dolor, pero al mismo tiempo el placer que es sentirlo así. Mis manos van al final de su camiseta y empiezo a levantarla lentamente. En estos momentos no me importa nada más que él y esto que sentimos. No soy capaz de analizar nada de esta situación.
Su camiseta vuelta por el aire y escucho sus zapatos caer al suelo. Me sigue besando y sus dedos encuentras la cremallera lateral del vestido y la baja. Besa mis hombros y cuando termina de abrir la cremallera, él comienza a quitarme la prenda. En tanto mis manos están en la hebilla de su cinturón y es así como poco a poco la ropa va cayendo al suelo. Sentir su cuerpo desnudo sobre el mío siempre será la mejor sensación del mundo, él me hace sentir en el cielo sobre todo cuando roza mi perfil de esa manera que me hace olvidar hasta de mi nombre. Jordán se levanta un poco y me envuelve entre sus brazos besando mi cuello, y es tanto lo que lo amo que le entrego mi vida sin pensarlo.
Puedo sentir lo excitado que está a pesar de todo lo que aún nos queda por aclarar. De repente, tal y como si fuese una hoja de papel, él me gira haciendo que quede boca abajo y en un acto reflejo cierro mis ojos. Estoy esperando que bese mi espalda como solía hacerlo siempre, pero en cambio lo siento alejándose de mí y debo mover mi rostro para poder verlo a la cara —¿Qué carajo te paso?— Inquiere molesto y cierro mi ojo.
Trato de no delatarme —No es importante, sigue— Digo girándome para quedar boca arriba y estiro mis brazos para intentar sujetar su rostro y acercarlo a mí, pero él hace que lo suelte.
—Zehra, estoy hablando en serio ¿Qué mierda te hizo?— Insiste y apenas puedo mirarlo a la cara.
—Son las marcas de un látigo— Hablo finalmente y frunce el ceño.
—¿Ese hijo de puta te ha hecho eso?— Pronuncia y no sé si es una pregunta a mi o a él mismo.
Asiento —Es un enfermo, te juro que no tengo otra opción, debo convencerlo de que estoy cumpliendo con nuestro trato— Explico mientras que me siento en la cama al igual que lo ha hecho él.
—Lo voy a matar…— Sentencia —Esto es abuso, ¿lo sabes?— Declara —Estaba tratando de alejar la imagen que se pasa por mi mente a cada momento, pero esto es algo que no lo puedo soportar— Continua.
Llevo mis manos a cada lado de su rostro y hago que me mire a los ojos —Por favor amore mío, no arruinemos este momento. No tienes idea de la falta que me haces— Le suplico pegando mi cuerpo al suyo.
—¿Por qué has permitido esto? Hermosa, estoy intentando entenderte… es difícil aceptar que seas suya— Explica.
—No soy suya, yo soy solo tuya y nada más— Difiero.
—Estas permitiendo que te toque— Susurra.
—Pero no soy suya, mi corazón no le pertenece, mis besos no le responden, todo lo que soy es para ti y nadie más— Relato.
Sus dedos acarician mi rostro delicadamente —No puedo… lo siento— Dice agachando la mirada.
Mis ojos se cierran y las lágrimas ruedan por mis mejillas —Lo entiendo— Son las únicas dos palabras que salen de mi boca mientras que me levanto de la cama y empiezo a recoger mi ropa.
—Mi amor, no puedo amarte así. Tengo miedo de hacerte daño, de que todo esto empeore las cosas— Continua mientras que me voy vistiendo bajo su atenta mirada.
—Está bien, lo comprendo y lo respeto. Sabía muy bien que podía perderte haciendo esto y no me equivoque— Expreso y no puedo culparlo por lo que acaba de pasar, todo esto es solo mi culpa.
Me siento en el sofá para empezar a colocarme los zapatos cuando veo que él se levanta de la cama y camina hacia mi —Has que entre a la casa a trabajar— Me pide de repente.
Levanto mi mirada y lo miro confundida —¿Qué?—
—Quiero estar cerca de ti, quiero cuidarte… has que me contrate como lo que sea, te juro que no te traeré problemas— Insiste.
Apenas lo miro —No lo sé, déjame pensarlo— Digo y me levanto del sofá para tomar mi bolso e irme, pero cuando estoy por abrir la puerta, él me sujeta del brazo sin ejercer mucha presión.
—O me ayudas, o encuentro la forma por mi cuenta, pero no pienso dejarte sola con ese enfermo— Concluye.
—Me tengo que ir— Digo y apenas puedo mirarlo a la cara.
—Zehra, te amo—
—Y yo a ti, pero sé que no puedes con esto… por eso no te lo quería decir— Admito y me zafo de su agarre para finalmente abrir la puerta e irme de aquí sintiendo que todo lo que él y yo teníamos se ha perdido.