No es la primera vez que acompaño a Leonardo a una de sus reuniones, pero esta es la primera a la que voy como su esposa y por supuesto, la primera que sé que está relacionada a sus negocios sucios. Él sigue exhibiéndome como su más reciente adquisición y yo solo saludo pretendiendo sentirme orgullosa de ser su esposa. A la mayoría de ellos no los conozco, al menos no personalmente, pero uno de mis objetivos está aquí y eso es algo positivo.
El hombre de cabello rubio y ojos café bastante algo y con tatuajes en su cuello que supongo no son los únicos, se acerca a mí y sonríe —Señora San Román, de verdad que Leonardo ha sido un hombre con mucha suerte— Habla con ese acento que delata su nacionalidad brasileña.
Sonrió, bebo un sorbo de la copa de mi vino, y aprovecho que Leonardo se fue con otro de sus socios a revisar una mercadería —A mi esposo no le gustara escucharlo hablarme así— Comento haciéndome la mujer fatal y él sonríe.
—No tiene por qué enterarse, ¿o acaso usted se lo dirá?— Inquiere y muerdo mis labios a propósito.
Me giro dándole la espalda y recargo mis brazos en el barandal de concreto de esta terraza —Las mujeres siempre salimos perdiendo en los asuntos de hombres— Digo inocentemente y puedo sentirlo detrás de mí.
De pronto veo sus manos apoyadas a cada lado de mi cuerpo sobre el barandal y escucho su respiración cerca de mi cuello —¿Qué hace una mujer como usted casada con hombre como Leonardo? No me lo tome a mal, pero usted es muy joven y hermosa como para estar con él ¿Qué le lleva 20 años?— Pregunta y sonrió ya que esto es lo que necesitaba.
Me giro entre sus brazos y quedo así mirándolo de frente. Fernando no es para nada feo, todo lo contrario, tiene un aspecto interesante, aunque no le llega ni a los talones a Jordán. Sin embargo, lo peor de él es que es uno de los peores narcotraficantes de Latinoamérica —Dicen que para el amor no hay edad, ¿no?— Respondo y sonrió de lado sabiendo que esto lo volverá loco.
Él se muerde los labios y luego los suelta sonriendo también —Eso es cierto, pero usted es demasiada mujer para él— Declara y lleva una de sus manos a mi cabello. Lo acaricia y al dejarlo caer, mira mi cuerpo devorándome con sus ojos —No tiene idea de las cosas que podríamos hacer usted y yo— Habla y lo reto con la mirada.
—Está jugando con fuego señor Souza, mi marido es muy poderoso, ¿acaso no lo sabe? Creí que eran socios— Expreso para presionarlo.
Él posa una de sus manos en mi cintura e intento no delatarme por lo que me asquea que me trate así —Si usted me dice que quiere la luna, yo sé la bajo, si quiere estar conmigo, no sé preocupe que yo me encargo de que nos quede el camino libre— Propone y lo tengo donde quería.
Llevo una de mis manos a su cabello y enredo mis dedos en este —Suena muy tentadora su propuesta señor Souza, pero ¿Cómo sé que no es una trampa para ponerme a prueba? ¿Cómo sé que no me van a matar si acepto?— Le pregunto y acerca sus labios a mi cuello.
—Por usted y ese cuerpo que tiene, traiciono a mi madre— Relata y sonrió triunfal.
Me habían dicho que él sería el más fácil y no se equivocaron, lo tengo justo donde quería —No puedo comprar mercadería sin probarla primero— Le susurro y en este momento sus dos manos están en la parte baja de mi espalda. Puedo sentir su asqueroso cuerpo respondiendo a mi juego de seducción.
—Pruébela y luego me dice si seguimos con esto— Propone.
—¿Cuándo? ¿Dónde?— Respondo y me toca el trasero.
—Para que vea que no estoy jugando, la invito a mi casa mañana ¿Qué le parece?— Propone.
—¿No me matara? ¿No me traicionara?— Insisto y se aleja un poco para mirarme a los ojos.
—No la matare con una bala si a eso se refiere, pero tal vez la mate de placer ¿Qué le parece eso?— Contesta y odio que se crea tan especial.
—Eso me gusta más— Susurro y él sonríe.
—Hare que pasen por usted mañana a la tarde en su empresa ¿le parece?— Propone.
—Me encanta— Digo firme y lo miro a los ojos. Él sonríe y yo solo me quedo viéndolo hasta de pronto, él me toma de la nunca y me atrae a su boca para besarnos de una manera que me dan ganas de escupirle, pero no puedo. Solo sigo el juego pretendiendo que es el mejor en esto hasta que se separa de mí —Debo irme si no quiero que mi esposo se preocupe cuando me busque— Miento.
—Hasta mañana señora San Román—
—Hasta mañana— Repito y con mi paso elegante, entro a la casa para ir directamente hacia el baño dejando mi copa en el primer lugar que encuentro. Una vez que entro al baño, busco mi celular en mi pequeño bolso, y le marco a Lautaro.
—Zehra ¿todo en orden?— Escucho su voz del otro lado.
—Mañana tengo un encuentro con Souza, asegúrate de que todo este listo, es la única oportunidad que tenemos ¿de acuerdo?— Le digo firme.
—No te preocupes, te daremos todo lo que necesitas, solo tomara cinco minutos— Me asegura.
—Perfecto, te dejo, debo seguir con esto— Digo antes de colgar.
—Zehra— Me llama.
—¿Qué?—
—Cuídate ¿sí? Sé que esto es importante, pero no quiero que te pase nada— Me pide.
—No te preocupes, me enseñaste a cuidarme— Concluyo y termino la llamada para seguir con este teatro.