Una semana después: 18 de junio
Desde lo que ocurrió con Jordán en aquella habitación, no he vuelto a hablar con él. Es difícil, pero entendí que debo mantenerlo alejado de todo esto por su propio bien y es que no sabe lo peligroso que puede ser Leonardo cuando se lo propone. No quiero arriesgarlo, no quiero que termine igual que mi padre… ya lo perdí a él y a mi madre, no podría perder también a el hombre que amo.
—Muñequita, déjame verte— Escucho su voz y cierro mis ojos frente al espejo para después darme la media vuelta y quedar de frente a él. Abro mis ojos lentamente, y su mirada me recorre milímetro a milímetro —Te ves alucinante— Pronuncia y sonríe triunfal ya que este vestido lo ha escogido él —Las transparencias te lucen de maravilla, mira como resaltan las curvas de tu cuerpo— Señala y por dentro solo me siento como una mujerzuela a la que su esposo quiere lucir como un trofeo. Se acerca a mi oído y disimulo —No quiero que te quedes a solas con ninguno de mis socios ¿de acuerdo? Solo quiero mirarte yo de esta manera— Advierte y respiro profundo.
—¿Entonces para que quieres que me vista así?— Cuestiono firme y él acerca su rostro al mío.
—Para que se mueran de envidia, eres mía… solamente mía, me perteneces— Sentencia y en respuesta mis puños se cierran a cada lado de mi cuerpo.
—¿Nos vamos?— Averiguo y asiente.
Su mano se posiciona en la parte baja de mi espalda y de esta manera caminamos por la casa hasta que salimos donde el auto nos está esperando. Nos subimos a este, y Leonardo le hace una seña al chofer para que arranque. No tengo idea de donde me llevara, solo sé que vamos a reunirnos con personas que están metidas en la misma mierda que él y sabiendo que debo enviar una señal, hago de cuenta que me acomodo el clip de mi cabello para así encender la señal que debo darle a Lautaro.
—Muñequita, desde ya te advierto, no seas descortés con mis socios y acepta los tragos que te ofrezcan o los regalos que te hagan, ¿de acuerdo?— Me informa.
—Claro, no te preocupes— Respondo fría y miro por la ventana como las luces de la ciudad se pasan por nuestro alrededor.
No tengo idea de cómo estoy siendo capaz de soportar esto, tal vez sea las ganas de justicia o entender lo que le ha pasado a mi padre lo que me lleva a comportarme como él me lo pide. Mi mente se va de esta horrible realidad, cuando de pronto el auto se mueve de una forma abrupta que me lleva a sujetarme de donde puedo —¡Cuidado!— Exclama Leonardo y coloca su mano en mi cabeza para hacer que me agache mientras que escucho disparos que tratan de romper los cristales sin mucho éxito ya que son blindados.
—¡Sácanos de aquí!— Le grito al chofer de Leonardo, pero los disparos no cesan hasta que de pronto luego de una seguidilla de tiros, el silencio se hace presente.
—¡Mark! ¿Me escuchas?— Le pregunta Leonardo al conductor, pero al parecer se ha golpeado y esta inconsciente.
Estoy aturdida por lo sucedido y el sonido de la puerta del lado de Leonardo abriéndose me asusta. Miro hacia allí y veo a Jordán con su arma en la mano —¿Se encuentran bien?— Nos pregunta y debo hacer un gran esfuerzo por no ponerlo en evidencia.
—¿Tú le disparaste?— Inquiere Leonardo y al ver hacia afuera, veo un hombre tendido en la calle.
—Si, vi lo que pasaba y me baje del auto, soy guardia de seguridad— Le explica y no puedo creer lo que escucho.
—Mi esposa y yo te debemos la vida— Dice y me mira —Muñequita, dile gracias ¿no?— Me habla y apenas puedo respirar.
—Gracias, aunque dudo que con eso le alcance para pagarle lo que hizo— Consigo decir sabiendo muy bien lo que está pasando.
Leonardo sonríe y acaricia mi cabello —Tienes razón— Afirma y mira a Mark que apenas está recobrando la consciencia —¿Estas bien?— Le pregunta a él.
—Todo en orden señor— Indica y Leonardo vuelve a mirar a Jordán.
—Eres bueno en lo que haces, ¿tienes trabajo?— Le cuestiona y ahora entiendo que todo lo que hizo fue para conseguir lo que quería «lo voy a matar» pienso mirándolo fijamente.
—Me echaron hace dos semanas señor— Responde firme.
Veo a Leonardo sacando una tarjeta de su bolsillo, y se la entrega a Jordán —Ve mañana a primera hora a mi casa, llámame para la dirección, te daré trabajo, necesito hombres como tú conmigo— Le pide y siento que respirar de hace difícil.
—Lo llamare y ahí estaré. Muchas gracias— Expresa disimulando felicidad mientras que yo no sé ni siquiera como actuar.
—Nada que agradecer, ahora si me disculpa, nos tenemos que ir— Explica y me mira —¿Estas bien muñequita?— Me pregunta y asiento.
—Estoy bien, vamos— Le pido y con una señal, Jordán cierra la puerta y Mark pone el coche en marcha una vez más.