Taylor observó con detenimiento la fachada del hotel que tenía frente a ella. Cuando Maddox le había dicho de trabajar para un vampiro, se había imaginado algo mucho más oscuro y tétrico. Bien había confirmado que estaba equivocada. Las enormes cristaleras se abrían en toda la planta baja del edificio, por lo que podía ver el interior. Tanto la recepción del hotel como el pequeño salón en la entrada eran de colores vivos y decorado con plantas verdes.
Le sorprendió que aquel lugar se viera tan bien y pulcro, puesto que su idea de una guarida de vampiros no era especialmente limpia. Tenía entendido que se ensuciaban bastante cuando tomaban sangre, así que una parte de ella había supuesto que el lugar donde vivían era igual. Maddox soltó una risa baja a su lado, recordándole que no estaba sola. Cuando lo miró, sus ojos brillaban con diversión. Taylor se sintió acongojada de repente. Seguramente había visto la cara de idiota que se le había quedado al ver el enorme edifico.
—¿Te gusta lo que ves?
Taylor estuvo tentada a preguntarle si hablaba de él o del hotel, pero a jugar por la cara divertida en su rostro, solo estaba buscando burlarse de ella.
Volvió la mirada al hotel.
—Es bonito —asintió.
La sonrisa de Maddox se amplió y su fría mano se situó en su codo. Taylor brincó por la sorpresa mientras que Maddox tuvo que contener otra sonrisa.
—No voy a lastimarte —dijo—. No te habría traído aquí si quiera hacerte daño.
Taylor se mordió el labio. Ella no estaba de acuerdo con eso. Sabía que algunos vampiros solían llevarse a sus víctimas a sus casas. De esa forma, nadie sabría lo que había pasado y ellos podían deshacerse del cuerpo luego.
—¿Lo conoceré esta noche? —preguntó.
Los ojos de Maddox cambiaron. Su rostro se tensó unos segundos y la soltó.
—Sí —respondió. Era como si nunca hubiera sonreído—. Nos está esperando dentro.
Ella lo siguió en silencio cuando comenzó a caminar nuevamente. Las puertas de cristal se abrieron y ella siguió al vampiro hacia los ascensores. Ni siquiera la miró cuando las puertas se cerraron y él pulsó un botón que los llevaba hacia la última planta.
Catorce plantas más tarde, las puertas volvieron a abrirse dejando a la vista un enorme salón con sofás de cuero n***o y una enorme televisión gris de tubo. La luz que envolvía el lugar era tenue, seguramente era cosa del vampiro. Maddox posó su mano en la espalda de Taylor y la instó a entrar en la estancia.
Estaba nerviosa. El corazón le latía tan fuerte y rápido que podía sentir la diversión de Maddox de una forma muy palpable. Era evidente que podía escuchar el continúo Bump Bump Bump de su corazón en su pecho. Y eso lo divertía.
Desde que lo había conocido, se había sentido como la constante atracción personal de Maddox el vampiro. Solo le habría faltado un cartel que dijera “¿Te aburres mientras esperas tu cena sangrienta? ¿Necesitas un poco de diversión antes de echarte tu siesta de medio día? ¡Atención Vampiros! ¡Vengan a observar a Taylor Dixon, la mestiza más torpe de Londres!”
Sí. Definitivamente podía ver ese anuncio. Era como si a raíz de conocer a ese hombre, se hubiera convertido en una existencia mucho más torpe que antes. Al menos, siempre le quedaría su orgullo.
Taylor se sentó en el sofá de cuero, mientras que Maddox permaneció de pie junto a ella. Sus anchos hombros rígidos y la cabeza alzada hacia el frente, esperando a su Maestro. Las dudas la inundaron. No sabía nada del hombre al que estaba a punto de conocer. ¿Y si era alguien espantoso? Maddox le había dicho que no debía enamorarse de él. Eso sería fácil, pensó. Después de todo, se trataba de un vampiro.
El primer paso que dio hacia el salón hizo que Taylor se arrepintiera de sus palabras. Ese hombre era un bombón en todo su esplendor. Taylor observó al vampiro mientras caminaba hacia ella. Sus ojos grises se posaron en ella y no la abandonaron cuando se sentó. Debía haberse sentido intimidada, sin embargo, había algo en esa mirada que la atraía. Se dijo que era por su cabello n***o que los intensificaba y ese traje de chaqueta azul marino y sin corbata que le sentaba como un guante.
El hombre se cruzó de piernas y apoyó el codo sobre el posa brazos mientras la otra descansaba sobre su rodilla. La miraba desde arriba. Taylor al instante supo que intentaba intimidarla, analizarla y quizás, averiguar si tenía algo contra ellos.
El silencio duró un buen rato en el que ambos solo se observaban fijamente. Ya puestos, ella escrutó su rostro mientras esperaba a que abriera la boca. Tenía unos labios bastante besables y atractivos. Se preguntó si mordería cuando besaba. El vampiro sonrió como si hubiera adivinado sus pensamientos.
Una chispas llamearon en sus ojos y Taylor se sintió caliente por todas partes. Luego, se horrorizó. No podía sentirse atraída por un vampiro. Nunca.
—¿Cómo te llamas?
Ella se sintió molesta. Hasta su voz era sexy. De reojo, miró a Maddox. Él no parecía dispuesto a ayudarla, lo que la dejaba completamente sola. Respiró hondo.
—Taylor Dixon —respondió. Estuvo tentada a llamarlo “señor”, sin embargo, no quería meter la pata antes de que le dieran el trabajo. Él la hacía sentir fuera de su hábitat. Como si fuera un tiburón fuera del océano.
—Bien, Taylor —habló marcando su nombre—. Supongo que ya sabes por qué Maddox te ha traído aquí.
Una sensación de hormigueo creció dentro de ella cuando lo escuchó pronunciar su nombre. Definitivamente debía estar perdiendo la cabeza.
Asintió.
—Para trabajar como su secretaria.
Una ceja oscura se arqueó.
—¿Sabes al menos cómo me llamo?
Nunca había visto necesario conocer los nombres de los subterráneos. Así que la respuesta era un NO con letras mayúsculas.
—No, señor.
Las mejillas de Taylor se sonrojaron de la vergüenza cuando el vampiro sonrió lentamente.
—Mi nombre es Miller Likar, nací en Eslovenia y actualmente soy el Maestro Vampiro de Londres.
Taylor sintió que quería hundirse en el asiento y fundirse con el suelo de mármol. Era un hombre guapísimo y, probablemente, su próximo jefe.
No olvides que también es un vampiro.
Eso la hizo bajar de su nube y al mismo tiempo sentirse avergonzada. El motivo por el que estaba ahí era porque tenía la política de separar su trabajo de su vida personal. No había venido a ligar sino a encontrar un trabajo para así poder tener un techo sobre su cabeza. Ya ni siquiera decir que era un vampiro y los vampiros bebían sangre, además de ser peligrosos.
Tenía que andarse con mucho ojo.
Alzó la cabeza para responder. Necesitaba mostrarse lo más segura posible.
—Un placer conocerlo —intentó sonar suave.
Miller la contempló en silencio. Taylor tenía la extraña sensación de que podía ver a través de ella. Era extraño y la hacía sentirse desnuda de alguna forma.
Una vez más, Miller le sonrió como si supiera lo que estaba pensando. Luego, asintió hacia Maddox y se levantó del enorme sillón de cuero sobre el que se había sentado.
—Será mejor que te vayas a dormir —dijo—. Es tarde y debes de estar cansada. Maddox te llevará hasta tu habitación y mañana, cuando despiertes, hablaremos del trabajo.
Taylor asintió ligeramente, absorta por una sensación de trance. Sus ojos siguieron al Maestro vampiro hasta que desapareció a través de un marco que debía llevarlo hacia otra estancia de la suite en la que se encontraban.
Maddox a su lado, suspiró.
—Vámonos —ordenó—. Ya no tenemos nada que hacer aquí.
Taylor quiso preguntar sobre qué había pasado exactamente con Miller, pero se detuvo. Maddox parecía que quería acabar con aquello cuanto antes y tampoco estaba muy segura de qué preguntar de la conversación tan efímera que había tenido con el Maestro vampiro.
Lo siguió en silencio por un pasillo lleno de puertas hasta que Maddox se detuvo frente a una. Al girarse, le pareció vislumbrar algo en su rostro que no supo reconocer.
—Puedes dormir aquí —dijo—. Mañana cuando despiertes, hablarás con el Maestro. Él contestará cualquier duda que tengas. Solo recuerda una cosa: nunca caigas por él.
Taylor asintió en silencio. Podía hacer eso. La imagen del hermoso rostro de Miller apareció en su cabeza. Posiblemente no fuera fácil, pero lo haría. El amor no te da de comer, se recordó. Tenía que hacerlo por su propio bienestar.
La mano de Maddox rozó su mejilla y ella alzó los ojos para mirarlo. Su rostro era la viva imagen de un noble inglés. Era guapísimo. En realidad, nunca había visto a un vampiro que fuera feo. En parte era porque no había conocido a muchos.
—¿Maddox? —susurró confundida.
Él abrió la boca, parecía dispuesto a decir algo. La respiración de Taylor se entrecortó, esperando por sus palabras. Mientras más lo miraba a aquellos ojos marrones, más sentía como la tensión que había entre ellos crecía. Podía sentir como sus pezones comenzaban a endurecerse bajo el tejido del sujetador y como una parte de ella que había permanecido dormida, comenzaba a calentarse.
Miller no iba a ser el único del que iba a tener que cuidarse.
La lengua de Maddox salió disparada y humedeció sus labios. Taylor sintió como cogía aire lentamente, queriendo besarlo.
—Deberías ir a dormir —su voz era ronca—. Es tarde para ti y has tenido una noche movida.
Ella asintió cuando la fría mano de Maddox abandonó su rostro. Luego, lo observó marcharse. Solo cuando lo perdió de vista por el oscuro pasillo por el que habían caminado, entró en su habitación.
21 de diciembre de 2002
No era más de las doce cuando Taylor se sintió completamente despierta. Debería haberle preocupado que hubiera dormido durante tanto tiempo, pero había regresado agotada de la noche anterior y se suponía que los vampiros no estaban despiertos a esas horas.
Todo está bien, pensó.
Caminó hasta el cuarto de baño y contuvo un gemido con la imagen que el espejo le devolvía. Taylor observó con detenimiento su pálida piel, su cabello n***o revuelto en todas direcciones y sus ojos azules hundidos por el cansancio. Parecía un fantasma.
La imagen que tenía frente a ella no era el de alguien que hubiera dormido durante la noche. En su lugar, parecía que se había metido en una pelea o que planeaba presentarse a una secuela para una película de terror.
—Parezco una jodida imagen del Greco…
Rápidamente, comenzó a desvestirse y entró en la ducha que había a su izquierda. Tenían de todo, desde champú hasta gel de baño y crema para depilar. Le sorprendió la cantidad de artículos de higiene que tenían y se preguntó si tenían visitas a menudo.
Tal vez no era la primera que había ido por el puesto de secretaria.
Eso le recordó su conversación con Maddox la noche anterior. Él le había dicho que sus otras empleadas habían querido algo más íntimo con Miller. Aquellas cosas podían haber sido de esas personas.
Intentó no pensar en eso mientras se lavaba el pelo. Anoche cuando se tumbó en la cama había estado tan agotada que durmió con la ropa interior, pero ahora quería y necesitaba ducharse. No podía presentarse para su posible futuro trabajo con las pintas de un vagabundo.
Taylor se envolvió la toalla alrededor del cuerpo y luego envolvió su pelo con otra. Ahora que ya estaba duchada, tenía un nuevo problema. ¿Qué iba a hacer con la ropa? La ropa con la que había llegado era un desastre. Había estado manchada de sangre y luego la había mojado con el agua del lavabo. Era completamente inutilizable hasta que la lavara como era debido.
Suspiró y se dirigió hacia el dormitorio. Un problema a la vez. Tal vez debía esperar a Maddox o, quizá llamar a alguien.
La respuesta apareció sola.
Encima de la cama se encontraba un conjunto completo de ropa. Desde la interior hasta los zapatos. Taylor se acercó sorprendida y luego observó la puerta con desconfianza. ¿La estaban observando? Sin hacer demasiadas preguntas, se cambió rápidamente y corrió al baño para cepillarse el cabello húmedo y cepillarse los dientes.
Le habían dado un vestido que le quedaba un poco ancho y un par de zapatos que, para su sorpresa, sí eran de su talla. Antes de salir, observó una última vez su reflejo. Sus ojos azules brillaban con más encanto y volvía a tener esa apariencia de muñeca que siempre había tenido.
Cuando salió de la habitación, Maddox la estaba esperando en el pasillo.
—¿Ya estás lista?
Taylor pestañeó sorprendida, pero agradeció que fuera él y no otro el que estaba allí. No habría sabido cómo reaccionar si hubiera otro vampiro más en la suite.
—¿No deberías de estar durmiendo? —preguntó.
Maddox hizo una mueca y comenzó a caminar.
—No sabes mucho de nosotros, ¿cierto? Depende mucho del vampiro —explicó—. Se podría decir que es una habilidad. Generalmente, es algo que consiguen los vampiros con muchos años de antigüedad. Ellos han adquirido poder a lo largo de los años y eso les ha permitido ciertas cosas, como estar despiertos de día. Luego, hay otros casos como que el Maestro del nido comparta su sangre con los suyos. Eso los hace más fuertes y, con la dosis adecuada, consiguen este tipo de cosas.
Taylor pensó en Miller. No parecía muy viejo. Pero, claro, siendo un vampiro, su crecimiento se había detenido hace mucho tiempo.
—¿Miller es un vampiro muy antiguo?
—Maestro para ti —respondió—. Y no, no lo es. Sin embargo, tomó mucha de la sangre del antiguo Maestro antes de que lo asesinara. Eso lo hizo convertirse en un vampiro poderoso.
Taylor jadeó.
De repente, Maddox se detuvo y se giró para observarla. Tenía una sonrisa dibujada en el rostro que le produjo escalofríos.
—Tienes suerte de no haber conocido al antiguo Maestro, Taylor —su voz era suave como una caricia, pero algo en ella, hizo que se le erizaran los vellos de la nuca—. Aquel hombre nunca te hubiera permitido vivir, de haberte encontrado. Algo que odiaba eran los mestizos —se lamió los labios antes de seguir—. Siéntete agradecida de tener al actual Maestro como tu jefe.
Ella no estaba segura de que aquello fuera suerte. Lo último se quedó en su cabeza.
—¿Quiere decir que tengo el trabajo? —preguntó, ansiosa.
—Solo si lo quieres.
Taylor asintió con ímpetu. Necesitaba ese trabajo. Maddox soltó una carcajada y volvió a caminar en dirección al comedor.
Cuando llegaron ahí, Miller estaba presidiendo la mesa con una gran sonrisa. Taylor contuvo la respiración. Puede que necesitara el trabajo, pero no estaba segura de si conseguiría resistirse a Miller.