27 de enero de 2003 Había sido una estúpida al sucumbir ante los encantos de un vampiro. Todavía podía recordar el tacto de sus manos, el sabor de sus besos. Miller había cavado más profundamente dentro de ella y ahora, ni siquiera era capaz de sacarlo de su cabeza. —Taylor… ¿por qué llevas la misma ropa de ayer? La voz curiosa y aguda voz de Jorge la sorprendió mientras vertía café en su taza. El agua cayó a un lado de la taza y salpicó la encimera y su mano. —¡Joder! —¡Dios, Taylor? ¿Estás bien? Ella se miró el dorso apenas enrojecido por el agua. —Más o menos —respondió—. ¿Dónde te habías metido? No te he visto por la cocina cuando he llegado. Jorge se apoyó en la encimera con una amplia sonrisa dibujada en el rostro. —Estaba conversando con unos clientes. Al parecer, les ha gu