Capítulo 3

1099 Words
Recibí unas llamadas de las chicas del equipo de baloncesto, preguntaron cuándo volvería a jugar, no le había mencionado a nadie que no volvería a jugar nunca, si no lo decía en voz alta, aún no era real, mamá recibió una llamada y tuvo que irse, estaba en resistencia como si no estuviera en un hospital rodeada de enfermeras y médicos, en ocasiones no entendía su definición de cuidado. —Si, Mik, serás la primera en saberlo —hablé al teléfono. Justo en ese momento el médico entró de nuevo, tomó mi expediente sobre la mesa y vio de nuevo los papeles, era demasiado obvio que estaba esperando a que terminará la llamada y sabía que no se iría, además, no me gustaba que escuchará lo que decía. —Mik, el doctor está aquí, te habló después. Cuando corté la llamada, levanté la mirada al médico, él tardó en darse cuenta y eso me fastidió un poco. —¿Tiene algo que decirme? —Tengo algo que decirle desde que despertó, pero creí que le gustaría la privacidad —señaló el lugar donde mi madre había estado. —Así es. —Señorita Pierce, debo informarle que a parte de la fractura en el tobillo, tiene dos costillas del lado izquierdo fracturadas y varios hematomas alrededor de su cuerpo. —Es por el entrenamiento —justifiqué. El médico se acercó a la camilla, tomó el teléfono que había dejado en la orilla y lo colocó sobre la mesa, luego se sentó, fue incómodo, no lo conocía para que tuviera esa cercanía conmigo. —Tu y yo sabemos que eso no es cierto, se hicieron hace días y no vas a mentir con que te caíste por las escaleras —comentó —. Si no te sientes cómoda llamaré a la enfermera para que puedas hablar con ella y me aseguraré que venga una policía para que pueda tomar una declaración. —Una policía. —Mujer, sería más cómodo para ti. —No necesito una policía y menos poner una denuncia, esto no me lo hizo nadie, ya le dije que es el entrenamiento. Se separó de la camilla cuando vio mi hostilidad. —Señorita Pierce, no puede permitir que le sigan haciendo esto. —Nadie me hace nada, ¡váyase de aquí! —¿Acaso no entiende el riesgo que pudo tener en la cancha? —cuestionó —. Pudo perforar el pulmón con las costillas fracturadas. —Pero no pasó y a usted no le tiene que importar nada más que mi pierna —escupí —. ¡Váyase de aquí! ¡Y quiero otro doctor! —¡Megan! —Vi hacía el lugar donde habían dicho mi nombre, Alex había entrado a la habitación, caminó hacía adentro viendo al médico —. ¿Qué sucede? —Le estaba dando la información sobre lo que procede… —No volveré a jugar —interrumpí al médico al escuchar la agresividad con la que le estaba hablando, Alex me miró un instante y luego al médico. —¿Eso es cierto? —Sí, el tobillo estaba muy dañado, podrá caminar y hacer sus actividades diarias, pero no debe esforzar mucho la pierna. —¿Pero la operación salió bien? ¿Y la terapia física? Ella aún es joven, puede recuperarse. —Alex —lo llamé alcanzando su mano, él siempre veía una oportunidad, el lado positivo de todo. Ya saben, eso de que la esperanza muere al último, Alex se lo tomaba en serio, pero este no era el momento para hacer eso, solo quería un momento descansar y aceptar que ya no volvería al equipo, él lo entendió con mis gestos y desistió. —Gracias doctor. —La medicina ha avanzado mucho, podemos ver otras opciones, por el momento le recomiendo descansar y recuperarse. El médico se salió de la habitación, Alex no dijo nada. —No me mires así. —No tengo otra forma de mirarte —debatió. —Por supuesto que sí —aseguré —. Ahora me ves como si fuera un cachorro abandonado en medio de la carretera y no como cuando entré al equipo de baloncesto. —¿Cómo te sientes? —preguntó cambiando de tema, él sabía que odiaba que me miraran con lástima, lo habían hecho demasiadas personas desde que era niña. —No lo sé —encogí los hombros —. Supongo que aún tengo que procesarlo —respondí —. ¿Qué haces aquí? Creí que tenías entrenamiento. —Llame a Eli para saber cómo estabas, me dijo que habías despertado y que ella estaba en la oficina —explicó —. No te iba a dejar sola. —Sabes que estoy en un hospital. —Rodeada de desconocidos. —No le digas a mamá que no volveré a jugar —le pedí —. Aún no le he dicho nada. Alex movió su boca con disgusto, era su forma de decir que no estaba de acuerdo con algo, seguramente buscaría una forma de cómo podría volver a jugar, yo aún no podía procesar lo que sucedía, el baloncesto era el último de mis problemas en este momento, aunque había jugado toda mi vida y llevaba casi tres años en el equipo, había sido la jugadora más joven en ingresar al equipo profesional y jugar en la NBA, toda mi vida se había tratado del baloncesto, Alex me había enseñado todo lo que sé, era mi tutor y entrenador hasta que pude entrar a un equipo profesional, luego de eso todo fue sobre el juego, respirar, comer y entrenar, solo para tener el mejor juego, en algún momento dejó de ser divertido y fue una carga sobre mis hombros. —No me convence lo que dijo el médico —mencionó finalmente. —No quiero hablar de eso ahora —comenté —. Solo quiero descansar y salir de aquí. —¿Puedes comer de todo? —No lo sé. Alex salió para preguntarle a la enfermera, tardó más de una hora en regresar porque varias personas le pidieron su autógrafo en el hospital y regresó con comida tailandesa, los canales en la televisión eran un asco, pero después de tanto dar vueltas, casi al final encontramos un juego de baloncesto de LeBron contra los Knicks. Yo pasé el rato burlandome sobre la paliza que les habían dado los Lakers y Alex tuvo que soportarme, poco después apareció mamá con Ro y cuando ya era demasiado tarde, casi llamaba a seguridad para que todos se fueran, quería dormir aunque sea unas horas y si uno de ellos se quedaba, no podría hacerlo.
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