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Ella dejó la comida sobre la mesa, se sentó a mi lado y acarició mi mano, el arrepentimiento era completamente latente en sus ojos, pero no era suficiente como para conmoverme. Había pasado seis meses sin ningún contacto s****l solo para esto, para ser engañado y poder restregarle en la cara que yo esperé, cumplí y le amo. Al final del día no podía mirarle sin sentirme mal por lo que sea que había decidido. Ahora que lo pienso; debí volar hasta París, encontrarle con el tipo, que se la estuviese follando para sentirme más decepcionado y mientras se vestía y se comportaba como la perra doble cara que se ha convertido; rogara mientras daba  una jodida explicación. Quizá de aquel modo hubiese sido incómodo solo para ella, pero lo doloroso no cambiaba; independientemente de si estaba vestida o desnuda con otro, porque había ocurrido...  ¡Me he convertido en un venado!   —¡Nunca te he sido infiel y oportunidades me han sobrado! —Reproché a Paola.   —Lo sé.  —No me casaré contigo. —Dije. — No después de esto... —¡Mi amor, por favor no termines conmigo! No tenemos que terminar, esto es un bache. ¡Vayamos a terapia! Sé que la confianza es fundamental, pero llevamos una vida juntos y yo quería experimentar y me sentí una mierda... luego no sabía cómo hablar como regresar o disculparme.  —¿Tardaste un mes en sentirte así? Dilo, has tenido una aventura con un hombre mientras te esperaba en casa. Las lágrimas comenzaron a correr por sus ojos y su llanto sonaba bastante desesperado.  Decidí iniciar mi desayuno; tomé tocino, huevos fritos y pan tostado con mantequilla de ajo; mi suegra solía hornear el pan relleno con mozarella y lo bañaba con mantequilla de ajo casera, finalmente lo freía un poco y luego de vuelta al horno. —Arturo. —¡Dilo! —Le reté. — Reconócelo. —¡Arturo... —Mi madre ha hecho un berrinche por ti, y  trajiste a tus padres. Entonces todos piensan que te he engañado y que te he hecho daño. Todos te ven como la víctima. ¿Qué tenemos por aquí? ¡Años de horribles desayunos, almuerzos y de cena ensalada. Cuadros abstractos por doquier, paredes blancas como si fuera un manicomio! ¿Qué mierda estoy viviendo? ¿Me lo merezco? ¿¡Merezco que me pagues así por consentirte?! —¡Ya!—Gritó y golpeó la mesa varias veces. — ¡Basta, Arturo me lastimas! ¡Basta, estoy muy arrepentida!  Todos los platos y el vidrio de la mesa cayeron, se había despedazado la mano izquierda, el hueso se veía fracturado fuera de su piel, la mano se estaba inflamando y tenía un vidrio atravesando en su muñeca justo donde el hueco se salió, ella como era de esperarse no paraba de temblar; su mano de oro estaba herida y antes de poder decir o hacer nada, Paola hizo exactamente lo que no debía, sacó el vidrio de su mano y la sangre comenzó a chorrear. Fui a la cocina por un trapo y vendé la mano de mi novia, la cargué y le llevé al auto, conduje en dirección al hospital estábamos relativamente cerca mientras le escuché llorar y suplicar.  —Solo quiero estar contigo, quiero ir a terapia. Tú me quieres y yo a ti. —Paola, no te estreses y mantente en silencio.  —Quédate conmigo —Pidió una vez más en medio de llanto y el rostro marcado por lágrimas. —Perdóname y quédate conmigo. Estacioné en una de las entradas de emergencias en el Pieth Health Hospital en el cuál ya nos esperaban.  —Paola, he estado siempre contigo.  Le saqué del auto, le tiré las llaves a un interno que nos esperaba y Mariola sonrió al verme cargarle. —¿Sexo salvaje? —Preguntó mi amiga mientras movía las cejas divertida.  Le mostré la mano y ella negó con la cabeza.  —Mariola es ortopedista, ella se hará cargo hasta que me cambie —Dije y fui corriendo a los casilleros a cambiarme. Cuando volví toda mi familia estaba presionando a Mariola alrededor de Paola, quien parecía no estar afectada. —¡Fuera! —Grité y todos me miraron de vuelta. —¿Hijo... le rompiste la mano?  —El nervio está roto —Informó Mariola.  Le quité la radiografía y observé lo mal que estaba su mano. Le llevamos a cirugía pero de igual manera no había nada que hacer más que buscar nervios nuevos para tratar el problema. Cuando salí todos estaban sentados esperando como si no sobrarán pacientes moribundos eran cuatro doctores haciendo nada, mi mamá tenía un negocio para dirigir, incluso mi tía Emma estaba esperando, ella tiene pacientes psiquiátricos o personas en crisis lejos de aquí en espera, sus padres, al menos eran su familia, la mía solo quería ser cotilla.  —¿Se murió la niña? —Preguntó mi tía completamente sarcástica y no pude evitar reír. —Se va a morir —Dije y ella respondió con una mueca poco digna de lo buena actriz que es. — Intentamos reconstruirlo pero lo rajó en varias partes; está dividido y no podrá cerrar la mano  hasta que consigamos nervios para ella. —¿No va a poder pintar? —preguntó mi suegro. —No. —¿Qué estaban haciendo? —preguntó Emma con su usual tono pervertido. —Cuando James y yo éramos jóvenes... —Negociábamos y estampó su puño izquierdo contra el vidrio de la mesa, así que no tenemos mesa, el desayuno está en el suelo y no recuerdo haber cerrado bien la puerta... Sí, cerré. Las llaves deberían estar en mi pantalón y hay sangre en el piso no debe secarse... —¡Arturo, enfócate! —Gritó mi padre. —Me retiro del caso, que lo vea Alex. Caminé al lado de mi tía Emma quien no paraba de hacer bromas con respecto a las actitudes exageradas y dramáticas de mi madre y Diana, la mamá de Paola. Emma y yo ingresamos a mi oficina, ella fue directo al ventanal para disfrutar de la panorámica vista del sur de Mainvillage mientras yo  cerraba la puerta y me acomoda en la camilla de mi oficina, necesitaba descansar, dejar los problemas de lado. Emma sacó una casetilla de cigarros, me ofreció y le recordé:  —Tía Ems, tengo alarmas de incendio y detectan humo.  —Pensé que tu abuela te quería más que a mis hijos. ¿No eres el jefe?  —Nadie me respeta.  —Arturo, ¿Tu novia te puso los cuernos o fuiste tú? Hice una pausa, sabía que era buena escuchando chismes y analizando situaciones, pero para que mi tía Emma lo supiera todos debían saberlo, no era de la clase que se llevan por el primer comentario... le hacen falta varios, eso me llevaba a la conclusión más vergonzosa: todos lo saben.  —Paola me engañó y se ahogó en llanto para que vayamos a terapia, estaba histérica.  —Arturito, te quiero como a un hijo y te respeto como a mi padre, pero la vida se te está yendo en cosas ¡tan banales! Estas perdiendo la vida en producir más poder paras estas familia, más dinero para tus bolsillos, autos, casas, joyas para tu mujer...Te pareces tanto a mi esposo que creo saber cómo termina tu vida si te quedas con ella.  —¿Qué quieres decir? —Se puso en pie y me dio un corto abrazo.  —Búscate.  —Eh...Claro... No iría a donde otro terapista, tía Emma —Le vi rodar los ojos antes de salir de la oficina. Me quedé contemplando todo lo ocurrido.  Llevábamos media hora juntos y no había ninguna solución, tampoco quería juzgar a nadie, pero eso es lo que pasa cuando llevaba veinte años con una persona, es casi ilógico pensar en abandonar todo lo que se ha construido, ese es el caso de nosotros; hemos compartido dos casas, tres perros, viajamos, reímos y hemos llorado juntos. ¿Valía la pena dejarlo por una aventura? Hasta en las mejores familias alguien falla, y de eso se tratan las relaciones; saber perdonar. Además, estoy seguro que de haber sido de la forma opuesta ella también hubiese intentado que nos recuperáramos. La puerta de mi oficina se abrió y apareció Fabricio; mi animador personal.  Me comentó que había ido a ver los exámenes, estuvo hablando con mi abuelo y los pronósticos no eran muy buenos, los dos conversamos un rato y terminé compartiendo mi patética situación con él, al fin y al cabo era la única persona que era neutral porque Mariola tenía sus pasionales y prohibidas sugerencias, mi familia le quería más que a mí, además me ven como cualquier cornudo, finalmente estoy bastante confundido como para pensar en ello y tomar una decisión sin opiniones ajenas. Abrí los ojos y me encontré con mi sonriente madre conversando con mi amiga, al parecer habían pasado tres horas desde mi última conversación y desde que había comenzado a babear sobre mi camilla. —Ya se despertó mi niño. ¿Hace cuánto no dormías, cariño? —No sé.  —Arturo, tu novia se ha vuelto una gata fiera desde que despertó y no te vio. Debe estar muriendo del dolor porque no quiere nada hasta que le veas. —Dado que has sudado y babeado en tu camilla deberías tomar un baño antes de ir a ver a Pao. —Asentí y besé la frente de mi madre y la mejilla de mi amiga.  Me metí a la ducha y procuré tomar un largo tiempo bajo el agua, estaba cansado y completamente confundido, de igual manera me puse el uniforme limpio y bajé a la habitación de mi novia.  Le escuché quejarse desde el pasillo y a Mariola discutiendo con ella para aplicarle el medicamento. —Silvi, anestesia local —Dije a la enfermera y conversé unos minutos con los padres de Paola. Los cuales estaban notablemente angustiados por la situación, los tres estuvimos de acuerdo en que decaería anímicamente. Les aseguré que me quedaría y decidieron ir a casa para cambiarse y descansar un poco. Escondí las agujas y moví la puerta de vidrio que tenía la habitación de mi novia, estaba seguro de que mis padres la habían movido a una habitación  Premium. Dentro de la habitación estaba Mariola quien insistía en medicarle para ayudar a combatir el dolor y a pesar de las lágrimas que se le escapaban y lo rojo y arrugado de su rostro se negaba. —Solo quiero a Arturo, son amigos, búsquelo y dígale que prefiero morir si no está junto a mí.  Carraspeé y ambas dirigieron sus miradas sobre mí.  —¿Hola?  —Te lo dije, un oso grande, feroz y gordo. —Musitó Mariola al pasar por mi lado.  Cerré la puerta de la habitación y me dirigí a la cama cerca de su brazo. Coloqué mi cabeza entre su cuello y su hombro,  aspiré su olor, luego le di un beso en la mejilla.  —Arty, ¿En dónde estabas?  —Me quedé dormido, lo siento.  —Bien—Asentí y besé sus labios suavemente antes de poner la primera jeringa sobre su adolorida muñeca. —Ahhh. —Vamos, no seas cobarde.  Terminé de inyectarle y le abracé. —¿Me quieres? —Lo hago, Pao. Tres meses después. Su mano parecía recuperada después de unas cuántas operaciones y bastante terapia física, nuestra relación era aún más monótona y sobre todo condescendiente; ha eso se refiere la gente cuando dice que todo es diferente, nos estábamos yendo a la mierda y nos comportábamos normal para el resto del mundo, íbamos a actividades juntos  a pesar de estar  bastante lejos. —Arturo.  —¿Qué?  —Es que... No dormimos así y tu tía dice que tenemos que ser lo más normales posibles, pero te das vuelta en las noches y antes me abrazabas. Sonreí ante el recordatorio, solía pasar mi brazo sobre sus hombros y con mi mano libre tomaba su pierna, así me aseguraba de que jamás fuese a ningún otro lado, pero parecía que había soltado más que su pierna y sus hombros, solté su alma y su pasión por mí. —Bien, gracias por decirlo.  Ella terminó de ponerse crema en el brazo que podía y me regaló una triste sonrisa. —Ahora te pasaré crema y luego te abrazaré toda la noche.—Le di un beso en la mejilla. Al día siguiente nos levantamos y alistamos para ir a la cita con mi tía Emma, no entiendo como logra retener tantas historias y analizarlas. —Cariño, no finjas que están de maravilla, ¿si? —Estamos normal. —Dijo.  —No estamos normal, te doy la espalda en las noches y cuando tenemos sexo ya no pienso en ti.  —¿En quién piensas?—Preguntó mi novia.  —En mí... pienso en que estoy follando pero no me importa si eres tú o la vecina. Claro, yo no sé como es follar con la vecina porque eres a la única persona con la que follo. —No me has perdonado.  —Te perdoné, pero no lo he olvidado.  —No, Arturo. No le has perdonado y te duele porque ella traicionó veinte años de confianza. —Explicó nuestra terapeuta. — Pero... me pregunto: ¿qué has hecho para ganar su confianza, Paola?  —Me he disculpado y estoy con él, todo lo que siempre hemos hecho y querido lo intento pero... —¿Qué es lo que Arturo quiere? —Un nosotros.  —¿Un nosotros?—Repetí.  —Sí, —dijo mi novia. — ya sabes tú y yo, nuestro pasado, presente y futuro. Quiero volver a ser tu amiga, tu novia y tu sueño.  —¿Entonces qué pasó?—Pregunté y ella negó con la cabeza. —Tu siempre dices que hay un nosotros y que podemos ser felices, que me amas; pero no te esfuerzas.  —Nene, yo... —¡Solo explícame en qué fallé contigo!— Exigí. Nos quedamos en silencio, porque Paola decidió no decir nada, me miró con los ojos llorosos y el rostro completamente sonrojado mientras jugaba con su cabellera negra. —Creo que necesitan un tiempo —Intervino Emma —. Necesitan redescubrir sus sentimientos, necesitaban un respiro, antes lo necesitaban y ahora les urge. Los dos nos quedamos en silencio, ella tomó mi mano y yo le miré. —No quiero que nos separemos.  —Lo sé.  —Lo sabes...—Repitió Paola. —¿Entonces qué quieres hacer? —La emoción en la voz de mi novia se hizo presente, le miré y nuestro médico hizo lo mismo. —Yo creo que el tiempo es excelente, en uno de los sentidos, tendríamos de qué hablar, en tanto que pensar sin el otro encima...  —¿¡Quieres pensar y tener algo que contar?!... ¡Perfecto! Cuéntame cómo lo hicieron.  —Arturo— Dijo Emma.—¿De qué hablas?  —Arturo, no...  —Quiero que me diga cómo se lo folló. ¿En qué estaba pensando? ¡Qué sintió! 
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