Mi corazón estaba roto. Entiendo que jamás signifiqué algo real para él, pero…Imagino que este es el camino que siempre me esperó, la soledad.
—¿Señorita? —el mozo se acercó al verme de espaldas con la mirada fija al vacío que había dejado mi ex esposo—¿Está bien?
Tomando mi bolso, oculté lo rota que me sentía tras una sonrisa, para luego entregarle un billete.
— Que tengas un lindo día —dije, antes de salir con la más grande sonrisa en mis labios.
Me mantuve con esta expresión, hasta tomar un taxi que me llevara a casa. Quité de mi cabeza cualquier pensamiento triste, solo me concentré en el paisaje y las nubes.
Fueron largos minutos, hasta que llegué cerca al bosque. El auto no podía ir más allá. Debo aprender a manejar para no tener que depender del taxi.
Me adentré en el espeso bosque, me sentía tranquila, pues no era malo estar rodeada de la naturaleza. Me quité los tacones y solté mi cabello.
El viento sopló a mis mejillas, mis mechones blancos volaron, la brisa acariciaba mi piel, mis manos se posaron en la corteza de un árbol. Cuán mejor era la naturaleza que vivir en el asfalto.
De pronto, lo vi volar, sus ojos dorados brillaban conforme se aproximaba. Ahí estaba cuando lo necesitaba.
Es curioso cómo llegó a mí cuando solo era un polluelo. Al quedarme en la calle, creí que se acostumbraría a vivir en el santuario de aves, pensando que sería lo mejor. Muchas veces fui a visitarlo, ocultando mi cabellera blanca bajo un sombrero, sin embargo, captaba la atención de algunos visitantes. Hasta que Snow volvió a encontrarme.
—Mi pequeño —murmuré.
Se posó sobre una gran roca en el suelo, de inmediato me senté a un lado, pasando mis manos en su plumaje blanco.
Pero mientras lo hacía, noté una mancha de sangre en una de sus alas. Estaba herido y por la manera en que estaba lastimado, supuse que habían intentado cazarlo.
Con tristeza me puse a pensar que en este mundo ser diferente significa problemas.
—Fuiste muy valiente para volar en esa condición, pero no te preocupes. Yo curaré tus alas…y serás libre. Libre como yo también lo soy.
Suspiré hondo, recordando a Maddox y a Sora marchándose juntos. La sensación de querer gritar estaba en mi pecho, pero no tenía fuerzas para ello. En fin, ya no debía darle más importancia.
— Ya pasó, no ocurrió, no era para mí.
Ahora es tiempo de crecer. Salí del hoyo una vez, puedo volver a hacerlo ¡Yo puedo!
…
El tiempo fue pasando en meses que se convirtieron en tres años. Después de haber terminado mis estudios en Negocios internacionales, hice una especialidad. Formé un negocio pequeño que estaba segura que crecería con mucho esfuerzo y estableciendo nuevos vínculos.
No fue fácil, me llevó tiempo lograrlo, sudor, lágrimas, esfuerzo, sangre. Tantos sacrificios, pero que valieron la pena. Para llegar a lo que hoy en día he logrado.
"Tessile Nivale" Mi empresa textil, Soy dueña y directora de la segunda empresa textil más famosa en todo el país, y digo segunda porque "Tessile Martelli" acaparaba mayores clientes. Sí, una de las tantas empresas de Maddox. Por supuesto, esto era algo que no duraría mucho. Sé que prácticamente soy una novata, pero mi negocio ha ido creciendo a pasos gigantes. La calidad de nuestros productos nos daba ese respaldo.
—Con permiso.
Apartando mis ojos de una revista en mis manos, donde hablaban de la señora "Nival" y el grandioso éxito que estaba teniendo con su empresa textil. Atendí a Joseph, un excelente empleado, aunque en realidad diría que es mi mejor amigo.
—Me asustaste —dije nerviosa.
—Veo que ya leíste la nueva revista. Aunque pienso que sería mejor si dijeran tu nombre real.
De inmediato negué.
—No lo creo. Prefiero mantener mi identidad en secreto, sobre todo lejos de la prensa. Muchas personas han tenido problemas por ello.
— ¿Te refieres a Maddox?
— Hace mucho dejó de importarme, lo que suceda con él o una de sus tantas empresas no me incumbe.
Joseph levantó una ceja con incredulidad.
—Incluso si te digo que sus acciones han caído.
De inmediato captó toda mi atención.
—¿Cómo estás tan seguro? No será que ahora estás interesado en él.
Joseph soltó una risa peculiar.
— Admito que está hecho un Adonis, es más he tenido pensamientos que…—subiendo sus manos a su cabellera rubia se relajó—. Perdona, sé que no debo verlo de ese modo, después de…
— Está bien, no pasa nada. Tu trabajabas en ese lugar donde él me compró. Ya pasaron muchos años, y en ese momento tu necesitabas el dinero, no fue tu culpa.
— Eras tan inocente, cuando te vi entrar, de inmediato vi la tristeza en tus ojos. Esa Zorra, digo Sora se aprovechó de que eras tan vulnerable.
— ¿Zorra? —por poco me atraganto en la risa —. Eres increible para poner nombres.
— Es un Don, princesa.
— No exageres.
— No lo hago, aunque en la revista te llamen señora Nival, eres apenas una joven de veinticinco años. La princesa en este mundo de trajes y corbatas.
Fue inevitable no reír.
—Por cierto ¿Sabes si mi vestido ha sido recogido de la tienda?
— Oh cierto, olvidé que venía a eso. Quedaron en que lo enviarían hoy, pero hubo un problema y la empleada tampoco ha podido ir, pero no te preocupes. Yo puedo ir a recogerlo.
—¡No! —me apresuré a decir—. Suficiente haces con representarme en el trabajo. Puedo ir a recogerlo.
— Pero no es ninguna molestía para mí. Hago de todo por mi princesa de las nieves.
Joseph es un verdadero encantó pero no podía abusar de su trabajo así que tomé la decisión firme de ir por mi cuenta.
En la organización que soy voluntaria había una fiesta para recolectar donativos qué se entregarían al hospital de niños, y como una de las invitadas especiales debía estar presente.
Salí de casa con dirección a la tienda para recoger mi vestido, pero la distancia era aproximadamente de 40 minutos, bastante lejos pero tampoco me puedo quejar porque disfruto mucho estar lejos de la ciudad.
Tras al fin llegar, bajé de mi auto, salí dispuesta a entrar, mas al estar en la puerta escuché esa inconfundible voz a la cual no tenía ganas de volver a oir.
— Lamentamos el inconveniente, pero aquí está su pedido señor Maddox —dijo el empleado entregándole un paquete al hombre que estaba en el mostrador.