Prólogo
Estuve casado durante cuatro años con una mujer que no amaba, solo la necesitaba para que mi padre pasara los documentos legales a mi nombre. Mi verdadero amor estaba en aquella otra mujer que por fin he encontrado tras largos años de búsqueda, pero los problemas han vuelto y lo quiera o no, necesito la ayuda de mi ex esposa.
Vivir con Hebe fue una pesadilla. Evitaba hablarle o dirigirle la mirada, nunca posaría mis ojos en alguien como ella.
…
No cabe duda que esa mujer es una interesada ¿Pedir semejante cosa por solo catorce meses? ¡Es una estupidez!
— Definitivamente eso no será así —respondí con firmeza, levantándome del asiento en mi despacho.
— Es el pedido de la señora Hebe, en caso no acceda, ella no aceptará su propuesta —respondió el empleado que ella había mandado para dar su respuesta.
— Solo tiene que fingir ser mi esposa, mientras el arreglo con los papeles termine. Ya estuvimos casados antes ¡Ni siquiera en el divorcio pidió tanto!
Era un completo disparate darle esa cantidad de acciones de una de mis empresas más exitosas.
— Supongo que no cambiará de parecer, siendo ese el caso, paso a retirarme.
El empleado de Hebe, dio media vuelta y cuando estuvo a punto de abrir la puerta, tuve que detenerlo.
— ¡Espera!
Apreté mis puños. No puedo creer que yo, con todo el poder que tengo, debo aceptar los pedidos de una mujer que solo me daba repugnancia cuando estábamos casados. Podía hacer lo que quisiera, su aspecto no me agradaba en lo absoluto.
— Dígame, señor Maddox.
— Está bien, dile que acepto su pedido —contesté sin ninguna emoción de por medio.
El sujeto sonrió ampliamente, bajando la cabeza en señal de despedida.
— Pierda cuidado, se lo haré saber.
Se largó, y estando a solas, tensé mi mandíbula, apretando con tanta fuerza el bolígrafo en mi mano hasta que el crujir de este objeto bañó en tinta mi mano.
—¡Mierda! —gruñí.
Esa mujer, esa horrible mujer…Hace tres años que no la había vuelto a ver. La última vez que ella y yo estuvimos en una mismo lugar, fue para firmar los papeles del divorcio, tras cuatro años en los que jamás sentí un mísero sentimiento por ella. Tuve que darle prácticamente una fortuna para obtener su firma, pues ya no me interesaba seguir casado con alguien como ella, porque al fin había encontrado a la mujer que durante tanto tiempo busqué.
…
Entonces, el día del encuentro llegó. Nuestros abogados se habían reunido para pactar un día en el que ambos nos volveríamos a ver las caras para firmar el acuerdo.
Pero tras esperar por más de dos horas, ella no daba señales de aparecer.
— ¿¡Qué falta de respeto es esta!? ¡Esto es un insulto! —reclamó mi abogado.
¿Estaba molesto? Por supuesto, pero no puedo dejarme ganar por la ira.
Pasaron otros veinte minutos. Estaba claro que ella solo se había burlado de mí. Exhalando un profundo aliento, me dispuse a postergar esta reunión.
Sin embargo, al levantarme, el mismo tipo que había venido antes a darme la respuesta de Hebe, ingresó, manteniendo la puerta abierta para la entrada de alguien.
— Lamento la demora caballeros, pero tenía compromisos ya pactados. Espero estar a tiempo para firmar.
¿Era ella? ¿En verdad esta mujer era mi ex esposa? ¿Se trataba de la misma Hebe?
De pronto, su frágil y delicada figura envuelta en un vestido coral, se aproximó al asiento que estaba a mi lado. Ella permaneció en silencio, hasta que sus ojos azules se cruzaron con los míos y dijo:
— La misma situación ¿Lo recuerdas?
Cerrando los ojos, muestro una sonrisa de despreocupación.
— Por supuesto, eso me permitió encontrar a la única que me dio verdadera felicidad.
— Una mujer que amas, pero no puedes desposar, parece un mal chiste.
— No te atrevas a burlarte de ella —me adelanto a decirle, volviendo a verla.
— No me burlo de ella, solo recuerdo el pasado.
— ¿De modo que aún recuerdas nuestro matrimonio? Irónico.
— Claro —sonrió, mientras cruzaba las piernas, un acto que captó toda mi atención—. Porque un error jamás se olvida.