Caroline aplaude como niña pequeña ante un juguete, cuando me ve vistiéndome. Debo admitir que fue un descuido de mi parte subestimarla, así que tengo que buscar la manera de hacer que se mantenga lejos de mí, así como su hermano idiota. Voy hasta el despacho de mi padre, donde están ambos y después de un “adelante”, entro. —Sólo quiero avisarles que voy a salir obligada con Caroline — mi padre despega su vista del periódico y me sonríe, al igual que mi madre. —Me alegro que te estés llevando bien con tu futura cuñada. —Sí, claro. Mi sarcasmo es tan palpable como el pan con mantequilla y mermelada que quiero devorarme, estoy hambrienta. —Cuídate, hija. —Bueno, me voy. Cierro la puerta y camino hasta las escaleras, pero de repente todo esto me parece algo muy extraño, todo encaja