No tengo idea de que hora es cuando al salir del quirófano, una de las asistentes me ayuda a quitar el barbijo e inmediatamente me quito los guantes y voy a lavarme las manos. Lo que parecía un día tranquilo se transformó en otra extensa cirugía con aquellos pacientes que llegaron en la ambulancia, y es que sus heridas eran peor de lo que se pensaba. Una vez que ya me he higienizado, salgo del área de esterilización y voy rumbo al vestuario para cambiarme de ropa e irme a la que es mi casa en esta ciudad.
[…]
Al salir del hospital para ir a mi coche, veo a Nayla parada en el área designada para que los coches dejen a los pasajeros, e inmediatamente me acerco a ella —¿Esperas un taxi?— le pregunto, y al parecer la he asustado ya que se sobresalta —Lo siento, no te quería asustar— me disculpo.
—No, no te preocupes estaba distraída. Si, es que se supone que mi prometido vendría por mí, pero tuvo que irse a Estambul de imprevisto— me cuenta.
—Ven, te llevo a tu casa— le ofrezco y niega.
—No, no es necesario— rebate y sonrió.
—Es muy tarde, tú también estuviste en cirugía, déjame ser un caballero, ¿sí?— le pido amable y ahora es ella quien sonríe.
—Está bien doctor— dice finalmente y camina a mi lado.
—Es extraño, ¿no?— pregunto apreciando el silencio de la ciudad.
Nayla me mira confundida —¿Qué cosa?— inquiere y volteo a verla.
—Este silencio, todavía no me acostumbro. No te diré que extraño el ruido de las bombas y de las alarmas, pero después de estar ahí te cuesta no estar mirando hacia todas partes mientras que caminas, o dormir toda una noche en calma— explico y su mirada cambia.
—Lo sé, me pasa muchas veces que me despierto sobresaltada a mitad de la noche y miro hacia todas partes tratando de saber si el techo sigue en pie o si debo salir corriendo. Sabes, muchas veces siento culpa de haberme marchado mientras que otros siguen allí luchando día a día— me cuenta.
—Te entiendo, y supongo que a ti todo esto te afecta mucho más, después de todo es tu tierra— menciono mientras que abro la puerta del coche para que ella se suba.
Doy la vuelta para subirme del lado del conductor y una vez dentro me coloco el cinturón de seguridad —Supongo que pienso que tengo una deuda, o mejor dicho un deber con mi país, es normal— expone y puedo sentir que me mira —¿Por qué has querido ir a una tierra con tanto conflicto? Podrías haber elegido un destino diferente, tal vez un país que necesita ayuda por una catástrofe natural, o quizás un país de África donde necesitan doctores. Sin embargo, has elegido ir a una zona de guerra—comenta y esa misma pregunta me la han hecho muchas veces.
Mientras que arranco pienso en lo que ha dicho mi familia entorno a mi decisión y una media sonrisa se dibuja en mis labios —Sabes, mi familia me pregunto lo mismo— digo y rio —Oye, ¿Cuál es la dirección?— cuestiono como dándome cuenta de que no sé dónde debo ir.
Nayla, sin decir nada, ingresa la dirección en el GPS del auto —es más fácil así— Señala.
—Definitivamente— concuerdo.
—Entonces, ¿Por qué?— insiste.
—Sentí que era lo que debía hacer, no sé, es difícil explicar una razón lógica, pero era el destino que me gritaba mi corazón— digo tratando de que tenga una lógica, pero no creo que la tenga.
—El mundo definitivamente necesita más doctores como tú— murmura.
—Solo hago lo que siento, eso es todo— hablo sincero.
—Y eso es genial, supongo que tu familia te apoya con esto, ¿no?— inquiere y asiento.
—Afortunadamente sí. No te voy a mentir, estaban muertos de miedo cuando estaba en Siria, pero saben que es lo que quiero hacer. Además, cuento con la fortuna de que la economía no es un problema para mí. Sé que hay mucha gente que quisiera ayudar a los demás, pero lamentablemente no cuenta con los medios para hacerlo— relato.
—Por supuesto, ¿y a que se dedica tu familia?— pregunta y sonrio.
—Tengo una familia muy grande, muchos hermanos que se dedican a diferentes cosas y que están en diferentes partes del mundo, pero el resumen es que mis padres tienen una empresa de fabricación aeronáutica— resumo.
—Guau, una vida interesante— comenta sonriente.
—No tanto— difiero cuando de pronto el GPS anuncia que estamos llegando y al ver la casa de Nayla me sorprendo ya que parece una mansión —¿Quién eres tú?— cuestiono divertido cuando estaciono en la entrada de coches.
—Te dije que mi familia era adinerada, aunque esto ha sido cortesía de mi prometido— menciona y asiento.
—Interesante— me limito a decir y sonríe.
—Gracias por traerme Maël— dice amable.
—Un placer, ¿puedo preguntar porque no conduces?— inquiero y niega.
—No es una conversación que quiero tener ahora, de verdad te agradezco por traerme— informa misteriosa y me llama la atención sus palabras.
—¿Quieres que te busque mañana temprano?— ofrezco y niega.
—Mejor no, los vecinos podrían malinterpretar la situación. Recuerda que no estamos en Estados Unidos— me dice y asiento.
—Tranquila, sé cómo son las cosas por aquí— respondo y sonríe.
—Buenas noches—
—Buenas noches, descansa— digo para luego esperar a que ella entre a lo que ella llama casa y luego voy a la mía con dudas acerca del mundo que rodea a Nayla.