–Vengo de Barrowfield. –¿Barrowfield? Comprendió, por el tono de su voz, que el nombre de Barrowfield no significaba nada para él. Debía habérsele olvidado, o podría ser que le resultara difícil asociar el lugar con ella. Pero, cualquiera que fuera el motivo, su indiferencia barrió con sus dudas y su timidez, y la ira y el odio que experimentó fueron más fuertes que la emoción que despertaba en ella el contacto de la mano del Marqués. –Sí, Barrowfield– repitió con voz más fuerte–. Está en Yorkshire, my Lord, ¡y es un lugar inmundo y escuálido porque la gente que vive allí trabaja para la mina de Havingham! ¿No significa nada para usted? Entonces, déjeme decirle lo que significa para los mineros y sus familias. Se volvió para mirarlo y ahora el Marqués le soltó la mano. –¿Sabe que los