Lady Clarke era una anciana y deseaba ser amable, pero sus palabras reforzaron en Dorita la convicción de su poca importancia.
Aunque Dorita conocía a muchos de los invitados, se alegró de que la fiesta terminara. Todos al partir expresaron su aprobación al compromiso, prometiendo que muy pronto llegarían toda clase de costosos regalos.
–¡Son un montón de hipócritas!– dijo Beryl cuando el último hubo salido–. Si Gallen no fuera mi prometido, dudo mucho que me enviaran algo espléndido.
–Ellos te aprecian, Querida– dijo Dorita.
–¡Tonterías! Nunca han dejado de criticarme desde que crecí, pero como supieron que iba a convertirme en una dama de tanta importancia, decidieron que siempre habían admirado mi desenfrenado comportamiento.
Dorita se dijo que una de las mejores cualidades de su p
