Capítulo 4Dorita atravesó las puertas del parque y contempló la tierra bajo los robles que cubría una alfombra de narcisos. Muy temprano, regresaba de asistir a Misa de siete en la pequeña Iglesia donde la bautizaron. Sólo había encontrado a media docena de personas y, al terminar los servicios, se dirigió al cementerio a visitar la tumba de su madre, bajo los abetos. Contemplando la sencilla lápida, se le hacía difícil creer que aquel ser querido, una mujer tan dulce y comprensiva, a quien había amado tanto, la hubiera abandonado. Entonces se dijo que no era así. El espíritu de su madre estaba vivo y, dondequiera que se encontrara, les enviaba pensamientos de amor a ella y a su padre. «Ayúdame, Mamá, a hacer lo que pueda por Beryl», pidió desde el fondo de su corazón. «Sabiendo cómo