Celeste se inclinó hacia él, dispuesta a ofrecerle todo su apoyo en aquel momento difícil, sintiendo la solemnidad de aquella promesa que pendía en el aire como una promesa sagrada. —¿Qué cosa?— preguntó Celeste, con la voz suave y reconfortante, como un bálsamo para el alma herida de Thomoe. —Nunca vas a desconfiar de este amor que te tengo, Tete te estoy abriendo mi corazón y si de nuevo es quebrado, no lo soportaré —imploró Thomoe, con la vulnerabilidad al descubierto, como si aquellas palabras fueran la última línea de defensa contra la desolación. Las palabras de Thomoe resonaron en el corazón de Celeste, quien respondió con firmeza y sinceridad, sintiendo un torrente de emociones fluir a través de ella. —Entonces tú no dudes que te amo, Profesor, yo solo tengo ojos para ti, solo