Subo la escalera, peleando con el vestido que me dificulta el ascenso y lo primero que hago es quitarme los malditos zapatos hasta que llego a la tercera planta de la impresionante mansión de mi maldito esposo.
Alexander ya se encuentra aquí. ¿No pensara que compartiré habitación con él, verdad?
—Bueno esposa, la cosa es así- Dice mientras se quita la chaqueta Armani y lo deja sobre la cama.- Tu y yo somos un matrimonio, eso quiere decir que iras conmigo a reuniones familiares, eventos sociales y en ocasiones iras a la empresa para que las personas te conozcan. Pero te diré todo lo que necesitas saber durante el vuelo.
No lo miro, recorro con la vista la habitación y tengo que reconocer que la vista exterior es preciosa. Hay mucho verde y el aire fresco que se cuela por la ventana me relaja.
—Escuchaste lo que te acabo de decir o...
—¿De qué vuelo hablas?— Lo interrumpo.
—El de nuestra luna de miel. ¿Qué esperabas? Tendremos todo un mes para nosotros solos en la isla Harrington.
Alexander se desprende botón por botón de su camisa, despacio, sin prisa y sin quitarme los ojos de encima. No mentiré, es malditamente atractivo, sus brazos amenazan con desgarrar la tela de su camisa y su abdomen parece una escultura de algún dios griego. Sus ojos negros son dos pozos que amenazan con arrastrarte al fondo y ni mencionemos sus labios y su mandíbula perfilada. Es perfecto, donde sea que ponga mis ojos, él es lo que toda mujer desea tener, incluso en sus fantasías si no lo tienen.
—¿Tienes que hacer todo tan dramático, Alexander? Podrías haberte cambiado en el vestidor como una persona normal.
Exagero en un tono sarcástico olvidando por completo lo de la luna de miel. Me distrae... Mucho.
Sonriendo de manera arrogante sigue con la tarea de quitarse la camisa.
—¿Y perderme el placer de tu reacción? No, gracias. Además, ¿no deberías estar agradeciéndome? Después de todo, estás presenciando un espectáculo que muy pocas tienen el privilegio de ver.
Con la fama de folla y deja que tiene, dudo mucho que lo haga vestido.
Finjo indiferencia, no le demostraré que me gusta la vista. Lo bueno que está, no compensa lo maldito que es.
—Oh, sí, claro. Un espectáculo de vanidad masculina ¡Qué suerte tengo! Es una pena que no seas mudo, en ese caso, serias perfecto.
—Si no te gusta lo que ves, simplemente cierra los ojos. No te afecta en lo más mínimo.
Lo miro fijamente, los cuatro años en Alemania me han ayudado a forjar mi carácter, ya no soy la niña tonta que amedrentaba cuando éramos niños.
—¿De verdad crees que a alguien le importa tu exhibicionismo? Ni siquiera llamas tanto la atención como el novio que deje en Berlín.
Se detiene por un momento con actitud desafiante y... hay algo nuevo en sus ojos, no sé qué podrá ser pero, definitivamente parece que no le gustó mi comentario.
—Si vas a mentirme en la cara, trata de que tus expresiones luzcan convincentes. Y sobre ese chico, más bien diría que estuvo forzado a abandonarte al saber que el anillo en tu dedo, era tu anillo de compromiso conmigo. Quedaste como una mentirosa ¿Acaso no lo sabias?
La sonrisa que me muestra después de decirme que Steve se vio forzado a dejarme, me golpea, tanto que me marea.
—¡Que acabas de decir! ¡Mientes!
Su camisa también termina sobre la cama, ahora mira su abdomen y acaricia el tatuaje de dragón que está en sus costillas y baja por las caderas perdiéndose más abajo en sus pantalones.
Es ardiente el muy maldito.
-No te desenfoques Bárbara.-
—¿Pensaste que te dejaría ir y no iba a saber qué hacías? ¿Con quién dormías y a dónde ibas? –Pone sus manos en la hebilla de su cinturón, lo hace muy, muy lento.- Ese tipo no tuvo oportunidad de nada cuando me vio llegar a su apartamento dos semanas antes de que vuelvas. Le deje una considerable suma de dinero por haber cuidado de ti los últimos tres años y con eso olvido todo el amor que supuestamente te tenia.
Eso explica por qué Steve rompió conmigo unos días antes de volver a casa. ¿Las relaciones a distancia no eran lo suyo? ¡Maldito mentiroso de mierda!
—¿Por que te tomaste tantas molestias por alguien a quien supuestamente odias? ¿Trabajaba para ti? mi ex... ¿Trabajaba para ti?
No es como si me hiriera del todo lo de mi novio en Alemania, pero si me molesta muchísimo que me haya dejado ir asi nada mas. Yo, lo queria mucho.
—No, ese idiota no trabajaba para mi. Ahora cámbiate, tenemos que salir en una hora. Y sobre mi físico, reconoce que él no está mejor que yo ni por asomo, era un enclenque con cara de piojo.- Sigo mirando su hermoso cuerpo y... -Se nota que te gusta lo que ves, esposa.
No me quitare el vestido delante de él. Ni siquiera tengo que ponerme... y sí, me gusta lo que veo, pero no lo pienso admitir.
—No iré a ningún lado contigo, y si, puede que me gusta cómo te ves, apuesto a que si hiciera lo mismo que tú, también me verías con ojos curiosos.
Alexander, con una sonrisa burlona, avanza unos pasos y se planta frente a mí, muy cerca para mi gusto. Creo...
—No eres mi tipo, eres tan... corriente. Pero tú, sí me ves con hambre, esposa. Me repasa de arriba abajo con asco.
—Ya quisieras. ¿No tienes algo mejor que hacer que molestarme con tus estupideces?
—No realmente, pero siempre puedo encontrar algo más interesante que hacer después. ¿Tienes alguna sugerencia, querida esposa?
Maldita sea, eso no me lo veía venir.
—Sí. Puedes buscarme algo para que pueda cambiarme.
Adiós pantalón, hola bóxer n***o que le queda... ¡Mierda! Parezco adolescente hormonal.
—El cambiador, tienes ropa suficiente ahí, todo de tu talle y número de calzado, al igual que la lencería... Mi color preferido es el rojo.
Sonrió, ese es un color que no usaré entonces.
Me adentro al vestidor, tan inmenso como mi habitación, bueno, mi antigua habitación en casa.
Hay maquillaje, vestidos, ropa informal, zapatos y... Toda la maldita lencería es de color rojo.
Maldito bastardo.
Me quito el vestido y suspiro.
—Bonito tatuaje.
Escucho detrás de mí.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo, Alexander?
Alexander me observa con una sonrisa traviesa.
—Solo estoy asegurándome de que mis esfuerzos valgan la pena, querida esposa.
—¿Tus esfuerzos? ¿De verdad crees que comprar ropa interior de tu color favorito cuenta como un esfuerzo?
—Y el arte en tu espalda, no eres la niña boba de hace años, ese tatuaje lo demuestra.
Es Diana, la diosa romana de la caza apuntando con su arco.
—Apreciaría mucho más que dejaras de invadir mi privacidad. ¿Por qué demonios estás mirando?
Alexander sonríe encogiéndose de hombros.
—No puedo evitarlo. Y además, ¿a quién le importa la privacidad cuando se trata de mi propia esposa?
Trato de respirar profundamente para calmarme, esto no será fácil.
—No me importa lo que pienses. Solo retrocede y déjame en paz.
—Si insistes. Pero solo recuerda que esto es solo el comienzo. Hay mucho más por venir.
Esboza una sonrisa, no una buena y cálida, hay maldad en ella y se retira cerrando la puerta.