Capitulo 4

1402 Words
Media hora después estábamos a bordo de su avión privado con rumbo a la supuesta isla Harrington, no sabía que tenían una, fanfarrones. Tienen tanto dinero como para comprar una isla y ponerles su maldito nombre. Prefiero descansar, me froto el brazo por la molestia, antes de subir al avión me han quitado el dispositivo de manera fácil y rápida, solo tuve que esperar que la anestesia haga efecto. No hay nada que pueda hacer, con o sin dispositivo, no me dejare tocar por ese idiota. Tres días después camino por la playa, sola bajo la luz de la luna. No mentiré, el lugar es precioso, no hay personas, solo nosotros dos y un puñado de vigilantes. Bebo de la botella de vodka Ruso, que pega como patada de mula y tropiezo para despues reirme como una desquiciada. Estoy ebria. ¿Y por qué? Porque estos tres días Alexander me ha demostrado que cuando quiere no es un cretino. De hecho se ha mostrado atento, aunque distante. No hemos hablado, solo hay miradas fugaces entre ambos que se desvían en cuanto nuestros ojos se encuentran. Mis ojos en el, gracias al cuerpecito de dios que tiene y los suyos, claramente por el asco que me tiene. ¿Para que carajos exigio casarse conmigo si me detesta tanto? Es... contradictorio. Tres semanas y la misma rutina. Despierto tarde, no recuerdo cuando vuelvo a la cama ni como hago para que mi ropa aparezca doblada en los pies de la cama. Soy una borracha ordenada. Nos queda un poco más de una semana para irnos y no quiero volver, viviría muy feliz en esta isla lejos de todos y de todo lo que me hace daño. La resaca me está matando, creo que me bebí todo el alcohol que teníamos en la preciosa isla Harrington. Bajo las escaleras ya aseada y encuentro en la cocina a Alexander preparando el almuerzo... Para los dos. —Toma. Me entrega una pastilla y un vaso de jugo de naranjas recién exprimido. —Gracias. Lo necesitaba yo... Me interrumpe alzando su mano y me tomo el medicamento. —Tienes resaca. Te bebiste hasta el agua de los floreros estas tres semanas. No me gusta lo que haces, no quiero una esposa que me avergüence ni tampoco quiero volver a llevarte a la cama otra ves. La próxima te dejare durmiendo en la arena para que te piquen los cangrejos. Tal vez a si aprendas que no debes beber hasta quedar inconsciente. No volví sola a la cama. Todo el tiempo me llevo él. Se ve furioso ¿Sera por eso que me veia tan mal los ultimos dias? —Solo espero que no te hayas aprovechado de mi mientras estaba vulnerable. —Come algo, tu estoimago necesita algo mas que alcohol destilado. Me entrega un plato con más proteína de la que acostumbro a comer. Después deja un plato con frutas picadas y recarga el vaso con más jugo exprimido. No digo nada, no quiero discutir. —No te toqué un solo cabello, no me gusta la necrofilia. Me mira a los ojos, algo brilla en los pozos negros de sus ojos que amenazan con arrastrarme al fondo. —¿Por qué me miras así?- Me hace sentir terriblemente incomoda. Él se sirve su comida y se sienta frente a mí. —¿No recuerdas nada de lo que pasó anoche? Es decir ¿no recuerdas nada de lo que me dijiste anoche? Abro mis ojos lo más que puedo, no recuerdo siquiera que anoche estuviéramos hablando. Mis ojos traicioneros van a sus labios cuando pasa su lengua barriendo los restos de jugo. —No recuerdo nada. ¿Qué te dije? Él no me mira, todo el tiempo tiene la vista en su plato. Hasta que termina y recién levanta la vista y con sus ojos me traspasa como un cuchillo. —¿Vas a decirme o no? Le pregunto algo molesta, porque detesto el silencio que me tiene intrigada. Su rostro igual de inexpresivo, pero sus ojos, los musculos de sus brazos tensandose, no me dicen lo mismo. ¿Que carajos le habré dicho para que esté asi? —No. Maldito monosilabico de mierda. Recoje mi plato y el suyo para dejarlos dentro del lavaplatos. —¿Por qué no? Me gustaría saber si dije algo fuera de lugar y de ser así, espero te haya ofendido gravemente. Desde que apareciste en mi vida solo me has hecho pasar momentos desagradables y si ebria logre irritar tu maldita sangre fria, me encantaria saberlo. Sonrió después de decir esa estupidez, porque esta es la primera vez en tres semanas que nos dirigimos la palabra, al menos estando yo consciente. —Me pediste que te haga mía. Borracha eres muy desinhibida, querida esposa. La burla en su voz, otra vez es el mismo Alexander Harrington que conozco. Me levanto de la silla y le sonrió. No soy capaz de haberle pedido tal cosa, lo detesto... ¿No? —Mentiroso. Te detesto ¿Cómo podría pedirte algo como eso? No me agradas y eres el último hombre con el que me metería a la cama. sonríe y se cruza de brazos. —Puedes tratarme de lo que quieras, menos de mentiroso. Además, eso no es lo que me demostraste esta madrugada cuando te lanzaste a mí. Dicen que los borrachos y los niños no mienten y voy a demostrar esa teoría. Rodea la mesa y me toma de la mano para acercarme a su cuerpo, el cual pega al mío y rodea sus brazos por mi espalda, inmovilizándome mientras acerca su rostro al mío, muy cerca, tanto que puedo respirar su aliento. —¿Qué haces?. Aguanto la respiracion, trato de que no me de un infarto y junto coraje, mucho coraje para abrir mis ojos. Lo hago, sigue ahi, solo que me sonrie con malicia. Su boca está a un milímetro de la mía, mi corazón se acelera mucho mas y amenaza con estallar o detenerse, ya que el aroma de mi esposo me embriaga y su mirada no es la misma que la de recién. —Compruebo mi teoría. Trato de removerme de su agarre sabiendo que será inútil. —Mentirosa. Si, lo soy. Pero no lo reconoceré... Dioses, ayudenme a no flaquear, la tentación es mucha y la carne es debil. ¡Soy debil carajo! —No miento, suéltame por favor. Mis ojos van los suyos, a su boca y ese error hace que sonría, maldito. Me tiene donde quería. —Tu corazón golpeando mi pecho no dice lo mismo, tu respiración agitada me dice que estas nerviosa porque tu cuerpo acaba de delatarte. Asique dime, esposa. ¿Seguirás mintiendote y negando que te mueres por que te haga de todo justo sobre esta mesa? ¿Qué caso tiene? Ninguno, no fui inteligente pero, no puedo con las ganas de sentir esos labios. —No. Pero ahora te odio más que antes. Hace un segundo nos desafiábamos y ahora su boca esta sobre la mía, cálida y desesperada. Estoy atrapada entre sus brazos y la dureza de su cuerpo. ¿Esto está mal? Sí, pero no me importa. Darme cuenta de esto debería traerme a la realidad, Alexander es un hijo de puta y está demostrando su punto más de lo que debería. Acaricia mi cabello con una mano cuando me libera y con la otra me toma del cuello para profundizar el beso, mi boca se abre y nuestras lenguas danzan un baile peligroso pero excitante. Quiero más que un beso, mi cuerpo exige ser manoseado y atendido por las grandes manos de este idiota. Me sienta en la mesa sin esfuerzo y me abro de piernas para que quede en medio de ellas. No debería quererlo y sin embargo no puedo evitar necesitarlo. Desgarra mi vestido playero con sus manos y mis pechos quedan expuestos, Pellizca, jala y aprieta a su antojo y no le digo nada, es mi turno de explorar con mis manos su delicioso cuerpo. —Para odiarme tanto, estas muy húmeda y caliente. —Cierra la maldita boca y haz tu trabajo, veremos si tu reputacion te precede. Me abro lo más que puedo y miro hacia abajo. —Es grande, pero he visto mejores. No es tan impresionate, tienes la boca muy grande. - Eso va destrozarme- Si quiere jugar ese juego, bien. —Veremos como caminas después de esto.
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