Capitulo 2

1704 Words
“La trampa.” —Que preciosa te ves vestida de blanco, Cariño. Los cuatro años en el extranjero te han sentado de maravilla y ahora eres una mujer preciosa. Eres digna de mi hijo, tienes todo lo que necesita para ser su esposa, bella, delicada y… Obediente. Obediente… La mujer que le dio vida al ser miserable que se encuentra frente a mí, no dice sus palabras como un alago, es más como si fuera a analizar un producto antes de comprarlo. Su padre no dice nada, solo me mira con total indiferencia. —Así es Nora, es digna del apellido Harrington. Podemos comenzar cuando ustedes quieran, el juez aguarda en mi despacho. ¿Qué? ¿Sera ahora? —Quiero un abogado.— Digo con total seguridad en mis palabras pero asustada hasta la mierda, eso solo desata sonrisitas entre las personas que me rodean. —No lo tendrás, revisaras los documentos que te esperan sobre el escritorio y te guste o no los firmaras sin objeciones ni pataletas. — Dice quien se supone debería ser quien me cuide de personas como él. Nos movemos con discreción hacia el despacho pero todos nos miran con expectación. Un hombre a quien conozco como el abogado de mi padrastro y otro que jamás he visto en mi vida, supongo que es el juez que hará legal el matrimonio. Me siento en uno de los asientos frente al escritorio y tomo los documentos frente a mí. Leo con cuidado cada palabra. -Tengo derecho a disponer de la fortuna de mi futuro esposo siempre y cuando no haga mal uso de él. -Tengo prohibidas las salidas al extranjero sin la compañía de mi esposo. -Tengo que estar casada con Alexander al menos dos años para pedir el divorcio. -No puedo estudiar, ejercer o trabajar. Claro, como una Harrington haría algo tan básico como trabajar, eso arruinaría su perfecto estatus en la sociedad. Los siguientes puntos me importan un carajo, es más de lo mismo. Pero lo último si me pone a la defensiva. DEBO DARLE UN HEREDERO A LA FAMILIA HARRINGTON. —Firma los documentos. El juez ya tiene el acta de matrimonio preparado para ser firmado por ambas partes.— No hay condiciones para Alexander, puede hacer lo que le dé la gana. —No veo que sea un acuerdo justo. Aquí no veo nada más que condiciones y restricciones para mí. ¿Qué hay de Alexander? ¿El solo tendrá derecho a mí y yo solo debo aceptarlo así nada más? —Exacto, tú serás mi esposa por un año y medio, me darás un hijo y luego puedes irte con una gran cantidad de dinero a donde se te antoje. — Los ojos fríos de Alexander me congelan cuando me habla directamente. — El acuerdo es solo para ti, yo haré lo que me venga en gana como lo he hecho toda la vida. Seré discreto, no te preocupes, jamás te pondré en una situación en la que te veas envuelta por los rumores de mis indiscreciones. —Firma— John presiona y yo no tengo opciones. Solo será un año y medio, pero hijos… Que siga soñando. — No tendremos hijos. Soy estéril. Miento. —No lo eres, te pusiste un dispositivo en Alemania hace dos años y te lo quitaras hoy mismo. No habrá barreras entre nosotros dos. —¿Cómo sabes que tengo un dispositivo? ¿Desde cuándo sigues mis pasos? —Lo supe cuando comenzaste a vivir la vida loca de una universitaria. Eras mi maldita prometida, si respirabas, yo estoy informado de que lo haces. Maldito desgraciado… Nunca tuve libertad como yo pensé… solo me dejo hacer lo que yo quería. —¿Por qué dejaste que hiciera lo que yo quería todos estos años? —Porque quería que tengas una vida normal antes de atarte a mí. Agradéceme eso al menos.— Él sonríe y me extiende una pluma para que firme los documentos. —No dejare que me toques, tenlo presente. Su mirada se oscurece más y sé que, lo que dirá cortara mi piel. —No tenía pensado tocarte, pero no descarto que tú sola te metas a mi cama. ¿Por qué me toma? No soy una de las tantas mujeres que se arrastra a él solo por su dinero o su apariencia de sami dios, porque sí, es un hombre hermoso, pero solo con abrir su boca arruina todo lo que su impresionante aspecto muestra. — Sigue soñando — Tomo la pluma que aún me tiende y firmo los documentos. Luego el juez desliza el libro y también dejo mi firma, descubro que Alexander no firmo aun y me quita sin delicadeza la pluma para dejar su firma. “Felicidades señora Harrington.” Señora Harrington… que asco. Me llamo Bárbara Caparano, tengo 22 años y juro que no le hare la vida tan sencilla a todos estos bastardos. Alexander toma mi mano y rápidamente me arrastra sin disimulo en un automóvil. Cuatro camionetas con hombres de traje oscuro nos siguen por la carretera, sin saber a dónde demonios me llevaban. ¿Qué paso con todas esas personas en la mansión? La verdad no me importa, ninguno de ellos me quiere. Ahora que celebren los millones que este bastardo les dará. Él no me ha mirado ni me dirige una sola palabra. Baja del vehículo y yo espero al menos que por amabilidad que me ayude a bajar, ya que el vestido es incómodo y pesado. No lo hace. Se adentra a una mansión más grande que la de mi padrastro y cierra la puerta con tanta fuerza que el ruido me hizo sobresaltar en el asiento. Me quedo quieta sin saber que hacer hasta que minutos después, uno de sus hombres, de traje a medida y mirada penetrante, abre la puerta y me ofrece con gentileza su mano. El exterior es hermoso, el jardín es amplio y con flores rojas donde sea que mire. —Permítame acompañarla a su habitación, señora Harrington. Otra vez esa palabra. —Solo Bárbara. No me digas señora. El hombre niega con la cabeza y cuando iba a decir algo lo corto. —Agradezco que me ayudes, al parecer mi esposo olvido que estoy aquí. Caminamos hasta la puerta de entrada, la abre y me deja pasar primero. Todo lo que hay aquí grita “Fortuna.” Pero a mí, esas cosas no me impresionan. —Solo dime donde queda mi habitación e iré sola. No hace falta que me acompañes. El hombre asiente y lo sigo hasta el pie de la escalera. —Tercer piso, primera puerta a la izquierda. Subo la escalera, peleando con el vestido que me dificulta el ascenso y lo primero que hago es quitarme los malditos zapatos hasta que llego a la tercera planta de la impresionante mansión de mi maldito esposo. Alexander ya se encuentra aquí. ¿No pensara que compartiré habitación con él, verdad? —Bueno esposa, la cosa es así- Dice mientras se quita la chaqueta Armani y lo deja sobre la cama.- Tu y yo somos un matrimonio, eso quiere decir que iras conmigo a reuniones familiares, eventos sociales y en ocasiones iras a la empresa para que las personas te conozcan. Pero te diré todo lo que necesitas saber durante el vuelo. No lo miro, recorro con la vista la habitación y tengo que reconocer que es preciosa. Hay una bonita vista y el aire fresco que se cuela por la ventana me relaja. —Escuchaste lo que te acabo de decir o… —¿De qué vuelo hablas?— Frunzo el ceño. —El de nuestra luna de miel. ¿Qué esperabas? Tendremos todo un mes para nosotros solos en la isla Harrington. Alexander se desprende botón por botón de su camisa sin quitarme los ojos de encima. No mentiré, es malditamente atractivo, sus brazos amenazan con desgarrar la tela de su camisa y su abdomen parece una escultura de algún dios griego. Sus ojos negros son dos pozos que amenazan con arrastrarte al fondo y ni mencionemos sus labios y su mandíbula perfilada. Es perfecto, donde sea que ponga mis ojos, él es lo que toda mujer desea tener, incluso en sus fantasías. —¿Tienes que hacer todo tan dramático, Alexander? Podrías haberte cambiado en el baño como una persona normal.— Digo en un tono sarcástico olvidando por completo lo de la luna de miel. Me distrae… Mucho. Sonriendo de manera arrogante sigue con la tarea de quitarse la camisa. —¿Y perderme el placer de tu reacción? No, gracias. Además, ¿no deberías estar agradeciéndome? Después de todo, estás presenciando un espectáculo que muy pocas tienen el privilegio de ver. Finjo indiferencia, no le demostraré que me gusta la vista. Lo bueno que esta no compensa lo maldito que es. —Oh, sí, claro. Un espectáculo de vanidad masculina ¡Qué suerte tengo! Es una pena que no seas mudo, en ese caso, serias perfecto. —Si no te gusta lo que ves, simplemente cierra los ojos. No me afecta en lo más mínimo. Lo miro fijamente, los cuatro años en Alemania me han ayudado a forjar mi carácter, ya no soy la niña tonta que amedrentaba cuando éramos niños. —¿De verdad crees que a alguien le importa tu exhibicionismo? Ni siquiera llamas tanto la atención como el novio que deje en Berlín. Se detiene por un momento con actitud desafiante y… hay algo nuevo en sus ojos, no sé qué podrá ser pero, definitivamente parece que no le gustó mi comentario. —Si vas a mentirme en la cara, trata de que tus expresiones luzcan convincentes. Y sobre ese chico, más bien diría que estuvo forzado a abandonarte al saber que el anillo en tu dedo, era tu anillo de compromiso conmigo. Quedaste como una mentirosa. La sonrisa que me muestra después de decirme que Steve se vio forzado a dejarme, me me golpea, tanto que me marea. —¡Que acabas de decir! ¡Mientes! Su camisa también termina sobre la cama, ahora mira su abdomen y acaricia el tatuaje de dragón que está en sus costillas y baja por las caderas perdiéndose más abajo en sus pantalones.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD